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Sebastián Eyzaguirre: “El ambiente que rodea a la TV es rancio”

Es uno de esos que no se anda con tonteras ni medias tintas, y lanza sus dichos de frente al objetivo. Sus dardos apuntan directamente a la televisión, y los tira con una seguridad increíble. Con la misma que asegura que lo siguen 40.000 personas en Twitter.

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Por Leo Marcazzolo.

Creo que son contadas las veces en que uno se topa con personas tan seguras de sí mismas como Sebastián Eyzaguirre. Y es que a pesar de verse frágil y enjuto, el tipo de que habla, habla. No titubea. Más encima, expresa sus ideas con una economía de palabras increíble (frases cortas es lo que ocupa), y luego jamás se desdice. Y por si esto fuera poco, tira balas sin discreción ni medida, como una verdadera metralleta. Como un arma nuclear. Y no le importa. No tiene miedo. El miedo –que es la sombra tenebrosa que rodea a casi todos los chilenos– a este joven de modesta estatura, simplemente, no le perturba. Y lo digo en serio, incluso con un poco de envidia. Porque uno no es así; uno calcula, piensa; uno da un paso atrás. Pero él no. Sebastián, cual niño chico metido en vida de hombres grandes, se mueve entre los poderosos como pez en su pecera, siendo a veces incluso «pesado». Porque aunque no le agrade del todo, por algo apenas comenzó su carrera se hizo archi-conocido como «el Cuchillo». «No tengo mucha idea de cómo comenzó a generarse este sobrenombre… No me gusta mucho, pero qué le voy a hacer», dice.

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¿Y por qué piensas que te comenzaron a decir así?

Creo que es bien evidente, ¿no? (Me lo dice con una gran mueca de ironía que me obliga de inmediato a hacerme la desentendida… Porque cómo podría ser tan mal educada para decirle que se lo merece…)

¿Pero qué evento concreto gatilló tu sobrenombre?

No lo sé… Me lo pusieron mis propios compañeros, aunque nunca entendí por qué; yo pienso que soy una persona de lo más simpática, de lo más carismática, (modestia aparte). El tema es que me dicen así sólo porque tengo mis cosas bien claras. Y creo que en Chile eso es sinónimo de ser conflictivo, pesado.

Por otro lado, es verdad que en una entrevista dijiste que siempre te has sentido «salmón».

Sí, ¿no se nota acaso? Para mí es súper claro. Siempre me he sentido salmón, porque siempre he ido contra la corriente. No soy de ir donde va la masa, y tampoco soy amigo de lo políticamente correcto.

Es decir, ¿siempre te andas rebelando?

Noooo, jamás gratuitamente… Tampoco se trata de ir con la bandera del Che Guevara por la vida, pero cuando tocan mis intereses, simplemente digo lo que pienso.

¿Y has tenido muchos problemas por ser salmón?

Sí, bastantes, pero he sobrevivido. Principalmente porque he confiado en mí mismo y mis capacidades.

¿Eres muy seguro de ti mismo?

Sí, bastante. Soy súper seguro… Mi seguridad la he ido construyendo año a año, mi éxito me ha ido fortificando. En el fondo, con las cosas que dependen de mí soy muy seguro.

Básicamente, ¿ con quién has tenido problemas?

Con muchos. He tenido problemas con la gente que no es clara, con la que no sabe decir que no…, con ellos he tenido problemas. Pero eso no significa que sea el más conflictivo del mundo, sino que soy claro.

¿Y se te han cerrado muchas puertas?

Sí. Hay mucha gente con la que estoy peleado, pero estoy contento de estarlo. Contento, porque no comulgan con lo que piensan (dictamina Eyzaguirre, con la seguridad y certidumbre que lo caracteriza).

Su último gran conflicto

Fue realmente hace muy poco que «el Cuchillo» se batió en su última gran pelea, su último gran conflicto. Fue específicamente con La Red, y se caracterizó, principalmente, por ser virulento y estar plagado por dimes y diretes.

¿Qué fue lo que pasó realmente con La Red?

Yo presenté el piloto de un programa que se llamaba «Códigos», y después me lo copiaron. Mira, comenzamos las negociaciones un 8 de agosto, declarándose ellos muy interesados en llevarlo al aire, y luego, sorpresivamente, el 17 de ese mismo mes, le pusieron fin a las conversaciones. Dijeron que por el momento no podían tomar decisiones, hasta que tres días después emitieron al aire –durante su estelar «Mentiras Verdaderas»– exactamente el mismo programa. Increíblemente lo mismo que nosotros les habíamos propuesto.

