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Luciana Echeverría: “Me ha servido seguir un camino espiritual”

Tiene 22 años, pero una pila de historias que bien podrían hacerla pasar por una veterana. Perdió a su padre a los 14 y desde esa edad se gana la vida. Sin embargo, tras grabar tres teleseries seguidas, con personajes cargados de dramatismo, tuvo que parar. Se agotó y decidió partir de viaje. Ahora la vemos de regreso en la pantalla grande, en “Video club”, el nuevo filme de Pablo Illanes, un proyecto que la obligó a explorar un género que no la convencía. Ella, una vez más, escuchó, aprendió y salió victoriosa. Así de grande, así de madura.

 

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Por Jessica Celis Aburto.

Fotografías: Gonzalo Muñoz.

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A los 14 años empezó a actuar y nunca más paró. «Desde que soy una adolescente tengo guiones en mis manos. No lo busqué. Creo mucho en la magia de la vida, en las oportunidades y conexiones. Además, vengo de una familia súper mística, que vivó siempre fuera de Santiago, entonces, nunca tuve un mundo cuadrado ni una plataforma a seguir. Hice teatro en el colegio y recuerdo haber ido a varios festivales. Entrar a la TV fue una consecuencia natural de eso, de seguir haciendo lo que me gustaba, porque siempre quise ser actriz».

Luciana Echeverría tiene apenas 22 años, pero al conversar asoma su madurez, y las mil y una vivencias acumuladas en su corta vida.

Leí por ahí que eras como una vieja chica. ¿Así te defines?

No me gusta esa palabra y quizás no la dije tal cual, pero claro. Trabajo desde los 14 años, vivo sola desde los 16. Como vengo de una familia atípica tuve otras formas de estudio también (terminó la educación media en un Instituto para compatibilizarla con el trabajo). El colegio pasó a un segundo plano, porque tenía claro lo que debía hacer y la vida me estaba guiando por dónde ir. Tampoco vengo de una familia rica, tuve que buscarme la vida, porque no tenía quién me pagara la universidad o el instituto, por ejemplo. Nunca nos faltó nada, mi mamá ha sido un siete, pero somos muy independientes. Tengo otra hermana, que también es actriz y se fue a viajar siete años. Somos un poco hijos del rigor, pero también es lo que nos tocó.

Su papá era ceramista y murió cuando ella tenía 14 años. Luciana y sus 4 hermanos se fueron a vivir a Santiago con su mamá. «Éramos súper hippies, íbamos de lugar en lugar. Eso me dio una libertad que se las agradezco hasta el día de hoy, porque gracias a eso soy lo que soy y tengo claro cómo moverme en la vida, cómo aceptar ciertas cosas, aunque no me agraden».

Dices que la vida te tocó así. ¿Estás satisfecha con la manera en que la has manejado o sientes que te saltaste etapas?

Estoy súper contenta. Siempre quise viajar, por ejemplo, y claro que me he saltado etapas, pero no sé si me habría gustado vivirlas.

No te haces zancadillas con el deber ser social…

No, no hay nada que extrañe no haber hecho. Sí me han faltado vacaciones, pero me las estoy dando ahora de grande. Me gusta viajar sola. Ahora me voy a Colombia un mes. Creo que trabajo para viajar también, porque es algo que me llena el alma.

«SUFRIMIENTO» TELEVISIVO

Sus últimas participaciones en teleseries –»Primera Dama», «Témpano» y «Mi nombre es Joaquín»– la sumergieron en roles intensos, sufridos. ¿La consecuencia? Un desgaste profundo. «No sé por qué, pero me han tocado papeles tan dramáticos y sufridos, como el de ‘Mi nombre es Joaquín’, de la que salí agotada. Creo que todos los que formamos parte del elenco tuvimos un desgaste grande; en especial Álvaro (Rudolphy) y yo. Mi personaje partía y terminaba mal. Y aunque aprendí mucho, me agoté».

¿Cómo vuelves a tu centro luego de ese desgaste?

Debo reconocer que con esa teleserie se me hizo difícil,  pero no sé si fue por esa teleserie en particular o porque venía de hacer tres seguidas con personajes fuertes. Decidí parar un año y viajar, porque lo necesitaba. Como partí trabajando muy chica, tenía la necesidad de hacer otras cosas. También me dediqué a editar videos (como el teaser del libro basado en «El Arrebato», de Sebastián Arrau) y me metí a muchos seminarios de sicología.

Eres una actriz autodidacta y en Chile hay un tema con el cartón universitario. ¿Has sentido la presión por tener un título?

Creo que es una cosa clasista que tienen los chilenos. Son prejuicios. ¿Porque tengo un cartón soy mejor o peor? He conocido gente que sale de escuelas y, de verdad, no sabe nada. A mí ese tema ni me va y ni me viene, y eso es por la familia que tuve. Seguramente, si no hubiese sido por ellos y por cómo me educaron, estaría lamentándome. Y he aprendido, no es que no haya hecho nada todo este tiempo. He sido autodidacta y me ha servido de esta manera, porque me ha ayudado a conectarme con mis emociones. Hay otras personas a las que sí les sirve estudiar y eso también es positivo, pero pensar que sin un cartón no eres nadie, es muy chileno.

¿Te gusta Chile, lo que ves?

Sí, me gusta, lo paso bien.

¿No te han dado ganas de irte?

El año pasado tuve ganas de irme a España, pero me di cuenta que allá está todo mal (risas).

¿Viajar te ha ayudado a valorar lo que tienes acá?

Sí, mucho. Antes decía: «No, Chile no, porque afuera está todo pasando» (risas). Ahora me doy cuenta que no estamos tan mal. Me encantaría ir a filmar una película afuera, con Almódovar o todos los clichés que se te vienen a la cabeza. Pero acá estoy aprendiendo mucho también y creo que estamos haciendo buenas producciones.

¿Fue muy difícil dejar TVN  e irte a Mega?

Fue más difícil cuando me fui de Canal 13 a TVN. Estaba trabajando con Herval (Abreu) y nos entendíamos muy bien profesionalmente, y eso es difícil. Llegué a un canal donde hay directores que tienen otras mentalidades y encajar en eso me costó, al igual que adaptarme el ritmo de la TV, que es tan rápido, que apenas alcanzas a procesar lo que haces.

¿Qué te ha ayudado a mantener la estabilidad en el mundo televisivo?

La espiritualidad.

¿Tienes amigos ahí?

No, pocos. Pero los pocos son muy buenos.

¿Eres muy solitaria?

Sí.

Amante del silencio.

Sí. Pasé por una etapa en que ni siquiera escuchaba música. Eso tiene que ver con el duelo que he tenido que hacer por la muerte de mi padre. Me encanta estar sola y escuchar música, prender un cigarro o simplemente me echo horas y horas, y me quedo pegada pensando en mil cosas y no me doy cuenta cómo se me pasa el tiempo.

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