Wellness

Constanza Michelson, su elogio a la neurosis versus la esclavitud de “vivir zen”

El libro “Neurótic@s, bestiario de locuras y deseos contemporáneos” entrega un análisis profundo sobre nosotros, los histéricos y obsesivos. Te invito a sumergirte en la agudeza de esta psicoanalista que alivia nuestros temores.

Por: Carolina Palma Fuentealba

Cuando estamos en conflicto buscamos firmemente el equilibrio, pero no nos damos tiempo de navegar en esa agua densa que nos puede decir mucho de nosotros. A través del libro «Neurótic@s, bestiario de locuras y deseos contemporáneos», Constanza Michelson nos invita a quedarnos y luego reírnos de las complejidades que abundan en todos, en la mayoría, y así sentirnos aliviadas. «El libro interpreta ciertas claves contemporáneas a propósito de las neurosis. ¿Qué son las neurosis? El costo de mantención que tenemos por vivir con otros. Eso significa que uno no se manda solo, finalmente estamos hechos de nuestra necesidad, nuestros deseos de ser amados y reconocidos por otros. Mi propuesta es convivir con una cuota de conflicto y, si lo ves con cierta distancia, podría ser una comedia también», asume.

DESCUBRE MÁS:

Recomendados

  1. Los 9 secretos del método Konmari para ordenar tu armario (y tu vida)
  2. Retos de ahorro que debes aceptar y no te dejarán en la calle
  3. Las personas más inteligentes también son las más distraídas

 

La neurosis nos salva
«En el lenguaje es común decir neurótico y, sobre todo, neurótica. Pareciera relacionarse con ser enrollado, enfermo de los nervios. La neurosis es el rollo que tenemos permanentemente cuando vivimos con otro. Es lo que impide que nos andemos cortando la cabeza. Si hoy siento que tú me ofendes, en la noche voy a quedar nerviosa, te voy a mandar un WhatsApp y lo voy a borrar, voy a estar cuatro días pensando en eso. Eso es la neurosis. Ahora, si da lo mismo el pacto social, si encuentro que me ofendiste, te pego un combo o te corto la cabeza en la lógica vikinga».

¿Qué tanto importa el lenguaje?
«El libro habla sobre las nuevas neurosis, como el lenguaje inclusivo donde hay una especie de esfuerzo a ser demasiado correcto, sin embargo, se nos olvidan formas más desafiantes que ser inclusivo, que significa no tomarle tanto recoveco al lenguaje. Finalmente terminamos hablando de manera súper absurda, que se parece a Orwell, en 1984, el neolenguaje, para no pensar cosas malas en contra del régimen, se quedaban con cuatro palabras. Es más importante no estereotipar en lo que decimos, que es muy distinto a estar lleno de manierismos raros en el lenguaje».

La esclavitud de vivir zen
En una discusión o cuando te ofenden existe la posibilidad de no hacer nada. ¿Es mejor? Las tecnologías de la personalidad contemporánea apuestan a eso, y se vuelve bastante difícil. La idea de mostrarse zen es otra neurosis. Hoy el imperativo es ser feliz, conéctate contigo mismo, el wellness, la salud. Todas son nuevas esclavitudes. En el libro rescato que somos seres en conflicto, y reproduzco escenas frecuentes de la vida, formas que toma la neurosis. Si uno las lee, esa tragedia se puede transformar en una comedia, pero asumiendo que somos seres en conflicto. Hoy, desde las tecnologías nuevas de la personalidad, como la sicología positiva, se apuesta al sentido común disfrazado de técnica: sé feliz, sé positivo, que no te importe la opinión del resto. Ojalá todos fuéramos así, pero si no resulta es porque somos complejos. Creer que si no nos resulta nos pone en el terreno del déficit. Si uno cree que tiene un déficit porque no es suficientemente feliz, entonces vamos comprando las «Mac teorías»: las teorías del ser feliz, comprando pastillas para sentirse más feliz, porque crees que tienes un déficit. Pero no alcanzas a convivir con el hecho de que somos seres en conflicto, no es una patología. Se ha «patologizado» la vida cotidiana. Se nos dice que son enfermedades cuando no lo son.

Objetivo: hijo feliz
«Todos quieren que su hijo sea feliz. Pobre hijo, quizás no quiere ser feliz. La tristeza tiene una dignidad. No existiría el arte si no fuéramos seres en conflicto o si fuéramos permanentemente felices. La gente feliz no tiene historias. Quizás por eso nos molesta la gente que nunca queda mal con nadie o la que se asume demasiado feliz y sin conflicto. Inmediatamente sospechamos, no creemos. Hay que entender qué significa que tu hijo sea feliz. Puedes pensar que tu hijo aprenda a vivir la vida, que sea un sujeto ético, que logre convivir con todos los afectos y los conflictos que las personas tenemos. La idea de felicidad contemporánea no es cualquier felicidad. Las morales van cambiando».

