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Daniela Ramírez y su propia fiesta: los secretos de “Los 80”

“Los 80”, la serie de Canal 13, es su tercera producción ambientada en esa época. Matea y reflexiva, investigó todo lo que pudo para impregnarse de la historia. Se siente absolutamente identificada con ella y su moda, la que disfruta reciclando en ferias y en la ropa usada.

Por Jessica Celis Aburto.
Fotos: Guille Vargas Pohl.
Producción: Guille Vargas Pohl & Esteban Aparicio C.
Maquillaje&pelo: María José Sobarzo.

 

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Daniela Ramírez nació en 1987, década en la que viven tres de sus últimos personajes (en «Los Archivos del Cardenal», «Secretos en el Jardín» y ahora «Los 80»). Y aunque al terminar esa década ella apenas bordeaba los 3 años, lo siente como un período totalmente cercano. «Crecí en una familia muy clásica, muy común. Si miras el set de ‘Los 80’, yo también tuve esa casa. Eso es bonito, porque uno se reconoce en el pasado cuando ve ese tipo de imágenes; en el hecho de tener un papá muy trabajador y muchos amigos en una villa donde se podía jugar en la calle. Crecí en Maipú, y recuerdo todo eso muy familiar, de hacer fiestas de disfraces en el barrio. Ahí se podía hacer lazos de verdad», relata.

Tus recuerdos de infancia y adolescencia son diametralmente opuestos a lo que han vivido tus personajes en las últimas producciones ochenteras.
Sí, nada que ver con lo que me ha tocado ver y hacer. Para mí fue muy radical darme cuenta que había secretos, que no se podían hablar ciertas cosas.

¿Recuerdas cómo recibiste esa información?
Fue al encontrarme con la película «La Noche de los Lápices» (película argentina basada en el hecho real homónimo, de septiembre de 1976, sobre siete adolescentes de la ciudad de La Plata que fueron secuestrados, torturados y asesinados por reclamar una reducción en el precio del pasaje de transporte para estudiantes), en la televisión. No podía creer lo que pasaba en el país. Ahí empecé a preguntar y a investigar.

Daniela es matea, profunda e intensa, y como era de esperarse, para sus roles ochenteros investigó lo más que pudo. Se entrevistó con asistentes sociales, amigos, una mirista, vio «La Batalla de Chile» y recabó la mayor cantidad de información de la época. «Agradezco haber participado en estas series que reflejan un momento muy importante para todos», reflexiona.

¿Hubo alguien o algo que te haya conmovido especialmente en esa investigación?
Conocer a personas que creyeron en algo poderoso, en un Chile más amable.

¿Votaste en las últimas elecciones?
Sí, somos parte de un todo, de lo que pasa.

Eres la menor de tres hermanos y la única mujer. ¿Te marcó esa situación de manera especial?
Me marcó porque aprendí a defenderme (risas). Mi hermano mayor era más de defenderme y el otro era más de igual a igual: o nos odiábamos o nos amábamos. Con él aprendí a luchar, a pegarnos, a reírnos, a bañarnos juntos (risas). No tuve el referente de la niñita. Jugué mucho con las Barbies, pero también me subía a los árboles, jugaba a los autitos, a la pelota y béisbol. En la villa jugábamos todos los niños, las Navidades eran muy bonitas, salíamos todos con nuestros juguetes nuevos.

¿Mantienes contacto con alguno de esos amigos de infancia?
Con pocos, porque cuando quedé embarazada (16) decidí realizar un corte, y además todos teníamos realidades distintas a esas alturas.

¿Cómo recibieron ellos esa noticia?
Es raro cuando una amiga a esa edad dice que está embarazada…

Sobre todo en esos años… ¿Cómo recuerdas ese momento?
Fue extraño tanto para ellos como para mí. Extraño porque claramente no era el momento, pero lo asumí con mi familia.

¿Ellos te apoyaron siempre?
Siempre.

¿Y en el colegio te pusieron problemas?
No, porque era un colegio muy choro, chiquitito, un poco liberal. Era tan familiar que me apoyaron totalmente. Mi guata creció en clases, con mis compañeros tocándomela. Muy bonito. Esos amigos siguen siendo mis mejores amigos hasta el día de hoy.

