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Monserrat Ballarín, una “Pituca sin Lucas”: “Al cuico también se le discrimina”

Mientras armaba su personaje para “Pituca sin Lucas” se reencontró con un mundo que le chocó, cuando llegó a vivir a Santiago, y además tuvo que enfrentar todos los prejuicios que tenía sobre el mundo de la TV. A diferenia de varios actores, su pasión nunca fue muy clara, hasta que al dar la PSU de nuevo, volvió a elegir teatro.

Por: Jessica Celis Aburto. Fotografías: Gonzalo Muñoz. Producción de moda: Mackarenna Claro.
Maquillaje y peinados: Sole Donoso. Vestuario: Boutique Kendra.

De niña, Montserrat Ballarín (28) bailaba flamenco. Sabía que le gustaban las tablas, pero no tenía claridad de cuán profunda era su pasión. Entró a estudiar Teatro en la Uniacc, congeló luego de dos años porque enfrentó una crisis vocacional, y retomó la carrera luego de dar la PSU por segunda vez, pero esta vez en la Universidad Católica.

El año pasado mandó su CV a Mega, la llamaron, hizo un casting y quedó en el taller de actores del área dramática que dirige Moira Miller. Dio otro casting para «Pituca sin Lucas», y quedó.

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«María Jesús», su personaje en la teleserie de Mega, la llevó a recordar una realidad que conoció bastante bien cuando a los 18 años dejó Punta Arenas y aterrizó en Santiago. «Una de las cosas que más me llamó la atención fue que es una ciudad hecha para que no te topes con nadie que sea diferente a ti. Estaba acostumbrada a otra cosa. En Punta Arenas convivimos todos, está todo mezclado. Hay gente que tiene plata y otra menos pero todo convive, es una realidad mucha más diversa. Estudié Teatro, y aunque haya sido en el Campus Oriente, igual es una carrera más diversa que otras. Veía a los cabros de otras carreras, como mi hermano, estudiante de Ingeniería Comercial, donde los de región se juntaban con los de región porque acá todos te preguntan de qué colegio saliste, de dónde es tu apellido, dónde trabajan tus papás… Yo me saqué un peso de encima en Teatro porque como soy de Punta Arenas a mi familia no la conoce nadie, no tengo ascendente ni apellido ‘conocido’ entre los santiaguinos. ¡Soy una NN! (risas)», recuerda.

Tu personaje está lleno de modismos y es un ícono de lo que entendemos por cuico. ¿Cómo llegaste a él?
Desde chica soy muy observadora. Hablo mucho, pero observo mucho también. Salgo a tomar un café, me siento en un banco de la plaza, hablo con los taxistas. Observo. Y desde ahí voy robando palabras. Para la «Jesús» robé cosas desde mis primas –que no son cuicas pero tienen dichos cuicos (risas)– y sobre todo a niñas chicas. Eso me ha impactado. Conversando con hijas de amigos o familiares me di cuenta que dicen muchas cosas que fueron absorbiendo de sus compañeras de colegio o una amiga y las tiran sin filtro porque no son concientes. Tiran las barbaridades más terribles como si nada, así como lo hace la «Jesús» muchas veces, que no lo hace de mala. Lo que le pasa a ella es que no tiene las herramientas para enfrentar el conflicto que está viviendo. Puede parecer caprichosa pero no es maldad, es inocencia y debilidad emocional. Ella no conoció otra realidad que la que le tocó, por lo que al encontrarse con esta otra, queda absolutamente indefensa. Ahí llegamos a la falta de empatía que existe al momento de ponernos en el lugar del otro. Al cuico también se le discrimina y hay muchos prejuicios. Eso es lo bonito que tiene esta teleserie, que toca las realidades de ambos lados.