Menos autoayuda, más literatura
«Este es un libro de anti-autoayuda. ¿Por qué las mujeres leemos tanta autoayuda y poca literatura? Porque en la literatura se da cuenta de cómo circula el ser humano, cómo las personas nos metemos en dramas. Te das cuenta cómo la naturaleza humana vive ciertas pasiones, y eso es muy interesante. Es muy distinto de esta capa superficial de la autoayuda, que te dice ´así hay que criar, así hay que vivir, así hay que comer´».

Nueva esclavitud
«Nos liberamos de un montón de cosas en estos años. Hay triunfos culturales. En los 80 los padres decían que los hijos tenían que ser exitosos, profesionales, y uno se podía rebelar frente a eso. En la actualidad, ¿cómo uno se rebela de padres que te dicen ´quiero que mi hijo sea feliz´? Uno no sabe qué significa eso, es una tremenda demanda que te tiran encima. Nos liberamos, no tenemos agentes represores, el mundo es más horizontal, pero nos llenamos de regulaciones. Existe cada vez menos la figura del padre malo o cura castigador, pero nos llenamos de regulaciones que nos dicen: come lo que quieras sin gluten, no comas sal, sé bueno, todo eso para vivir más. ¿Queremos vivir infinitamente? ¿Hasta cuándo queremos vivir? Lo digo de manera irónica, por supuesto».

Entre el deseo y la ley social
«En la medida que seamos parte de un pacto social, significa que estamos transando entre el deseo y la ley social. Si hay una caja de chocolate y me la quiero comer toda, si estoy contigo, renunciaré a mi egoísmo para dejarte chocolate. Si me la como toda, si estoy en el pacto social, me sentiré culpable. El pacto social nos permite regularnos. A veces se dispara la culpa y uno anda demasiado paranoico, culposos por todo. En ese momento, es hora de que eso que está en exceso pueda convertirse en un conflicto abordable. En el libro me río un poco de formaciones neuróticas más culposas como en la neurosis obsesiva. Por ejemplo, aparecen aquellos que se boicotean justo antes de llegar a la meta, como Pinilla, que queda a un centímetro de la gloria. Algunos creen que quieren un paraíso, pero en ese paraíso se comen la manzana porque lo desean sólo si hay drama».

Redes sociales
«Nadie es tan estúpido para pensar que lo que se postea en las redes sociales es completamente real. Hay un pacto implícito en que todos sabemos que existe falsedad, pero está bonito. Seamos todos exhibicionistas, apoyémonos en esto. Los tiempos van cambiando las formas. No diría que somos más neuróticos que en los 80. Teníamos un terror a los grandes, a no ser normal, era otro tipo de neurosis. Ahora la obligación no está en hacer caso a la autoridad, sino que hacer caso a estos nuevos ideales. Todos queremos ser distintos, especiales, exhibirnos, tener una vida fantástica y, sobre todo, que se sienta bien. De las redes sociales, la más angustiosas es WhatsApp. La mayor necesidad del ser humano es ser amado, no solo en sentido romántico. Siempre nos preguntamos quién soy para el otro, me está mirando, pesca más al otro. A veces uno las puede eludir, pero nos importan los otros. El WhatsApp puede cuantificar quién soy para el otro. Si te escribo, veo que tengo los check azul, y no me contestas, me doy cuenta que no soy tu prioridad. En la medida que uno entiende que le importa mucho, porque estamos hechos de eso, nos desafecta más. Aunque no nos deja de importar. Al que no le importa los demás es un sicópata».

La tiranía de sentir
«Hay una tiraría del cuerpo que no permite mucho pensar. Hay varios filósofos que trabajan la idea de la víctima. Tanto la derecha como la izquierda muestran a sus víctimas para justificar sus ideologías, y así controlan. Badiou se pregunta qué pasa cuando uno le dice a una persona que es víctima, pasa que está obligada a sentirse de una manera, y cuando uno está obligado a sentirse de una manera, deja de pensar, deja de matizar. Te quedas en la tiranía de sentir. Quedas esclavo de los impulsos, del cuerpo. Lo que vamos sintiendo, para no quedar esclavos, hay que matizarlo con las ideas, las palabras. Por eso uno se toma un café con alguien, para no sentir tanta angustia. Uno matiza en la medida en que narra. Cuando el cuerpo tiene un volumen demasiado alto, efectivamente inhibimos la posibilidad de drenar algo de eso en la palabra, en la idea. En general, las mujeres tenemos una afinidad mayor a la palabra. Los hombres son desconectados de lo que les pasa, y los estados del cuerpo se les transforman en ataques de pánico, alcoholismo. En lo femenino también existe, pero las mujeres drenamos más en la palabra».

Tags

Lo Último


Te recomendamos