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Loreto Seguel, ministra del Sernam: “Esta no es una campaña de desnudos”

Con tan sólo 6 meses en la secretaría de Estado –y a dos años de la implementación de la ley de Postnatal– la ingeniera civil puntualiza los avances y focos de la nueva campaña contra la violencia a la mujer y sus desnudos, la futura Ley de Corresponsabilidad, y los temas más importantes para el Ministerio de la Mujer.

 

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Por Pilar Huilcaleo Mateluna

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Loreto Seguel King (36) asumió en abril de este año el liderazgo del Sernam tras el traslado de Carolina Schmidt a la cartera de Educación. En los 11 meses que le quedan en el cargo debe no sólo sacudirse la sombra de una de las ministras más emblemáticas de la administración de Sebastián Piñera, sino además encontrar y marcar su sello. Esto, que a cualquier hija de vecina podría inquietar, a ella parece no importarle. Tampoco le importa ser la colaboradora más joven del Gobierno: ella pisa fuerte.

«Soy apasionada, perseverante…, e intento ser paciente y prudente» dice al autodefinirse, aún cuando su intensidad desbarate sus últimas intenciones; buena para hablar, se adelanta a las preguntas, corrige, puntualiza, vuelve a recalcar una y otra vez, tratando de destacar cuán importantes han sido los avances en su Ministerio, y lo que en este corto tiempo ha sido capaz de realizar. Casada y con una hija de 5 años llamada Antonia, esta mujer pide un nuevo gobierno de su coalición: «tengo la convicción de que es necesario», recalca.

Asegura que «nunca quise ser Ministra, pero creo que llegué acá porque soy una emprendedora desde el ADN». De madre matrona y papá ingeniero, quiso seguir los pasos de su progenitor. Estudió Ingeniería Civil en la Universidad Católica, y luego un Magíster en Ciencias de la Ingeniería. Durante diez años trabajó en diversas entidades, como la Fundación Jaime Guzmán o el Centro de Excelencia en Gestión de la Producción de la PUC. Al menos tres Gerencias Generales han estado en sus manos. Aterrizó en el Gobierno directo a Mideplan, y luego llegó a ser subsecretaria de Servicios Sociales del Ministerio de Desarrollo Social.

El Sernam acaba de lanzar la campaña contra la violencia machista. ¿Cómo se trabajó en ello?

La campaña busca, primero, trabajar el tema cultural, queremos seguir diciendo que esto es algo que todos los chilenos y chilenas debemos condenar. Hoy aún se relativiza. Violencia es violencia. Por eso el slogan «Me empelota la violencia». Por otra parte queremos que las mujeres se acerquen al Sernam en etapas tempranas de la violencia. Siempre ésta va en escalada, por eso es importante que prontamente, ante los primeros indicios, la mujer pida ayuda. No reemplazamos a Carabineros, eso lo quiero dejar claro, pero tenemos profesionales idóneos para este tema, que pueden acompañar de buena forma a la mujer y a su familia. Pero lo importante es que no espere 32 años, por ejemplo, para acercarse. Porque cuando eso sucede, ya está en riesgo su vida.

Convengamos que el problema de la violencia tiene un carácter cultural profundo…

Con la campaña logramos de verdad generar un impacto y una sensibilización, porque no nos podemos olvidar que es muy difícil que las mujeres jefas de hogar vean las noticias a las 10 de la noche. Porque esas mujeres, a esa hora, la mayoría está trabajando con los hijos, la comida…, entonces no es tan fácil. Pero cuando uno la mira en los programas de farándula, o en tantas otras instancias, uno se da cuenta que puede llegar a quien nosotros queremos. Porque además esta no es una campaña televisiva, es una campaña de vía pública y de redes sociales. Pero tienes razón que acá hay que ir avanzando en el tema cultural, hay un problema profundo. Indudablemente en Chile hay hombres que creen que la mujer es de su propiedad; indudablemente hay violencia entre los niños y en el pololeo. Tenemos un tema en Chile. Esta campaña se pone en esa línea y lo denuncia. Hay un tema cultural, pero creo que otra cosa que tiene la campaña es que comenzamos a develar que la violencia tiene muchas dimensiones… No sólo es la violencia física, también la sicológica, económica, sexual. Ahí uno entiende que mucha gente no sabe qué es violencia.

En las redes sociales la primera reacción fue comentar el desnudo de las personas que participaban. ¿No se pierde el foco?

Esta no es una campaña de desnudos. Esta es una campaña de no-violencia y cómo la combatimos. Pero nosotros necesitamos llegar a millones de mujeres que tal vez no han tenido acceso a educación o no tienen internet, que son jefas de hogar. Entonces, cuando uno entiende esa dinámica, tuvimos que buscar todos los medios que finalmente remezcan al país.

 

Utilizar la farándula, por ejemplo…

Es una estrategia comunicacional, y si lo tengo que hacer de nuevo, lo vuelvo a hacer, porque aquí las únicas que ganan son las mujeres de Chile. Además cada uno de los rostros tiene un rol importante hoy: Carmen Gloria Arroyo trabaja con mujeres, apoyándolas en distintas dimensiones. Emilio Sutherland, en su línea, trabaja para denunciar los abusos. Cristián Sánchez y Diana Bolocco son una pareja que, además de estar en la farándula, proyectan amor, respeto. Por tanto no es casualidad los rostros que participan; ellos hoy están en un medio televisivo con un rol país importante. No es cualquier campaña, y no es cualquier rostro.

