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Evelyn Matthei: “No me cuesta decir lo siento”

Dijo que no sería candidata. Lo repitió muchas veces. Hoy plantea que el aceptar ser la carta presidencial por la UDI fue casi una cuestión de honor: “No me cabe en la cabeza que alguien que se haya jugado por ciertos ideales ( ), si le dicen que lo necesitan, diga que no”. Instalada en el living de su casa repasó el actual momento político que enfrenta y aspectos más personales, como su relación con la familia Bachelet-Jeria, su desconocida afición por Jane Austen y su fama de buena para el garabato. El tema le da lo mismo. Ella se mata de la risa.

 

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EVELYN MATTHEI EN SESIÓN DE FOTOS EXCLUSIVA PARA MUJERES

Por Jessica Celis Aburto.

 

Evelyn Matthei es simpática. Muy simpática, de hecho. Acogedora, sencilla. Cuesta enfocar la imagen de la mujer afable que nos recibe en su casa, con la de la política que habla fuerte, enfrenta a sus adversarios sin pelos en la lengua y que el 20 de julio se convirtió en la candidata presidencial de la UDI tras la renuncia de Pablo Longueira. Lleva 15 días en estos trotes, y pese a que está exhausta asegura que siente una tranquilidad que la asombra. «Fue tan inesperado lo de Pablo…, nos dejó a todos helados. Yo lo supe cuando iba a camino a Valparaíso. Al principio pensé que podía ser broma, pero me dijeron ‘Jovino (Novoa) va a hablar contigo’. Esta vez yo estaba feliz que fueran otros los candidatos y quería apoyarlos con todo; sin embargo, me di cuenta que en la UDI querían que fuera yo, y uno no dice que no. Cuando estás en un equipo y te toca llevar la pelota, la asumes y tratas de llevarla lo mejor posible. No me cabe en la cabeza que alguien que se la haya jugado por ciertos ideales, por ciertos sueños de sociedad o ciertas posturas políticas, si le dicen que lo necesitan, diga que no».

«Cuando lo supe, no llamé a nadie para contarlo o preguntar. Me lo propusieron y dije que estaba dispuesta, pero no sabía si estaban evaluando otras opciones que también podrían haber dicho lo mismo que yo, por lo tanto no hablé nada con nadie. Mi marido y mis hijos estaban fuera de Chile, y el que sí me llamó al día siguiente fue mi papá, quien me dijo ‘mijita, creo que se le puede venir algo encima, igual como se me vino encima a mí el cargo de comandante en Jefe. Y si pasa algo así, usted asume, y lo hace con alegría, optimismo, mucha responsabilidad y tratando de hacer las cosas bien’. Estuve dos días callada viendo lo que sucedía y finalmente me fui dando cuenta que iba a ser yo la candidata presidencial. Recién ahí le conté a mi marido, aunque él ya había intuido que algo pasaba por las noticias que estaban saliendo. Él no quería, pero luego de conversarlo bien, estuvo de acuerdo. Nosotros somos una familia muy especial. Acá cada uno toma sus decisiones y todos los demás apoyamos en lo que el otro decide. Nadie se mete u opina. Si a uno le preguntan, uno da la opinión, si no, solamente apoyamos».

A su marido, el economista Jorge Desormeaux, lo conoció en el colegio, pero sólo volvieron a reencontrarse cuando estaban en la universidad. El amor fue fulminante. «Él es 3 años mayor, y lo que recuerdo es que estaba en un grupo de actuación en el colegio, y luego nos topamos cuando fue mi profesor en la universidad. Un día nos pusimos a conversar, enganchamos, y me invitó a comer. Ese mismo día nos pusimos a pololear, y a los 5 meses nos casamos».

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Él y sus 3 hijos (Jorge, Roberto y Antonia) son los pilares de una carrera política que de bajo perfil no tiene nada. Desde el Piñeragate hasta sus salidas de madre que la tienen convertida en la protagonista indiscutida de desopilantes caricaturas que inundan las redes sociales.

Has dicho que sufriste discriminación por ser mujer. Tras años en la esfera política y ahora como candidata, ¿cómo enfrentas el tema?

