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Debo confesarlo “nunca jamás he ido a un motel”, porque me imagino que no son muy higiénicos, aunque conversando con algunos compañeritos de pega sobre el tema me parece interesante adentrarme en el asunto sólo para conocer un poco más de estos -en su mayoría- excéntricos lugares.
Me imagino que por estos días las historias abundan debido a lo cercano que se encuentra aún el 14 de febrero, hasta el momento mi única experiencia cercana a estos espacios para practicar las artes amatorias es bien mamona pero algo es algo. El asunto es que estaba en Puerto Montt y al finalizar mis vacaciones la noche del 13 de febrero pasado, junto a mi pareja buscábamos un hospedaje para dormir unas horas antes de viajar de vuelta a Santiago. Necesitábamos mantenernos cerca del terminal de buses porque el primer bus al aeropuerto salía a las 07:00 am y nuestro vuelo a las 08:20 hrs. El terminal está ubicado un barrio un poco complejo así que los borrachitos y mujeres de la noche eran parte de la fauna que despertaba en las noches.
Caminamos un par de cuadras y encontramos una “hostal”, estábamos cansados así que pensamos en quedarnos en el primer lugar que encontráramos. Tocamos el timbre y un hombre con aspecto desaliñado y unas ojeras de competición salió a recibirnos. Nos dijo que la noche costaba 10 mil pesos, pensamos en lo barato de la oferta y que ese era el lugar donde descansaríamos los huesos hasta tomar el vuelo. Sin embargo, cuando nos llevaba a la habitación nos encontraos con un lugar pasado a humo de cigarrillo y probablemente otras cosas. Abrió la puerta y nos encontramos con “Fantasía Africana”, el cubrecamas era una tela rancia de cebra sobre un catre con un colchón delgadísimo, en el respaldo estoica la figura de una pantera estampada en un mantel que colgaba de la muralla. Estábamos impactados por la terrible decoración indigna de cualquier motel barato. Pero eso no fue nada comparado con las dos antorchas con fuego que descansaban a los costados del respaldo.
Pensamos en los ruidos y quizás hasta escándalos que podríamos escuchar en la noche y que probablemente no nos permitiría dormir, así que decidimos irnos. Salimos silenciosos y decepcionados porque tendríamos que buscar otro lugar para pernoctar y ya estábamos muy cansados. Entonces, seguimos caminando y nos encontramos con una señora con cara de plan que nos preguntó que buscábamos. Pensamos que nos iba a ofrecer droga, pero no. Ella era la regente, perdón, la dueña de una hostal “familiar”. La habitación costaba unas pocas lucas más pero sólo queríamos dormir así que aceptamos que nos mostrara el lugar. Cuando llegamos se veía todo en orden, limpio y silencioso. Una hostal familiar es otra cosa, la señora insistía que debíamos ser cautelosos con el ruido, incluso nos advirtió:-aquí nada de tomar alcohol en las piezas-.
Pagada la pieza por anticipado nos fuimos en búsqueda de las mochilas gigantes que usamos para el viaje, las cuales estaban en el terminal de buses, lo mejor fue que la hostal estaba a sólo tres cuadras a si que en la mañana podríamos dormir un poco más antes de tomar el vuelo.
Volvimos a la habitación y nos acostamos, mientras la señora recibía a una pareja e insistía en el orden y el respeto a los demás pasajeros. Notamos que con la puerta cerrada escuchábamos todo lo que pasaba afuera. Cuando por fin nos estábamos quedando dormidos comenzamos a escuchar los gemidos de una mujer, pensé que podía ser la TV de la habitación contigua, pero no. Era la vecina que conforme pasaban los minutos aumentaba más y más los decibeles de su ardiente noche en la hostal “familiar”. Minutos después del salto del ropero la tipa ya tenía la escoba gritaba desaforada como si l estuvieran ahorcando.
Eran las 02:00 am y la vecinita con antojo no me dejaba dormir, mi pareja estaba a pata suelta roncando así que no sentía nada. Pero yo estaba más incómoda que chancho en misa. Pensé en pararme a tocar la puerta de al lado y decir que se ubicaran, pero me dio vergüenza. Al rato las cosas se calmaron y comenzaron las rizas, era increíble que las paredes no amortiguaran ni un solo sonido, hasta un gas le escuché al amante latino. Horrible.
Cuando me estaba quedando dormida por fin a las 03:00 am, solo faltaban tres horas para levantarnos, los tortolitos comenzaron nuevamente con el espectáculo. Y así estuvieron unos cinco minutos más.
En la mañana me sentía más cansada que la tarde anterior así que en venganza hice todo el ruido que pude a las 06:00 am. Tomamos las cosas y nos fuimos, mi pololo no se enteró de nada y yo con las ojeras de la muerte pensé que hubiese sido mejor quedarse en la fantasía africana.