¿Qué caracteriza a una cuica en términos de look?
En términos de moda usa muchos básicos, son muy sobrias. Ahora, por ejemplo, usa jeans pitillo, zapatos o sandalias gigantes y para arriba poleras o polerones básicos en tonos pastel. Usan el pelo liso, suelto, con un look natural-descuidado, pero que en el fondo es muy cuidado. No son de muchos accesorios, y si usan no son llamativos. Infaltable el arito de perla. Y cultivan el look cara lavada, pero que uno sabe que tampoco es descuidado porque igual te pusiste base y te encrespaste las pestañas (risas).

¿Y su comportamiento social?
Son muy comedidas, medias cartuchas, pero socialmente en algunos grupos llegan a desbandarse. Tienen sus garabatos pegados como «weona»… «shusha»…, y aunque es fuerte se escucha harto el «culiá»… Y «aweoná», que es como «estúpida»… El «retamboleado» también lo he escuchado. Ah, y el «gallaaaa», «amiga», ¡obvio! (risas)

¿Cómo ves a las mujeres de tu generación?
Estamos cada vez más abiertas a aceptar desafíos, a ser más críticas y opinantes, con los pantalones bien puestos y sin dejar de ser mujeres. Dejamos de ver la feminidad como símbolo de fragilidad. Ser femenina no significa ser frágil ni sutil ni silenciosa. La belleza también está en ser políticamente incorrecta y pelear por lo que crees.

¿Por qué o quién saldrías a marchar?
Por la educación, pero no como se están haciendo las cosas ahora, sino para crear un nuevo sistema. Creo que el sistema neoliberal ha hecho estragos. Si no cambiamos la cosmovisión y el paradigma, no pasa nada. Somos números. No puede ser que tengamos que trabajar como animales para tener que vivir mejor. No puede ser que en esa ecuación de vivir mejor no quepa el ocio, el vivir más relajado, porque sin ocio no tienes tiempo para descubrirte como persona. El 80% de la gente lo pasa mal en su pega, y llega tan cansada que lo único que quiere es acostarse. No podemos vivir desde ese paradigma. Es un error decir «que el modelo va a colapsar», porque ya colapsó hace rato.

¿En qué ocupas tu tiempo de ocio?
Me gusta mucho inventar cosas con la manos.

¿Fan de Utilísima?
¡Sí! (risas). Todo el rato invento cosas. Hice mosaicos, hago cuadros muy locos. Mi mamá es muy artista, y soy tan enrollada que siento que en alguna época descansaba más haciendo eso que echada en mi cama. Me gusta la idea de hacer otras cosas que me sacan de mis perspectiva habitual. Eso te abre la cabeza y te da otras miradas. Si te das el tiempo de leer un libro, por ejemplo, lo más probable es que al otro día llegues a la pega haciendo otras asociaciones.

¿Eres buena lectora?
Sí, me gusta mucho leer.

¿Qué es lo último que has leído o estás leyendo?
El último de (Ray) Loriga, «Za Za, emperador de Ibiza».

¿Tienes alguna temática favorita?
No. Leo desde la novela histórica que te lees cuando estás desocupada hasta teatro.

¿»50 Sombras de Grey» pasó ante tus ojos?
No lo he leído, y lo que voy a decir es puro prejuicio, porque lo que me contaron lo encontré tan machista que me dio rabia (risas). No me llamó la atención.

 

AMOR Y FAMA
La exposición que tienes debido a una teleserie exitosa es fuerte, y la televisión es una maquinaria actoral bien distinta al mundo del teatro, que era el ámbito laboral que conocías. ¿Cómo la has vivido?
Me lo tomo con el mayor relajo posible. Todo lo que dicen de la tele y lo complejo que es trabajar allí era mi mayor prejuicio. Creo que he tenido mucha suerte al encontrar el equipo increíble que tengo. Además mi personaje es muy entretenido y lleno de matices. Lo he pasado increíble. Que me reconozcan en la calle ha sido un tema también, porque me ha obligado a mirarme y reflexionar cuando me he visto haciendo o diciendo cosas que sé no necesito. Por ejemplo, pensar que salí fea en una foto que me pidieron en la calle porque sentía que me veía horrible. Ahí paro y digo «¿y qué importa?» ¡Ese cuestionamiento no tiene ningún sentido! Eso me ayuda a reafirmarme todo el tiempo, y cachar quién soy realmente.