¿Y qué acciones tomaste para defenderte?

Lo denuncié públicamente, y por supuesto que se generó un escándalo.

Según tú experiencia, ¿esto es muy frecuente en la televisión?

Sí, obvio que es frecuente, pero es súper lamentable. Lo único que hace es matar las producciones externas. Matar la creatividad. Es como un golpe en la cabeza para el entusiasmo, el emprendimiento, para todo. Y por eso es que tenemos la televisión que tenemos, donde todo huele a rancio.

¿A ese nivel de terrible?

Sí, y es que por algo pasan estas cosas, y con mucha mayor frecuencia de lo que uno quisiera. Pero nunca nadie se entera, porque como la mayoría de las personas víctimas de plagio no tienen la fuerza para hacerlo público, quedan en el anonimato.

¿Y tú tienes esa fuerza?

Sí, la tengo. Yo tengo la posibilidad de twittear y llegar a 40.000 personas; tengo la capacidad de levantar un teléfono y comunicarme con los tipos más importantes de la TV, desde los directores hasta los máximos animadores y los más importantes periodistas. Pero el 99,9% de la población no lo tiene, y es por eso que no pueden defenderse.

Increíble. Y considerando esto, ¿cómo evaluarías a la televisión de hoy?

Más o menos no más. Obvio que hay un par de productos muy buenos, pero en general el ambiente que rodea a la televisión es rancio, lamentable… No existen los códigos, los valores, y no hay ningún respeto por la meritocracia. Sólo existe el lobby, las malas prácticas, las malas ondas y el bulliyng.

Si es así, ¿por qué insistes en quedarte?

No me he quedado, más bien he tomado un camino alternativo. Me he tenido que producir –por mis propios medios– en el cable. Pero esto no deja de tener sus dificultades.

¿Cómo cuáles?

Que tampoco es un formato amable. Yo, por ejemplo, como productor externo que soy, tengo que pagar por sacar mi programa al aire, a pesar de que tiene súper buen contenido… Es insólito, si se lo tuviera que contar a diez personas ninguna me lo creería…

Pese a ello, tú programa igual es rentable, ¿no?

Sí, pero sólo porque el producto es muy bueno y lo hemos sabido vender bien. Pero no todo el mundo tiene esa posibilidad, no todos tienen los contactos. Es un mercado muy chico, que no es correlativo con el país en que vivimos, con el consumo que hay. La TV es un medio pobre, rasca. Los canales nunca tienen «ni uno», les gusta ganar a ellos no más… Entonces lo único que te queda es ir de falso, poniendo caritas para poder estar.

¿Tu has puesto caritas?

No, nunca he sido un empleado o un prototipo formal de rostro de televisión.

Desde un punto de vista retrospectivo, ¿cómo crees que les ha ido a todos los que fueron algún día CQC?

Creo que hay de todo. A algunos les ha ido extraordinariamente bien, y a otros no. Feito (Gonzalo), por ejemplo, su caso es verdaderamente lamentable… Él era un chico con carisma, chispa, y de un día para otro tiró todo por la borda y se convirtió en alguien que no gravita, que no funcionó en Mega, ni en «Alfombra Roja», ni en La Red. No sé, pero eso tendrá que significar algo, ¿no? (se pregunta, sin ocultar ni por un segundo su sutil mueca de sordidez).

Las manías del Cuchillo

Eyzaguirre admite que su peor manía es su excesivo cuidado por el cabello. Asume, incluso, que se preocupa por él más allá de lo normal. Y que su look «desordenado con onda» es completamente arreglado. Un producto de su esmero, explica. «Mi pelo me importa en serio».

Pero no sólo se vive del pelo. Por ejemplo, ¿cómo te gustan las mujeres?

De ninguna manera especial. En general me gusta tener complicidad con ellas. Comprensión y mucho sexo.

Bueno saberlo, pero por otro lado te consideras una persona tradicional….

No, para nada, nunca lo he sido. Nunca me he guiado por patrones muy tradicionales. No resulté ser, por ejemplo, lo que a mi viejo le habría gustado que fuera… Con mi viejo nunca he tenido una relación fácil. Y es que a mí jamás me han servido los «porque no». Tampoco es que me he revelado por revelarme, más bien he hecho mi voluntad. Y si no le ha parecido a mi viejo, no le ha parecido no más, ¿qué te puedo decir? (dictamina, sin preocuparse ni por un segundo de responder la interrogante que dejó rebotando eternamente en el aire).

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