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Jung & Jung, padre e hijo juntos: Julio comienza en Julio

No son clones. Un Julio no es la extensión del otro Julio. Se llaman igual, pero son bien distintos: Jung Del Favero el papá y Jung Duvauchelle el hijo, juntos por primera vez en una obra que los enfrenta en edad y amor, pero nunca en pasión.

 

Por Angélica Salas. Fotografías: Gonzalo Muñoz.

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Nos reunimos en el magnífico departamento de Julio padre el mismo día del estreno de la obra «Yepeto», en la cual actúa junto a su primogénito. Me muestra fotos, muchas fotos. Varias de ellas con su hijo como protagonista. Lo mira y dispara: «Soy tan obseso con él! ¡Lo jodo mucho! Estoy detrás de él todo el día. ¡Lo hincho porque quiero tener un nieto! Disfruto con los de la hija de mi actual señora, pero no es lo mismo». «Ha sido aprensivo conmigo siempre…», repara Julio hijo.

«Si yo hubiese sido multimillonario –continúa Jung Del Favero– jamás lo habría mandado al colegio; habría tenido un tutor que le enseñara de todo… Creo que esto de ser así es hereditario: yo fui el primer hijo, el primer nieto, el primer sobrino. Cuando la gente venía a conocerme, casi que en procesión, mi papá les hacía ponerse una mascarilla, ¡no le fuera a pasar algo al niño!».

«Hasta el día de hoy le decimos ‘la guagua’ porque hay que hacerle todo: desde el cafecito hasta las cosas tecnológicas, como el Twitter. Olvídate de que haga siquiera un huevo…», reclama Duvauchelle.

«No sé hacer las cosas, ¡pero sé dirigir para conseguirlas!», remata papá Jung. «Y a él le decimos Chamo, que es como Chavo, pero en Venezuela».

¿Por qué razón le pusiste Julio a tu hijo?

A mí me pusieron Julio por mi padre, Humberto por mi abuelo, Gonzalo por mi pediatra y Benito, por Benito Mussolini. Y la verdad es que la cagué poniéndole Julio a mi hijo. Fue falta de creatividad. Creí que él iba a ser cualquier cosa, menos actor. Y eso que le cargaba que uno fuera actor, porque la gente se nos acercaba para fotos o autógrafo, y él se sentía un poco invadido.

No querías ser actor, como tu padre, y lo fuiste… Seguirás el mismo proceso respecto a lo activo políticamente que ha sido? (fue concejal de Providencia y Consejero Cultural en Barcelona).

Creo que siempre he sido político. Después de vivir mi infancia en Venezuela, llegué a un ambiente politizado. En el colegio Latinoamericano nos allanaban para saber si la imprenta del colegio la usábamos para hacer panfletos para el MIR. Sí, tengo mi opinión política y converso de esos temas.

Si bien a Jung Del Favero le gustaría ser embajador en Venezuela –país en el que se destacó y donde sabe lo quieren mucho– está desencantado de la política en Chile, de tanto «amiguismo». «Me da risa cuando dicen ‘nadie se va a repetir el plato…, ¡y claro! No comerán filete a la pimienta, ¡pero comerán porotos granados!».

Él, que alguna vez tuvo en su contra dos decretos de prohibición de ingreso al país, jamás ha pedido acceder a los beneficios de exiliados-retornados. «Nunca he pedido una pensión… Ni nunca me la han ofrecido, ningún gobierno, y conste que ya he cumplido más de 50 y tantos años en actividad».

¿Qué le heredaste a tu hijo?

Él cree que todo lo que yo digo es con ironía… Eso le carga.

«Pero papá, ya voy cachando mucho más cuándo es de pesado, o cuándo me quieres sacar una sonrisa».

«Yo siempre, al igual que mi hijo, he sido muy tímido. Y, para acercarme a las mujeres, me tuve que construir un personaje».

«Y eso es, tú vives el personaje, algo que siempre he renegado de los actores…».

«No tiene mi porte… A pesar que me he ido achicando…, ya son más de 70 años…».

«Tengo tus ojos…, pero lo que creo que te preguntan es por el lado sicológico».

«¡Ah, sí! La bondad de mi hijo es exagerada. Él es tan bueno, pero tan bueno…, yo nunca fui así. Es buen compañero, cumple ortodoxamente con todo lo que le piden. Es una actitud ante la vida de cierta responsabilidad».

«¡Y amor y pasión por el teatro! Lo vi desde chico en ti y en mi mamá (la también actriz María Elena Duvauchelle)».

«En esa época era un oligofrénico, creía en la perfección, ahora sé que no existe…».

«Lo que sí nos impacta a mí y a todos mis compañeritos más jóvenes, es que mi papá es capaz de llegar media hora antes de salir a escena, tomarse un café, conversar con el público que va a entrar a ver la obra de teatro, cambiarse, y empezar la función. Nosotros tenemos que llegar dos horas antes, ensayar, ensayar y prepararnos».

¿Te asustaste mucho cuando a principios de año a tu papá casi le da un infarto?

Sí. Quedé preocupado. Se inserta la idea que puede pasar en cualquier otro minuto de nuevo.

«Tranquilo, si me queda mucho por delante…».

«¡Pero te tení que cuidar, poh weón!»

«¡Pero si yo me cuido!»

Jung hijo niega con la cabeza, y arremete: «Tengo que volver a decir esto… Espero que llegue el día en que me pesque. Tengo ganas de formar la compañía de teatro ‘La Familia’, mi mamá, mi viejo y yo».

«El problema con tu idea es que suena como la Fundación Regazo, como un Techo para Chile…».

«¡Qué eres weón! ¡Noo! La idea es que hagamos obras de teatro en que mi vieja y mi viejo actúen y yo los dirija, o mi mamá nos dirija y actuemos los dos, etcétera».

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