
Siguiendo con el tema de los mitos sexuales, omnipresentes en nuestra vida sexual, me gustaría hacer referencia a algunos de los más frecuentes. Es esta especie de modelo o guión sexual: modelo que se nos ha impuesto seguir a través del cine, la televisión, internet, las revistas, la radio, los diarios y nuestra cultura en general.
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Este modelo nos exige tener cuerpos con ciertas características. Aunque seamos viejos, tienen que verse siempre jóvenes, con muchos músculos, bronceados, con calugas. Las mujeres con pechos firmes apuntando al cielo y si es necesario meterles plástico, hay que hacerlo.
Este modelo también nos dice que los hombres siempre tenemos que tener ganas y la mujer siempre tiene que estar dispuesta a tener sexo y cumplirle a su macho.
Es preferible que nosotros tomemos la iniciativa y que la mujer se deje seducir, porque de otra forma podemos poner en duda la reputación de la fémina.
Nuestra erección tiene que ser constante y pétrea, sin mostrar atisbos de flaqueza. En caso contrario, debemos comprar algún “remedio” para que solucione este problema de forma inmediata. Nuestro pene tiene que tener más de tantos centímetros de largo y lo mismo para el ancho.
Luego tenemos que saber exactamente cómo estimular a la mujer, incluso sin que ella nos dé ninguna información de qué es lo que le gusta y cómo. Un buen amante tiene que nacer sabiendo.
Después de la penetración hay que durar cierta cantidad de minutos antes de eyacular porque si no, somos eyaculadores precoces.
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La mujer por su parte tiene que tratar de apurarse en llegar al orgasmo, mientras nosotros hacemos justamente lo contrario. Junto con esto tiene la presión de que en cada encuentro sexual debe llegar al orgasmo, pero no sólo eso; lo debe hacer al mismo tiempo que el hombre gimiendo y retorciéndose de placer.
Para lograr esto, tienen que haber hecho distintas posiciones sexuales, dejando de lado las más clásicas, aunque sean las que más les gusten, porque no se puede ser tan fome y no cumplir con las que salen en libros, revistas o manuales.
¿Qué pasaría si pudiéramos descansar de todo esto? Quizás podríamos tener encuentros sexuales centrados en el presente, sin enjuiciarnos, haciendo una cosa a la vez, no pensando en lo que deberíamos hacer o en la mejor forma, o normal o única de tener sexo.
Podríamos conectarnos con lo que nosotros queremos y lo que nuestra pareja necesita y disfruta. Creo que podríamos disfrutar mucho más y vivir el sentido real de la sexualidad, que va más allá de tener que cumplir con un modelo a seguir.
Cuando dejemos de creer que existe una forma única y mejor de tener sexo, de ser y de relacionarnos, los orgasmos y el placer van a multiplicarse por el mundo !!!