Creo que gracias a Dios las circunstancias han ido cambiando en Chile. Salí del colegio con muy buenas notas, di una buena P.A.A y entré con buen puntaje a la universidad. Salí como mejor egresada de mi promoción, pero me invitaban a la prensa a hablar de aborto y divorcio, y no economía, que era la razón por la que entré a la política. Yo entré porque creía que eran necesarias políticas económicas públicas para lograr mayor equidad y superar la pobreza, entre otras razones. Creo que todo el mundo pensaba que yo era la hija de mi papá o la mujer de… Me costó bastante tiempo mostrar lo contrario, y decidí no meterme nunca más en una comisión de Familia. Decidí que no iba a dejar que me encasillaran, que iba a dedicarme a temas que eran bien de hombres, como Hacienda o Economía. «Aquí hay que abrir caminos», me dije. Ahora uno de los puestos más importantes –director de Presupuesto– está en manos de una mujer.

¿Sufriste?

Siempre he sido intensa. Sí, era intensa de ministra; sí, lo fui de senadora y diputada, y si llegara a diseñar jardines, también sería igual de intensa (risas). Cuando vives con intensidad y pones todo de tu parte, obviamente que hay gente que piensa distinto que tú, y obviamente que a veces tienes dificultades para avanzar y sufres discriminación, pero eso es parte de la vida. Más que sufrir, creo que es una parte tan estimulante… Es sentirse que uno está vivo, que uno hace una diferencia, lo encuentro desafiante y magnífico (risas). Pienso en mi hermano que era médico y con quien éramos muy parecidos. Desgraciadamente murió. Él también tuvo momentos duros en los que pensaba una cosa, y la mayoría pensaba otra. Lo que quiero decir es que a nosotros nos criaron para estudiar, leer y pensar mucho, y tomar las decisiones con responsabilidad, aunque la mayoría piense distinto. Eso es algo que tenemos todos en mi familia. Cuando eres así, y no te dejas llevar por la mayoría, sí hay veces que lo pasas mal, pero al mismo tiempo duermes muy tranquilo. Recuerdo perfecto cuando después del plebiscito mi papá reconoció el triunfo del NO; salíamos a la calle y le gritaban traidor, y a mí, hija del traidor. Pero él hizo lo que era correcto y estoy orgullosa de eso, aunque en su minuto haya sido incomprendido.

¿Te cuesta reconocer que te equivocas y pedir perdón?

No, nada. No soy orgullosa ni rencorosa. Y cuando otros se equivocan no condeno y no me gusta que la gente lo haga, porque todos nos equivocamos. Hay veces que nos equivocamos porque no hemos tenido toda la información, o porque tenemos rabia, o porque creemos en alguien que nos cuenta mal una historia, etcétera. A mí me basta con que alguien me diga lo siento, y se me olvida el tema. No me cuesta nada decir «perdona, lo siento».

Carlos Larraín, presidente de RN, ha dicho que no eres una candidata de unidad, que generas anticuerpos, y sugirió que congelaras tu militancia en la UDI…

Esa es su opinión, tiene derecho a expresarla, pero también he estado con otras personas del sector que han demostrado entusiasmo por este proyecto, por lo que veremos qué sucede en el consejo de RN. Lo único que quiero señalar es que yo no estoy dando gestos; estoy actuando con equidad hacia ambos partidos, no porque esté tratando de agradar a alguien, sino porque creo que es lo correcto, lo justo, lo que uno debe hacer. Lo de congelar mi militancia es raro, porque en rigor uno sigue siendo militante. Legalmente no existe la figura del congelamiento. Sebastián Piñera siguió siendo militante mientras fue candidato; cuando salió Presidente, renunció a RN. Eso me parece muy correcto y yo haría lo mismo, porque la persona que es electa ya no se debe a un partido sino a todo el país, independiente si votaron o no por ti.

¿No temes correr la misma suerte de Lavín en el 2009?

En el consejo de RN (el 10 de agosto) pueden pasar muchas cosas, y creo que si uno está haciendo una buena campaña, con entusiasmo y sentido de unidad, el resultado debe ser positivo.

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