Tengo el recuerdo de haber visto alguna vez, cuando era niña, una publicidad que me llamó mucho la atención. En ella se mostraba a dos mujeres jóvenes saliendo de su casa para ir al trabajo.
Ambas estaban cansadas y con mucho sueño, y al llegar al hall de entrada del edificio en el que las dos trabajaban, una decide que subirá por las escaleras para no perder tiempo.
Luego de un momento, la mujer que subió por el ascensor llega a su escritorio, igual de cansada y con el mismo sueño que tenía cuando llegó a la oficina. Unos minutos después, aparece la otra mujer, radiante y feliz, y exclama: “Me demoré un poco pero esas escaleras fueron más efectivas que el café“.
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Si mal no recuerdo, el comercial era de una marca de sumplementos para evitar las varices y lo que ahí se recomendaba era que para evitar que aparecieran, había que subir las escaleras todos los días.
Dejando de lado las exageraciones de la publicidad, el tema de fondo tiene mucho sentido. Cada vez que elegimos subir el ascensor en vez de las escaleras, estaremos privándonos de un excelente ejercicio físico.
No deberíamos subestimar el poder que tienen las escaleras; sólo piensa que al igual que cuando trotamos, al subir cada escalón estamos levantando todo el peso de nuestro cuerpo.
Mejor aún si lo hacemos a un ritmo un poco más rápido, ya que, obviamente, duplicaremos las calorías que quemaremos en ese momento. Además de las calorías, las escaleras nos ponen en forma, nos hacen más ágiles en el día a día.
Si quieres sacar el máximo provecho a tu subida de escaleras diaria, mantén una postura derecha y concéntrate en los músculos abdominales y en los glúteos. Cada vez que subas un escalón, aprieta estos músculos y sentirás como trabajan.