Si existiera una manera inteligente de enamorarse, si fuera fácil orientar el corazón hacia una relación que más o menos se perfila al éxito; pero no, el amor es caprichoso, bastante.
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Está ante ti, ese muchacho: el que piensa como tú, que te conoce anticipadamente porque es el observador tímido, pero infalible; te entiende, no cabe entre los dos un gramo de aburrición, porque son aburridamente compatibles, pero su humor llena las expectativas de ambos; le muestras un poco de lo que admiras del cine y él te enseña lo que nunca has sabido ni leerás de filosofía, los dos se han apropiado de ideas similares.
Todo es llevadero y él parece ser lo que te recetó el doctor, las horas se han pasado sin contarlas, de repente es otro día, otro año y siguen platicando, sorprendiéndose “¿En dónde te habías escondido todo este tiempo? Al fin encontré alguien hecho a la medida”. Es un sueño conquistado, una nueva insignia que colgarte en tu camisa, la fantasía de la media naranja no era errada, ¡acabas de comprobar que es posible!
Una vez que tu mente y tu razonamiento se han exaltado ante tal descubrimiento, ¿y el corazón? ¿qué dice aquél que tiene la última palabra? Pues increíblemente no ha dicho nada, ni siente, la química no le ha alcanzado para sensibilizarlo. Nada, ni un poco.
El chico se ha emocionado, tanto como tu mente. Te dice en formas poco convencionales pero hermosas, hechas exclusivamente para ti, que quiere dar el siguiente paso contigo (y los espectadores alrededor les echan porras). Decir sí, no, no sé. No te nace tomarlo de mano, ni besarlo, y si accedieras ¿es un intento de engañar al corazón? ¿Vale la pena intentarlo? ¿Friendzone? Mejor seamos honestos.
El amor nunca será como nos lo platican, ni como lo imaginamos. Estaremos atrapados en el jueguito del “le gusto, pero a mí me gusta alguien más, al que le gusta otra, a la que le gusta otro”. Ya sabíamos que no podemos forzar al corazón ¿o sí?
Sin embargo estás dispuesta a dar la mano, besar y algo más a aquél otro con quien no compartes nada en común, excepto una corazonada. Al que no te entiende, el de los blockbusters, al que lee los más ridículos best sellers, al que estás consciente que no forma parte del espectro de tus expectativas, el que nunca ha experimentado las formas libres de la imaginación y se encamina por estándares menos riesgosos. Como en la romanticona película “One day” donde Emma encuentra a su intelectual Ian que la comprendía, pero ella siempre amó al chiflado de Dexter.
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¿Qué haremos? ¿Obligarnos a sentir? Por mi parte, prefiero hacer caso acá dentro, a contracorriente de amigos que auguran una relación acertada con mi media naranja; voy por la idea que uno se mete en un noviazgo porque está enamorado, o por lo menos ligeramente infatuado.
¿Alguna vez has estado en la misma situación?: encontrar tu alma gemela, una relación tocando a tu puerta y tú sin sabor en la boca, ¿lo intentarías?