De seguro recordarán los tiempos aquellos en que la única vía de comunicación eran las cartas. Y no me refiero al siglo pasado o a tiempos remotos, sino que a nuestra propia infancia, y el uso de las cartas como el recurso perfecto para decir lo que sentíamos.
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Puede sonar anticuado, claro, si ahora todo lo comunicamos por chats o las redes sociales. ¿Hemos perdido el romanticismo para siempre? Creo que no todo es tan drástico como parece y es sólo el canal por el que hablamos es el que cambió.
A pesar de esto, las cartas tenían una mística especial. Al escribirlas, lo hacíamos con un cuidado extremo; la letra debía ser bonita y prolija, y si nos equivocábamos en lo que queríamos decir, había que tomar otro papel y empezar nuevamente.
Ese misticismo de las cartas de puño y letra es algo que hemos perdido y que valdría la pena retomar. Si bien, es cierto que aprovechar las facilidades de comunicación y la tecnología es algo positivo, no dejemos que eso sea el centro de todo y no nos olvidemos de la intención.
La rapidez de las vías de comunicación modernas quitan un poco de suspenso y sorpresa al proceso de conquista, las cartas, por otra parte, cumplían esas fantasías que teníamos de pequeñas: el príncipe azul recibiría nuestra carta y llegaría en su caballo blanco a buscarnos.
Tanta fantasía tampoco es buena, tenemos que aterrizar y vivir en el mundo real, pero ¡a nadie le haría daño recibir una carta de amor de vez en cuando!