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Marcela Cubillos: “Estoy al lado de Andrés de mil maneras”

Hace menos de dos semanas se oficializó la carrera presidencial de su esposo, Andrés Allamand, y está emocionada. “Si pudiera ayudar a que la gente conociera a Andrés tal cual es, me doy por pagada”, asegura. Se desempeñó como diputada en dos periodos, pero dejó todo para acompañar a sus tres hijos y formar la familia de la cual está orgullosa.

Por Carolina Palma Fuentealba. Fotografías: Gonzalo Muñoz. Maquillaje y peinado: Paula Bruzzone para M.A.C.

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«En conciencia, conociendo el daño que un quiebre matrimonial produce en los hijos, no puedo votar a favor de una iniciativa respecto de la cual existan dudas de que, cuando sea ley, pueda significar el aumento de las rupturas», dijo Marcela Cubillos el 2004, abogada y ex diputada UDI, con respecto a la Ley de Divorcio.

En ese momento, estaba casada con José Antonio Silva Bafalluy, padre de sus tres hijos; luego se separó y se volvió a casar mientras sonaban canciones como «Te amaré», de Silvio Rodríguez, y «Gracias a la vida», de Violeta Parra, según cuentan. Sí, las vueltas de la vida. «Uno en la vida va aprendiendo, decía cosas de manera muy categórica en un minuto», confiesa enérgica, analizando las experiencias por las que ha pasado.

Tiene tres hijos. José Antonio, que acaba de cumplir 18 años, «para tragedia de la madre», y que vive hace cinco meses en Nueva Zelanda por un intercambio escolar. «Se me han hecho eternos estos meses… A mí, no a él», aclara. Luego sigue León, de 14, y Baltazar, de 12, el más pequeño.

Hace algunos años se encuentra retirada formalmente de la política porque le quiso dedicar más tiempo a sus hijos, pero continúa trabajando como directora de Gestión Pública de la Universidad Mayor. Ahora no viaja tantas horas diarias (como cuando debía trasladarse al Congreso), y puede estar presente en su casa con sus cuatro hombres. Este 2013 para Marcela representa el inicio de una gran campaña que espera convierta a su marido en el próximo presidente de la República. ¿Su papel? Compañera, pero también un poco estratega gracias a su experiencia en política, incluso en la campaña de Sebastián Piñera.

Algunos tendrán grabado su rostro debido al accidente de Juan Fernández, donde iba su hermano Felipe Cubillos. Del papel que jugó Allamand en ese momento, recuerda que con una gran humanidad le explicó lo que sucedió a sus hijos, respondió preguntas y los consoló; y, al mismo tiempo, viajó a Juan Fernández por dos semanas para cumplir con su trabajo como Ministro de Defensa.

Nos juntamos en su departamento, y le llevamos una pequeña entrevista que le realizamos a su hermano el 2010, donde contaba qué le regalaría a nuestro país: esperanza, confianza y unión. «¡Nooo! Pucha, no la había visto, qué bien sale en la foto… Sí, esas frases son muy de él», comenta entusiasmada, y nos muestra todos los recuerdos que mantiene en el living de su casa, fotos y libros relacionados con el mar.

Tu hermano Felipe se mostraba como un hombre libre, que buscaba la aventura, quizás poco estructurado. ¿Qué tienes de esas características?

Mi vida estuvo muy ligada a Felipe, todos fuimos criados frente al mar, y mi papá nos enseñó a todos a navegar en Algarrobo, nos llevábamos muy bien. Estudié Derecho en la Universidad Católica y él en la Universidad de Chile, nos mantuvimos conectados. Me parece que las vidas no son de una vez. Felipe intentó en los negocios, se fue a vivir al sur, de repente tuvo esta obsesión de dar la vuelta al mundo, y todos sabíamos que lo podía hacer. Fue creciendo en su vida, y canalizó sus ansias de entrega al país después del terremoto. Conocimos a través de mi papá la política, también participó como dirigente estudiantil. Teníamos una mirada de país que podíamos compartir, claro que él se volcó con mucha más libertad y una entrega total; era cercano y admiraba que hubiese decidido meterme en política joven, me ayudaba…

¿Su siguiente paso era entrar a la política?

Siempre lo estaban pololeando, pero yo le decía que se aburriría en la política estructurada. Felipe era esencialmente libre. La política requiere disciplina, que estés en un partido, tienes que hacer la campaña, hay mucha gente, y creo que Felipe era más libre y tenía mayor eficiencia de la que tiene la política.

A muchos chilenos les sorprendió que sus hijos y tú se tomaran su muerte con tranquilidad. Incluso, vimos a una de sus hijas en una ceremonia una semana después, muy compuesta. ¿De dónde nace esa fortaleza?

Primero, por la vida de Felipe. Él murió en su mejor momento, y lejos de decir «qué pena», es al revés, te queda la certeza que murió feliz, que murió haciendo lo que le gustaba, se entregó a su causa los últimos meses de su vida. Existió una especie de consuelo al saber que nunca lo habíamos visto tan feliz como en esos años. Hay una cosa de familia también, nosotros somos todos bien positivos, alegres, sanos. Podemos llorar un día, pero al siguiente nos estamos riendo de sus historias. En eso los niños de Felipe han sido igual. Este año nos juntamos en su cumpleaños, el pasado estuvimos todos junto a él, y da pena recordarlo, pero nos reíamos de cosas de él… No sé…, la vida es entre lágrimas y sonrisas, y es sano para todos.

¿Cómo lo viven sus hijos?

Para ellos ha sido tremendo, pero siempre lo quisieron de forma muy libre. Imagínate, un papá que desaparece nueve meses para dar la vuelta al mundo, e hijos que, muertos de la risa, se las arreglaban para encontrarlo en algún país para verlo un rato, y él partía a navegar de nuevo. Además arriesgándose. Nosotros estábamos conectados viendo dónde estaba, en medio de tormentas… ¡Imagínate lo difícil! Ellos fueron muy generosos con Felipe, lo amaron en libertad, construyeron una relación maravillosa. Y como dice la María Paz, «nos dejó un ejemplo». Ellos, como hijos, sienten que les dejó un camino, que con cada uno de sus estilos, siguen.

En el libro que te dedicó –que está en una mesa de centro y que muestra orgullosa– te dice «chica, nunca dejes de soñar». ¿Cuáles son tus sueños, a qué se refería?

Quizás estamos cruzados por dos líneas de sueños. Desde chicos nos inculcaron mucho sentido de país. Mi papá fue marino, luego Ministro en el gobierno militar, entonces nos inculcó que nos preocupáramos por lo que pasaba en el país. Los primeros sueños van por el lado de saber qué puedo hacer por un país más justo, qué hacer para que todos los niños tengan las oportunidades que tienen los míos. Nos toca de distintas maneras, para mí fue la política, para Felipe, «Desafío Levantemos Chile». Y los otros sueños, compartidos con todas las mamás de Chile: quiero que mis hijos sean felices y buenas personas.

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