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Un amor admirable

Es una fuerza inexplicable que te empuja hacia adelante pero sin ansiedad; con un plan, un objetivo, un para qué.

Para que una relación perdure, el ingrediente principal es el amor. Pueden decirme que también intervienen otras cosas como el respeto, el interés, la comunicación, etc. Pero para qué hacernos tantas pelotas. Todo eso es parte de lo mismo: el amor.

Si eres de las que todavía creen que el amor es el montón de besos, abrazos, llamadas desesperadas, mariposas en el estómago y verlo siempre con ojos de “eres perfecto”, es momento de empezar a marcar algunas diferencias.

En mi columna de hoy, decidí compartir uno de los mejores consejos que me ha dado mi padre (y miren que han sido muchos). Éste en particular, me ha dado la oportunidad de explorar nuevos terrenos en mis relaciones y entender la verdadera profundidad sobre las conexiones humanas.

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Considero que en el camino nos topamos con muchísimas personas; amigos, familia, amores…de las que siempre aprendemos algo, aunque a veces no parezca así. También nos encontramos con la cara opuesta de lo que siempre deseamos; lo que nos lastima, decepciona, nos falla y nos deja heridas que tardan demasiado en sanar.

Cuando era más chica y empezaba a explorar esos terrenos, de pronto me parecía que el destino era cruel y que nunca llegaría a sentir lo suficiente por alguien. Las ilusiones eran engañosas, pensaba “sólo quiero a alguien que me quiera, ¿es eso tan difícil?”. Sí, justamente eso era lo complicado, porque el amor siempre va más allá de lo que exiges y esperas. Siempre fue así.

Pero bien dicen por ahí, “uno siempre llega a la edad…”, como yo, que llegué a la edad en donde con toda la seguridad del mundo podía afirmaba que el amor no es suficiente. ¡Claro que es suficiente! Sólo que hay de amores a amores. Está ese de manita sudada y que sólo sucede en la escuela, está el de las salidas casuales, el “sin título”, el de “ni contigo ni sin ti” y mi favorito, el de “gracias por existir”.

Mi papá siempre me dijo que cuando eligiera un hombre para compartir, primero debía asegurarme de tener motivos claros y reales para agradecer su existencia en mi vida. Un amor que fuera más allá de las sensaciones y emociones bellas que a todos nos pasan por el corazón. Un amor admirable.

Sabes que la admiración es fundamental en una relación cuando, para empezar, te haces adulta. A partir de cierta edad, no cualquiera te llena el ojo, y menos si en esos años de tu vida te pusiste una meta y todos los días encuentras la manera de acercarte a ella.

Cuando estás en ese camino, la decisión de compartir tu vida con alguien (por muy fugaz que sea el rollo) te la tomas demasiado en serio, y hasta para un ligue te vuelves la persona más selectiva del planeta. Sabes que no basta con una cara linda, manos grandes, altura y cabello castaño, un currículum de 3 hojas, carrera, posgrado ni maestría.

Un amor admirable es la cosquillita que se convierte en un abrazo completo, es cuando la mariposa encuentra su libertad y ya no está encerrada en tu estómago, es una fuerza inexplicable que te empuja hacia adelante pero sin ansiedad; con un plan, un objetivo, un para qué.

Porque sí, el amor se trata de dar, entregar, confiar, abrir el corazón completamente, pero también de ofrecer y recibir algo que nos haga mejores que ahora, que no nos dé alas, pero nos ayude a construir unas propias.

Un amor admirable está en la persona que sabe cuándo darte la mano y cuándo soltarte, cuándo dedicarse tiempo y cuándo compartirlo contigo, cuándo decir no y cuándo ceder. No está en el éxito ni en el lujo, está en el logro constante, por pequeño que sea.

Hoy por fin he entendido que el mejor afrodisíaco en una relación es tener a tu lado un hombre o una mujer que despierte en ti el deseo de ser más, querer más pero con la convicción de tenerlo a él/ella de testigo.

Así, bonito.

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