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Lo que extraño del amor noventero

Le dábamos más voto al destino y forzábamos menos las cosas.

Mi primer amor lo tuve hace más de 15 años. Él me llevaba 5 años, ya era mayor de edad y yo una pequeña puberta descubriendo.  En ese entonces, las relaciones se daban entre la “bolita de amigos”, vecinos (éramos vecinos, de hecho), o compañeros de escuela.

En resumen, el amor a distancia no funcionaba para nada, todo debía darse en cortito. No existía Whatsapp ni mensajes en Facebook, ni Telegram, etc.

Hemos transformado la forma en la que demostramos en amor. Se supone que las redes sociales nos facilitarían las cosas, pero en este sentido a veces las hace más complejas. A pesar de que las relaciones lejanas lo agradecen, hay muchas cosas que quisiéramos conservar del amor de antaño.

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Creíamos más en el destino

Los juegos del destino eran divertidos. Hoy en día es casi imposible dejar que las cosas fluyan de manera natural. Nos da por forzar a que todo suceda, y eso de “el destino tiene un plan…” ya no funciona porque simplemente dejamos de creer en esa posibilidad.

Ahora si quieres algo, vas por eso y punto. Antes, si perdías el número de tu enamorado, no podías correr a Facebook, buscarlo y mandarle un mensaje. El universo hacía su papel, a veces no tan favorable, pero cuando resultaba, el vínculo se hacía más fuerte.

No teníamos un Tinder o ninguna aplicación con la que pudiéramos darlos el lujo de elegir entre un montón de personas para ver con quién hacíamos ese match  que en ese entonces era muy cotizado.

Detalles cursis

Ya no somos amigos de la palabra “cursilería” desde que lo convertimos a “cosas trilladas y  bobas”. Yo recuerdo a mi primer novio, un rockero wannabe escribiéndome canciones y componiendo en su guitarra sentados en un escalón a la puerta de mi casa. Como era mi vecino, cuando no podía dormir, se escapaba de su casa y aventaba piedritas a mi ventana llamándome. Se me salía el corazón.

Hoy, los hombres cada vez son menos detallistas –no todos, aclaro—y las mujeres más frías. No hablo del ramo de rosas inmenso y la típica caja de chocolates. Hablo de los detalles en general, pero que salían del corazón. De esas veces que pasabas horas haciéndole una carta a tu novio para festejar el primer mes de relación. Ahora conozco a parejas que ni siquiera recuerdan el día que iniciaron.

Platicar con tus amigas sobre “el chico” era más interesante

Era impresionante cómo podías recordar cada detalle de tu primera cita, porque a tus amigas les platicabas hasta el color de los calcetines que llevaba puesto.  Lo mejor es que era la única versión que tenían, y reconstruían la historia una y otra vez hasta que podían imaginar la escena tal y como fue.

Hoy te conviertes en una verdadera “stalker” cuando quieres averiguar la vida del susodicho. Me ha tocado ver en cafés, reuniones de amigas con el celular en la mesa tomando nota de todos los detalles: nombre completo, nombre de la ex, a qué dedica el tiempo libre, etc. Incluso antes de la primera cita, ya te repasaste toda su vida.

Las visitas personales

Saber de él implicaba visitarlo en su casa; tocar la puerta, saludar a sus papás y sentarse a platicar, cara a cara y uno que otro beso. Los mensajes de texto ni siquiera eran tan populares. Solo usabas el celular para jugar viborita y alguna llamada muy importante.

Había privacidad y misterio

Ahora todo es demasiado transparente, las publicaciones en nuestras redes sociales nos delatan; si nos enojamos, si estamos felices, si nos queremos casar o si estamos solteros, todo mundo se entera. Cada vez se hace más odioso leer publicaciones rencorosas de personas que no superan el truene o que suplican una cita.

Por otro lado, todo se hace evidente: cuándo salieron, qué comieron, qué película vieron, hasta suben fotos de cómo se besan. En serio, no hagan eso nunca.

Más allá del cortejo y la etapa del coqueteo, los jueguitos inocentes de las indirectas o el derroche de miel, se extraña la proximidad. ¿Cuántos ataques de ansiedad no ha causado la tecnología? A un montón de pobres mujeres y hombres les afecta demasiado la doble palomita azul en Whatsapp, las escenas de celos se han incrementado y las relaciones terminan por puras sospechas.

A pesar de la enorme necesidad de adaptarnos a los cambios y nuevos tipos de relaciones, existen conceptos como la responsabilidad y el compromiso que deberían retomarse. Sigo sin acostumbrarme a ver parejas enajenadas con sus celulares en lugar de conversar, o esa tonta guerra sexista sobre quién debe dar el primer paso, ¡vamos! Hagámonos las cosas más disfrutables y menos conflictivas.

¡Que viva el amor!

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