¿Y qué has descubierto?
Soy muy insegura, y ha sido un trabajo muy grande decir lo que pienso, validarlo y no tener miedo a eso. Soy muy autoexigente y perfeccionista y agradezco ser así, pero me ha jugado en contra porque me censuro mucho. El trabajo que hago es que trato de recordar siempre que nada es tan grave, y tampoco soy neurocirujana (risas).

Tu pololo –el actor, profesor y director de teatro Francisco Albornoz– está fuera del mundo de la TV. ¿Qué rol ha cumplido en esta etapa?
Intelectualmente y en el trabajo sentimos mucha admiración el uno por el otro. Conocernos desde ahí siendo amigos y después pasar a ser pareja fue muy natural. Nos gustan cosas muy parecidas y tenemos visiones muy iguales de cómo queremos vivir la vida, a pesar de que somos personas súper distintas en personalidad. Es un muy buen complemento, somos buenos partners. Él ha sido un apoyo muy grande porque hablamos de todo. Somos muy de sentarnos a conversar tomando un café. Ha sido tremendo apoyo para contenerme en una situación en la que no había estado nunca y también me ha ayudado en temas de pega, dándome consejos cuando lo he necesitado. Él es director de teatro y confío mucho en su criterio. Su mirada es más bien macro, y yo trabajo muy desde lo micro.

¿Qué opina de tu trabajo en la TV?
Le gusta. Encuentra que la teleserie está súper buena.

¿Te da nervio que te critique?
(Piensa) Creo que no, pero quizás me da más nervios de lo que soy conciente. Al principio sí estaba más preocupada, pero ahora quiero que me vea y me diga cosas (risas).

Su mamá televisiva, la actriz Paola Volpato, también ha sido un apoyo clave desde que pisó Mega. «Ella es demasiado auténtica, y tiene algo muy bonito: es muy generosa, cariñosa, querendona y protectora. Es la mamá pollo de su gente, y con esa energía llegó al canal, al igual que la Ingrid (Cruz), entre otros. A la Pao le tocó ser la mamá de cabras chicas que entramos por primera vez a la tele y ha sido la líder de esta manada de forma muy generosa, muy disponible para todas las dudas y dándonos mil consejos.

¿Te costó el tema de la prensa?
Al principio sí, como que me había metido en la cabeza –también por prejuicio– que tenía que medirme mucho en lo que decía.

Que los periodistas somos seres maquiavélicos que queremos perjudicar a los famosos…
(Risas) Claro…, todo eso, que tenía que cuidarme porque siempre habrá algo de lo que pueden sacar provecho y me pueda arrepentir. Después caché que no es para tanto y depende de uno lo que salga, y si más encima puedes aportar con algo que a alguien le pueda servir, está todo bien. Uno tampoco puede ser tan ególatra creyendo que la gente va por la vida queriendo dañarte. ¡Pensar eso sí es muy terrible! (risas) Si te arrepientes después, bueno, ya fue.

¿Eres de fijarte metas?
No tengo grandes metas a largo plazo. Estoy en la parada de ponerme desafíos chiquititos. Soy muy nerviosa y obsesiva con la pega, y en ese sentido mis metas son día a día. Por ejemplo, si no pude llegar a desarrollar algo actoralmente porque estoy muy tensa, debo trabajar eso: ese es el desafío. Y tengo mucho por aprender y hacer.

Y ya está confirmado que sigues en el área dramática de Mega.
Sí, ¡y estoy muy feliz por eso! Estoy en un equipo maravilloso, desde los actores hasta los técnicos. Todos los que estamos ahí tenemos las ganas y todo el cariño de que el trabajo salga lo mejor posible. No pude caer en mejor lugar.

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