En una relación, las discusiones están a la orden del día. Es verdad que debemos evitarlas, pero tampoco es lo peor del mundo, no cuando sabes cómo lidiar con ellas. Para una pelea se necesitan dos, por lo tanto deben ser los dos quienes se pongan las pilas para llevar la cosa en paz.
PUBLICIDAD
Paso número uno, dejems de satanizar las discusiones. Tener diferencias con tu pareja no está mal, pero hasta para eso se necesita ser inteligente y echarle colmillo. Es parte de juego, y como tal existen algunas cosas que quedan prohibidas para que la relación se fortalezca en lugar de hundirse en la marea de las peleas tontas y sin sentido.
A continuación, las cosas que nunca debes hacer en una discusión:
Hacer un coctel
A poco no se nos da eso de empezar con una cosa y terminar con otra totalmente diferente. Ese “tenemos que hablar” sólo empeora las cosas porque el otro se queda divagando todo el día en la angustia y de alguna manera se prepara para lo peor cuando quizá es una tontería.
Queda prohibido irse como hilito de media hasta 10 años atrás cuando la discusión es sobre lo que van a comer hoy, ¿me explico? La recomendación es acotarse a a lo que están diciendo, ponerse un tema con enfoque y limitarse a ello.
Poner la emoción por delante
Existen personas que estallan a la primera. Cuando la plática se pone intensa, siempre salen las emociones a relucir y éstas generalmente bloquean cualquier tipo de entendimiento. O sea que, si mientras discutes sientes que te empieza a hervir la sangre, lo mejor es detenerte y explicarle con mucho temple a tu pareja que necesitas detener la charla para calmarte.
Los berrinches, lloriqueos y gritos injustificados hacen que les brote la locura y se vuelve imposible platicar como gente adulta. Obviamente te vas a enojar, pero la inteligencia emocional es sumamente importante en estos casos.
PUBLICIDAD
Empezar por el reclamo
Es muy común empezar una discusión culpando al otro. Rara vez tomarás la iniciativa de decir algo como “amor, sé que me equivoqué en esto, pero tampoco es lindo que reacciones así”. La verdad, casi nunca lo hacemos.
La incapacidad de ver objetivamente la situación, nos lleva a buscar en el otro todo lo que nos pueda defender y así justificar nuestros propios errores.
No saber cuándo parar
Es momento de desmentir el consejo más popular de las abuelas sobre el matrimonio, irse a la cama enojados a veces es necesario. Resulta que unas discusiones son más simples que otras, que unas se solucionan en 10 minutos y otras en un día.
No puedes iniciar una discusión antes de irte dormir y terminarla a las 6 de la mañana porque cómo van a terminar el día así. Otro ejemplo es cuando una de las personas pide paz, cuando terminando el round se va a su esquina y el otro corre tras él para continuar con lo mismo.
Para tener una buena discusión es necesario respetar esos momentos en donde uno ya levantó la banderita blanca. Queda prohibido perseguir al otro y asfixiarlo con palabras que e dan vueltas a lo mismo todo el día.
Faltarse al respeto
No todas las faltas de respeto se hacen con palabras altisonantes, también hay algo que se llama infantilizar la conversación, y esto consiste en arremedar o burlarse del otro. Es de lo peor.
Levantar la voz, gritar, interrumpir, usar el sarcasmo e ignorar son señales clarísimas de que no eres un persona madura ni sabes mantenerte en control.
Utilizar información delicada
Dar golpes bajos es peor que un insulto. Con esto me refiero a poner en la mesa de la discusión cosas muy personales que en algún momento nuestra pareja nos compartió, para usarlas en su contra con la intención de lastimar.
Suena macabro, pero qué tal el “por eso todos tus novios te han dejado” o “ahora entiendo por qué nunca has tenido novia”. Es increíble cómo nos podemos transformar en lo peor cuando estamos enojados.
Salir huyendo
Una cosa es saber cuándo parar y otra es ni siquiera intentar resolverlo. Huir es que empieces a hablar del tema y el otro se levante de la mesa y azote la puerta o de plano te calle diciéndote “qué flojera hablar de eso” o comentarios del tipo.
Llevar las cosas al extremo
Utilizar palabras como siempre, nunca o jamás cambian todo el ritmo de la conversación: “Nunca puedo decirte nada porque siempre te enojas”. O respuestas como “mmmta, ya olvídalo, no vuelvo a contarte nada”. Eso puede desatar una pelea más fuerte.
Cada relación es una escuela. Siempre toma en cuenta que la forma, el tono y el momento son clave para salir triunfal de una discusión. Nunca se trata de ver quién sobrevive, sino de salir juntos de todo. No siempre estarán de acuerdo, y eso está bien. Sólo asegúrate de nunca olvidar que la persona que tienes delante de ti es tú elección y la quieres.