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Después de los 35, el mercado de hombres es reducido: los buenos están casados/convivientes, los más guapos buscan a otros igual de guapos y de los restantes, podemos decir que son “devoluciones” o “saldos”. De esos, me quedo con las devoluciones, ¡lejos!
Es que las devoluciones saben qué es el convivir con otro, saben lo que quiere (y lo que no quiere), suelen no andar con rodeos con respecto al compromiso y generalmente aceptan que una tenga su pasado y no haga problemas por ello.
Claro, si eres soltera sin hijos y no separada “con”, como yo, puede que te complique lidiar con el pasado de otro. Que puede o no incluir hijos, pensión alimenticia, perros, gatos y cuotas de créditos varios.
¿La buena noticia? Es que las devoluciones son excelentes parejas. Como ya saben lo que es juntarse y separarse, tienen más que claro que uno se vuelve a juntar para pasarlo bien, para hacerse la vida más simple y no son tan osados al clásico “veamos si funciona” que uno hace antes de los 30. Usualmente toman la decisión más informada y dan un paso más seguro.
Si bien las “devoluciones” (y siéntanse libres para aplicar la misma terminología a nosotras las féminas, porque detalles menos, neurosis más, es francamente lo mismo) fueron devueltos por una congénere por falla X, que no tuvo garantía ni arreglo, tienen esa maravilla que quizás para la siguiente esa imperfección no se note o simplemente no importe.
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En cambio, los “saldos” después de los 35 es, generalmente y seguro que existen excepciones, porque la falla debe ser muy grande. En mi teoría, que un hombre a los 35 no se haya casado ni haya vivido con alguien es por algo serio. Puede ser porque no le gusta el compromiso, o quizás es demasiado exigente para elegir a la adecuada o tiene una característica que lo hace insufrible.
¿Lo malo? A las devoluciones no las cambia nadie. Ya aprendieron a quererse así, han obtenido logros emocionales, financieros, profesionales y familiares a costa de esfuerzo y concesiones. No ceden en cosas trascendentales. No cambian. Aunque el amor esté ahí, a veces la “incompatibilidad de caracteres” efectivamente supera cualquier ilusión romántica.
Aún así, casi a mis 35, prefiero devoluciones, porque una sabe con quién está. Y lo más importante, ese hombre ya gastó tiempo, dinero y parejas en saber quién es y para dónde va. Si tienes suerte y buen ojo, te toparás con uno que ande por tu mismo camino amarillo.