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Inessa Sorokina habla sobre la crianza después de los 40

La ex modelo siempre quiso ser mamá, pero su trabajo se convirtió en una prioridad que hizo impensable cumplir ese deseo, hasta que la maternidad la sorprendió cuando estaba a punto de cumplir 40 años.

Por Jessica Celis Aburto. Agradecimientos a Hotel Director.
Fotografías: Gonzalo Muñoz. Maquillaje y pelo: Paula Bruzzone.

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Si hay algo que la rusa Inessa Sorokina (47) tuvo claro desde niña, es que siempre quiso ser mamá. Ya de adulta su trabajo como modelo se convirtió en una prioridad que hizo impensable cumplir ese deseo, hasta que la maternidad la sorprendió cuando estaba a punto de cumplir 40 años y se recuperaba del accidente automovilístico que casi le costó la vida y por el cual estuvo en coma en marzo del 2007. De eso han pasado siete años, en los que su vida familiar en Arica han sido su gran trinchera, y en esta entrevista, reflexiona sobre ella con varios repasos.

«Cuando quise ser madre me costó. Tenía tanto trabajo que no podía, hasta que cuando no lo pensé ni busqué, quedé embarazada. Fue un chiripazo, justo al mes después del accidente que tuve, por lo que mis amigos me agarraban para el leseo. Tuve una depresión postparto a tal nivel que llegué a pensar en por qué no me morí en el accidente», recuerda la modelo y madre de Américo (7) y Salvador (3).

¿Estabas consiente que estabas con un cuadro depresivo?

No. Lloraba todo el día y después me di cuenta. Mi marido (Rodrigo Truffa, padre de sus dos hijos) me dijo que tenía que ver a un siquiatra. Fui. Y antes de empezar a contar lo que me pasaba, ya estaba llorando. La doctora me dijo que era súper heavy lo que tenía y que debía dejar la lactancia para empezar a medicarme. Nunca había tomado pastillas, no iba a empezar a hacerlo, ¡y menos dejar de amantar! Así es que no lo hice. Siempre he pensado que todo depende de uno y mi guagua tenía sólo un mes. Finalmente una doctora de medicina ayurveda me trató con pastillas de ayurveda. Y gracias a eso, la meditación y mi fuerza de voluntad, se me pasó.

¿Cuánto te demoraste en salir?

Cerca de 4 meses.

¿Esta depresión marcó de alguna manera especial tu forma de enfrentar la vida?

No sé si afectó también, pero después de mi accidente tuve un cambio radical: dejé de ser tolerante, de aceptar pasivamente lo que me pasaba. Antes me daba todo lo mismo y no reclamaba nada. Ahora no soporto tonteras ni a la gente que no se mueve (hace resonar sus dedos como ademán para motivar a alguien). No pretendo que todos sean como yo quiero, pero ya no aguanto la gente «quedada», que no se mueve, que no se la juega, por ejemplo.

¿Antes aguantabas de todo?

A ver, antes igual era así pero no para todo. Para el trabajo sí. De hecho me decían que reclamaba mucho porque hacía ver las cosas que me parecían que se estaban haciendo mal, y decían que me creía la muerte (risas). En los otros planos de mi vida era que no me importaba nada y dejaba pasar todo. El trabajo era todo para mí.

¿Cómo asumiste tu maternidad y qué lugar ocupa desde la llegada de tus hijos?

Soy la empleada de ellos (risas), pero eso no quiere decir que será así toda la vida. Vivo en el auto desde las 6 porque soy la que los lleva a todos lados. Mi vida es el auto, pero yo quise ser madre y ese es mi compromiso. Ellos me eligieron, no yo a ellos.

Hay gente que no entiende ese concepto, ¿puedes explicarlo?

Es que es algo muy espiritual, pero voy a tratar. Mientras uno está programando a sus hijos, ellos ya están esperando por un útero para encarnarse y ser hijos de alguien.

¿Hay algo que la maternidad haya cambiado en ti como persona?

Creo que no, sólo que siendo una persona que no le tiene miedo a nada, ahora sí le tengo un miedo terrible a la muerte de mis hijos o que les pase algo, aunque tengo la tranquilidad de que la muerte es otra vida. Uno no sabe por cuánto tiempo te dieron a tus hijos.

¿Qué es lo bueno de la maternidad a los 40?

Que pude dedicarme 100% a mí y a mi trabajo antes. Cuando tienes 25 y eres mamá, quieres salir, y si no tienes mamá o nana que te ayude, se complica todo. Y para pagar por ayuda necesitas plata, y si no trabajas ya estás limitada. Es un círculo vicioso. Con esto no quiero decir que he cumplido todos mis sueños, porque estos no se acaban hasta que mueres, pero en mi caso trabajé, conocí, y ahora estoy tranquila dedicada a mis hijos. No estoy de acuerdo en postergar la propia felicidad por los hijos, y ahora que los míos están más grandes podré dedicarme nuevamente al trabajo con mi nuevo emprendimiento de coaching para empresas: Beauty Coach by Inessa Sorokina. En términos simples asesoraremos a los trabajadores para que logren vincular lo que quiere la empresa en materia de imagen de ellos, traduciéndolo de forma personalizada para que logren transmitirlo.

¿Cómo son Américo y Salvador?

El Américo (7) es muy espiritual, volado, sensible, y por eso muy desordenado (risas). Es Piscis, vive en otro mundo. Salvador (3) es al revés. Es estructurado, mandón, sabe para dónde va la micro, lo que quiere y cómo lo quiere.

¿Qué saca de ti cada uno?

Los dos son enamorados del amor. Salvador, por ejemplo, es una lapa. Todo el rato quiere abrazos, besos, me ahoga. Y el Américo era así cuando chico pero ahora es más reservado. Antes me decía «te amo», ahora me dice «te quiero» (risas). Tendría un tercero, pero si me aseguraran que la guagua no tendría ninguna secuela. No estoy operada. A mi marido le dio por tener una tercera guagua el año pasado pero le dije «claro, ¡como soy yo la que pasa con guaguas!» (risas). Le consulté al doctor y me dijo que para qué me iba a arriesgar a que el niño venga con problemas o que a mí me pase algo. En Rusia si tu hijo viene con Síndrome de Down, por ejemplo, puedes abortar, pero acá no y no soy capaz. No sé si por la edad, pero una guagua Down es dependiente de ti para toda la vida, y ya no tengo 30 años para dar lo más posible… «Una embarazada tiene que alimentarse como una diabética»

¿Cuáles fueron las principales transformaciones que tuvo tu cuerpo tras tus embarazos y los cuidados que más te han demandado en ese contexto?

Cuando me embaracé de Américo pesaba 58 kilos y casi tenían que ponerme una pistola en la cabeza para comer porque no me daba hambre. Con Salvador tuve un poco más de hambre. Además no tenía nada de los antojos que dicen que te dan ni hice caso a esas leseras de que hay que comer y comer, ¿para qué? A los 40 ni a ninguna edad puedes torturar así a tu cuerpo subiendo muchos kilos. Mi matrona me dijo que una embarazada tiene que alimentarse como una diabética: comer 5 veces al día pero porciones pequeñas. Eso de comer por dos o tres es un mito. Con los dos subí como 10 u 11 kilos.

¿Te costó volver a tu peso tras los embarazos?

No, sólo que con el segundo me costó un poco más porque con los años ya no funciona todo como antes (risas).

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