La primera vez que tuve sexo, fue hace algún tiempo atrás, no diré cuánto tiempo, porque creo que no viene al caso. Cuando hablo de esto, no dejo de acordarme del terror que le tenía a aquel suceso. Primero, porque esperaba que fuera lo más romántico del mundo. Porque no quería equivocarme de hombre y por sobre todo, porque no quería que me doliera. Es que creo que esto último es algo que a casi todas las minas nos daba pánico.
PUBLICIDAD
Me acuerdo que mi primera vez fue en la época en que todas mis amigas andábamos desvirginándonos y por supuesto que la primera en hacerlo, se volvió la maestra y la aclaradora de dudas. Cuando mi amiga me contó que ya lo había hecho con su mino, lo primero que le pregunté fue “y ¿te dolió?”, pero la muy buena onda me dijo, “Fran, no te voy a responder eso porque es mejor que estés relajada, no como estaba yo, cagá de miedo, toda tiesa y que en vez de abrir las piernas, las cerraba. Tú relájate y listo”. Creo que fue el mejor consejo que me pudo dar.
Tengo que decir que fui muy perna antes de acostarme con mi pololo. Me leí algunas cosas en internet y hasta practiqué con una fruta para aprender a poner un condón, idea que me dio la película “Jamás besada”. No puedo creer que haya contado esto. Además, parecía cabra chica haciendo una embarradita cuando fui al ginecólogo, ya que solo iba con la intención de pedirle que me recetara pastillas anticonceptivas. No sé por qué tenía tanta vergüenza, pero de entrada ya empecé a sentir que me ponía roja. Para más remate, lo primero que me dice el caballero es “apuesto que vienes porque te quieres portar mal” y obvio que a mí no me quedo otra que ser sincera y decirle, “sí, tiene toda la razón”. Luego lo miré con cara de estar pidiendo disculpas y le dije “me puede recomendar algunas pastillas, pero de esas que te ayudan a mejorar el cutis, poner bonito el pelo, de esas modernas”. Él se ríe, abre un cajoncito y me da una muestra gratis. Feliz me fui para mi casa.
Mi primera vez no fue como esas películas cursis que más de alguna vio cuando era teenager. No fue en una cama blanca con pétalos rojos, – lo que hubiese sido del terror, odio lo cursi- no fue en un motel, no nos bañamos en un jacuzzi y ni tampoco supe si tuve un orgasmo. Simplemente fue en mi cama, con el hombre que amaba y lejos mejor de lo que pensaba. Fue un momento extraño, en el que ambos nos reíamos, donde yo no sabía qué decir, y él se preocupaba de que yo estuviera bien. Claramente, no fue una escena muy fogosa, pero sirvió para que vinieran muchas de esas más adelante, total el camino ya estaba listo.
Algunas, como yo, hemos tenido la suerte de hacerlo con el mino indicado, otras, con lo que dejó el carrete, pero al final, siempre se disfruta. Y tú ¿cómo recuerdas tu primera vez o cómo esperes que sea?