¿Quisieron dar un impulso a la campaña con el anuncio que hizo el periodista Francisco Saavedra, confirmando que circulaban fotos desnudas de Diana y Cristián…?

Pancho Saavedra fue fundamental en esto, todo es real. Se le ofrecieron las fotos, no hubo ninguna mentira, pero él vivió en carne propia cuando todos dicen «pero por qué te metes en eso…», «te estás metiendo en problemas», «para qué hablas de eso». Tal vez eso es lo mismo que cuando un vecino sabe de algo y evita denunciar. «Total son unas fotos», «total son unos gritos…, tú no te puedes meter». El rol de Pancho fue resistir los fuertes embates que vinieron, y fue tremendamente importante. Porque lo más fácil es no poner un tema. Diana y Cristián eran parte de esa estrategia. Esa expectativa era fundamental para el lanzamiento de la campaña. Tiene mucho que ver también con lo que he hecho personalmente, que es recorrer Chile con una prioridad: juntarme con las familias de los últimos femicidios. Lo he hecho en reserva, para dimensionar el problema. Y me encontré con que era fundamental que dijéramos «me empelota la violencia», porque si no yo, vecino, escucho que a una mujer le pegan y digo «no me meto en relaciones de pareja». Pero cuando uno está más allá y es capaz de decir «no a la violencia», la cosa cambia. Esto es parte del plan nacional de prevención que lancé hace pocos meses, y que es parte de mi gestión como ministra. Esta campaña es parte de varias acciones contra la violencia.

¿Cuáles más?

En este plan nacional hemos tenido dos focos: el principal es la red de apoyo, el círculo cercano, ellos son fundamentales en esto. Nosotros como Sernam no podemos cumplir el rol de Carabineros, pero sí podemos entregar herramientas para que ese círculo cercano sepa qué hacer y dónde acudir. Por eso estamos con charlas especiales para las mujeres víctimas: desde hace algunos meses Carabineros nos está enviando todas las denuncias y nosotras, desde el Sernam, las llamamos a ellas y a su red a lo largo de todo Chile para hacer talleres de apoyo. Además estamos haciendo lo mismo con los dirigentes sociales. Creemos que una red de apoyo con herramientas, un vecino activo, es alguien que puede proteger a una mujer violentada.

¿Cómo es la violencia contra las mujeres en Chile?

Hay un círculo de violencia, hay una cultura que cree que la mujer es de su propiedad, de no entender lo que es respeto. Hay una cultura que cree, por ejemplo, que «amor» es tener las claves de las redes sociales de su pareja… Eso no es amor, ¡es control! Cuando uno comienza a comprender esta dimensión, puede entender completamente las dinámicas del maltrato. La violencia física es la expresión máxima contra las mujeres, antes de eso hay una serie de otras violencias: que el marido manipule con dinero a su mujer es violencia, y muchas no lo saben. O esa otra violencia, la sexual…, es muy difícil para una mujer vivirla, y sobre todo tienen una vergüenza muy grande de reconocerla. Es importante ponerla sobre la mesa. Las mujeres nos movemos por lo que nos dicen más que por lo que nos hacen. Ese «te quiero» a veces es más fuerte que si te maltratan de otras formas. Una mujer logra denunciar cuando la agresión física es tan grande que supera todo las promesas que ya ha escuchado. Pero ahí viene el hombre agresor y comienza con el «perdóname, fue la última vez», «te quiero», «voy a cambiar», «hazlo por nuestros hijos». Y muchas veces ante esas palabras ese dolor físico desaparece y la mujer se retracta. Este es el círculo de la violencia: Jessica, 21 años sufriendo violencia. La señora de El Bosque, ¡32 años! Y lo peor son esas frases que todos hemos escuchado y que nacen de la propia sociedad: «tanto tiempo aguantando; le dijimos de todas las formas y no escucha…, entonces, ¡le gusta que le peguen». ¡Es terrible! Es no conocer la dinámica perversa del maltrato que vive una mujer. Otras veces dicen «es que él está enfermo, lo que debes hacer es ayudarlo…» ¡Mentira! Hay algunos hombres que tienen sicopatías, pero la gran mayoría de ellos no está enfermo; lo que hay que hacer es reeducarlos.

¿Cuál es la distinción?

Es reeducación, no rehabilitación, porque no están enfermos. Cuando uno está enfermo, está enfermo con todos. Si me resfrío, me resfrío completamente. Pero en general los hombres maltratadores de su mujer son violentos sólo con ella. No es con la mamá, la tía o el jefe. Por eso creemos que hay que reeducar las conductas que, lamentablemente, por un tema cultural, tienen desde chicos. Nosotros tenemos centros de reeducación de hombres que son agresores leves, que tienen la libre voluntad de reeducarse, lo que es fundamental. Y si se preguntan por qué el Sernam trabaja con hombres, les quiero decir que lo más relevante es cuando se logra reeducar a un hombre que quiere hacerlo, porque así además protegemos a la actual víctima y sobre todo a posibles futuras víctimas. Lo más triste es que se constata que más del 60% de los hombres que hoy están en esos centros, vivieron o vieron violencia en la niñez. Necesitamos que esos hombres sean buenos modelos para sus hijos.

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