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Control parental: ¿Cómo proteger a los niños de los riesgos de Internet?

Quizás nos encontramos en uno de los momentos más vulnerables frente a los medios. Si no se toman las medidas adecuadas, los jóvenes pueden recibir información que influya en su comportamiento. ¿Qué hacer con su adicción a las redes sociales, juegos en línea y series del momento? Expertos responden.

Por: Carolina Palma Fuentealba

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Cuando desconocemos los peligros que hay a nuestro alrededor es imposible prevenirlos. Por esa razón, aunque muchas veces esté fuera de nuestro interés –o la brecha tecnológica la sintamos gigante– conviene mantenerse al tanto de lo que ocurre con las redes sociales. Más si afectan a los niños y adolescentes.

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Como explica Valeria Rojas Osorio, neuropediatra y presidenta del Comité de Medios de la Sociedad Chilena de Pediatría (SOCHIPE), la impulsividad es una característica presente en los adolescentes, y además son bastante manipulables. Por supuesto no todos caen en las trampas de Internet, pero corresponde dar consejos generales.

Todos los meses llegan a su consulta niños con adicción a Internet que se disfrazan de otras patologías. «Tenemos una gran consulta por déficit atencional, que no es un déficit neurobiológico sino que es un síntoma de una relación problemática con las redes sociales, los videojuegos y el Internet. Todo porque duermen menos, no ocupan el tiempo libre en hacer actividades productivas. La falta de sueño genera falta de concentración, irritabilidad, los mismos síntomas de un déficit atencional. Si uno se da tiempo para preguntar, una deficiencia nuestra como profesionales de la salud que no preguntamos qué hace el niño frente a la pantalla, no se da cuenta de la importancia», detalla.

Seguro escuchas hace semanas sobre el viralizado reto «La ballena azul», un antiguo juego ruso que reflotó, invitando a los jóvenes a realizar distintas pruebas, desde no comer durante un día hasta ver películas de terror durante 24 horas, o «dibujarse» con cortes de cuchillo una ballena en la piel y, finalmente, suicidarse. ¿Cómo comprueban que hacen las pruebas? Deben mandar fotografías a grupos cerrados. El juego llegó a Colombia, Argentina, Uruguay, Brasil y ahora al norte de Chile, específicamente en Antofagasta, donde se realizó una denuncia a la PDI. Aunque suene descabellado, se le atribuyen más de 130 muertes en el mundo.

«Este fenómeno está dirigido a adolescentes entre 12 y 14 años. Son pruebas que van creciendo en sus desafíos. En esta edad a los adolescentes les cuesta distinguir los peligros del mundo digital y del mundo real y, además, tienen la necesidad de demostrar valía o pertenecer a un grupo», explica Rojas.

¿Qué hacer si nos enfrentamos en casa con esto? La especialista aconseja que actuemos como familia, y que como sociedad asumamos que hemos dejado solos a los jóvenes, expuestos a las nuevas tecnologías. «No existe una educación apropiada que enseñe a los niños a ser críticos, escépticos y cuidadosos respecto a la tecnología. Como Estado tampoco les hemos entregado las herramientas, como sí se ha entregado en temas relacionados con el tabaco o la comida chatarra», apunta.

Y nos entrega recomendaciones para evitar que nuestros hijos se dejen influir por juegos macabros. Por presión de la publicidad se les entrega cada vez más temprano celulares a los niños, que están siempre con conexión a Internet. Esta es la primera indicación: evitar que a edades tempranas tengan acceso a Internet. «Nosotros como Sociedad Chilena de Pediatría sugerimos que el celular con conexión a Internet se entregue después de los 12 años, cuando es necesario mantener comunicación con el niño. Antes de eso está bajo los cuidados de la escuela o la familia». Recomienda que no se tenga conexión a Wifi en el recreo, porque pierden la oportunidad de hacer actividad física, de compartir juegos.

Otras claves: los padres debemos conocer las contraseñas de los diferentes dispositivos, los celulares se deben apagar a una hora determinada, y cargarse fuera de la pieza de los niños. «Cuando se tiene las claves se pueden borrar publicaciones que etiqueten a nuestros hijos sin permiso, o borrar perfiles que propongan invitación a estos juegos. Los padres deben saber qué contenidos ven y que los vean todos juntos, no escondidos en su pieza. Además existen antivirus que permiten el control y que ponen restricción a sitios específicos».