Fue en un taller de ese colegio donde Daniela descubrió la actuación. Tenía 14 años. «Era un taller muy comprometido, de hecho nos fuimos a hacer una gira a Chiloé y a otras regiones. El profe Nelson era muy movido y nosotros muy motivados. Ahí encontramos un espacio de reflexión y opinión. También recuerdo a mi profesor de Historia, Leo, al que adoraba porque nos enseñó mucho. Nos despertó la conciencia social, nos mostró otras realidades y nos enseñó que el más inteligente no es el que sabe más, sino el que es capaz de estar en cualquier lugar y logra comunicarse.

Vio «La Negra Ester» en la Plaza de Maipú y luego, por una actividad del colegio, el «Húsar de la Muerte». Supo que tenía que dedicarse a la actuación, nunca pensó en estudiar otra cosa. «Me gustaba estudiar, ir a clases, hablar, debatir, tener diálogos con los profesores y entender si estaba equivocada en algo. Me gustaba aprender de mis errores, ponerme en situaciones», detalla.

 

LA RECICLADORA DE ROPA
Hace un par de años era común recordar con horror los looks de los 80, y ahora están de vuelta. ¿Qué te parece?
Eran entretenidos. Son como un pastiche de ropa americana reciclada, y yo siempre me vestí como en ferias. Con mis amigas íbamos con mochila de campamento los domingos a comprar ropa.

 

¿Tienes algún estilo que te identifique?
Ahora soy más clásica y tengo alguna tendencia al «rockerismo» (risas). En la universidad me vestía con vestidos, calzas, pero siempre tratando de verme distinta, había que marcar siempre una diferencia, tener un sello propio (risas).

¿Y pasaste por la etapa de la hippie con morral?
Sí, pero a los 11 años. Iba al colegio con morral, pero después me cargó. Compraba polerones grandes, poleras con estampados, camisas con amebas, ocupaba mucha falda corta.

¿Y ahora qué abunda en tu ropero?
Jeans y poleras. Antes no usaba mucho pantalón.

¿Te gusta la moda, te ocupas del tema?
Sí, me gusta, pero cada vez salgo menos a vitrinear porque no tengo tiempo y no me gusta ir al mall. Me agobia. El momento en que he estado más conectada con el tema fue cuando me compré una máquina de coser y me empecé a coser. Adaptaba ropa. Nunca tomé clases, aprendí de una amiga que cosía muy bien. Comprábamos vestidos gigantes y achicábamos o hacíamos otra prenda con él. Nos gustaba mucho adaptar pintoras: ¡son increíbles! Lo último que hice hace poco fue achicar una jardinera enorme que me quedó maravillosa (risas).

¿Dónde compras ropa usada?
Antes iba más a ferias, ahora, si estoy Bandera, compro ahí. También cuando acompaño a mi mamá a las ferias de Buin ando mirando. Amo las ferias, soy un poco obsesiva con el tema. Me relajo mucho arreglando ropa, es un espacio importante para mí.

Las alfombras rojas están siendo cada vez más recurrentes. ¿Cómo te manejas en ese ítem?
Tengo ayuda, porque para mí es terrible el tema, ya que me gustan las cosas más simples.

Pero te ocupas del tema, no llegas con jeans…
No, me preocupo. Es algo que he tenido que aprender, a jugar más con eso. ¡Si igual es entretenido! Es un momento.

¿Te cuesta cambiarte el look, cortarte el pelo?
No. Antes tenía miedo a teñirme. La primera vez fue para «Secretos en El Jardín», donde me hicieron unos visos. Eso fue lo más radical que me habían hecho en la vida. Luego para «Los Archivos…» me pusieron más rubia, y después ya me empezaron a teñir. Me encanta cambiar, pero por los personajes no me gusta hacer algo que no vaya a funcionar después.

 

LA MAMÁ
Tu hijo Martín ya tiene 11 años. ¿Cómo es su relación?
Converso harto con él. Nos damos ese espacio, y lo único que le pido es que sea lo más niño que pueda.

¿Eres mamá-amiga o mamá-mamá?
Me cuesta separar la amistad de la maternidad, y lo pasamos muy bien. Conecto con su humor, pero sí le pongo límites. Disfrutamos mucho de las cosas que hacemos, cosas muy cotidianas como jugar cartas, pasear, tirarnos en la alfombra. Me encanta ser mamá.

¿Cómo ves a los papás ochenteros en relación a los de generaciones como la tuya?
Siento que ahora hay un goce mayor de los niños, que se disfrutan más que sólo criarlos. Creo que no hay tanto temor en presentarles la vida.

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