Y hay que ser estrictos y explícito: si no se cumplen las reglas dadas, se quitan los dispositivos. «El tema es que también falta liderazgo de los padres, y es más cómodo dejarlo entretenido con un contenido determinado», deduce Rojas.

Una de las características de juegos como «La ballena azul» es que sus participantes son penalizados si no cumplen los retos, situación que no afectaría a niños con buena relación familiar. «Pero algunos jóvenes que no tienen comunicación con sus padres ni fortaleza emocional, puedan caer. Por lo mismo es importante que al menos una vez en el día se cene en familia y se conversen estos temas en la mesa. Preguntar si les ha llegado algo, qué opinan. Lo mismo en el colegio. Es importante conocer a sus amigos, saber si se han cortado alguna vez. ¿Se han hecho un seudo tatuaje de ballenas en su cuerpo? No conviene pensar que a nuestro hijo nunca le va a suceder. Mejor preguntar».
Pero ojo; hay que tener en cuenta que los videojuegos o redes sociales son una plaza virtual, por ende, no impidamos que estén ahí, porque es como no dejarlos salir a la plaza del barrio. Es una fuente de sociabilización. «A algunos más tímidos los ayuda al primer paso social, pero también hay que fomentar el cara a cara, porque las habilidades sociales tienen que estar dadas en el mundo real y virtual. No hay que quitarle el Facebook o Instagram, sino que compartir cómo viven ese mundo y estar alerta cómo son sus relaciones en esta plaza virtual», finaliza la neuropediatra.

¿INCENTIVO AL SUICIDIO?
Otro tema que se discute en los medios es «13 reasons why», una serie de Netflix basada en la novela de Jay Asher (2007), que relata la historia de «Hannah Baker», una adolescente de 17 años que se suicida y deja cintas a 13 personas contándoles por qué son culpables de su muerte. Algunas escenas son bastante explícitas, tanto de muerte como de abusos y violaciones. Debido a eso aparecen expertos que aseguran que se vuelve una mala influencia porque «incentivaría» el suicidio; otros, en cambio, consideran que enseña cuánto podemos dañar a alguien con ciertos gestos, palabras y actos.

Dominique Karahanian, sicóloga de Universidad Mayor, explica que muchos adolescentes pasan por un periodo de vulnerabilidad, de mucha soledad. «Si bien pueden estar acompañados de amigos, se sienten súper solos. En ese sentido la serie retrata una realidad, aunque recalco que no considera el desarrollo sicológico de los adolescentes. No avalo el bullying, pero si tu hijo tiene medianas herramientas para enfrentar algún tipo de burla, no tiene por qué terminar suicidándose. Son muchas las razones para suicidarse. No estoy de acuerdo en buscar responsables. El suicidio es multicausal, no siempre se relaciona con personas».

Para la especialista de la Universidad Mayor, si los adolescentes no están bien orientados, cualquier otra serie que vean puede afectarlos. Pasa lo mismo con la pornografía, que normaliza algo que no está bien para ellos a esa edad. «Las escenas que muestran son ficción. La manera en cómo se mata la niña, cortándose las venas, no es verdadero. Tienen que pasar muchas horas para que alguien se desangre. Ahora, pensar que es una serie que induzca al suicidio, no me parece. Si no se está acompañado, puede dar ideas».

De todas formas le parece positivo que se explique que todas las acciones tienen consecuencias en otros. Es importante hacerse responsable de lo que hago, digo o dejo de decir, aunque destaca que cuidemos nuestra propia sensibilidad y la cuestionemos. «Si sin conocerte te digo que eres fea, y te hace eco, tiene que ver contigo, no conmigo. Debes cuestionar qué te pasa a ti, que dejas que un desconocido entre así en tu sicología».

Con respecto a las cifras de suicidio adolescente, asegura que son «cifras negras». No puede responder. Como recomendación nos invita a permanecer atentos a cualquier señal que a un adulto le haga pensar que un adolescente hará algo contra su vida. No duden ni un minuto en visitar a un especialista. «Esta es la edad de la impulsividad. Hay que estar atentos, porque uno ve a los adolescentes con cuerpos de grande y piensa que podrán discriminar los mensajes que les llegan, pero la verdad es que son niños en cuerpos de adulto».

 

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