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Javiera Mena: “Me encantaría que adoptar fuera más fácil para todos”

Fue fan del grupo Mazapán, porque su música le parecía sicodélica. Los tacos de su abuela le sugerían ritmos, y su abuelo le mostró un mundo atiborrado de discos y cassettes. ESTA cantautora, músico y productora chilena lanzó en octubre su cuarto disco, “Otra Era”, que nació entre nuestro país, España, México y Estados Unidos. El amor sigue siendo el leitmotiv de sus letras y también de su vida.

Por Jessica Celis Aburto. Fotografías: Gentileza Javiera Mena (Javier Bernal).

Tiene una carrera internacional en ascenso y, por lo mismo, debe pasar tiempo en España, México, Estados Unidos y Chile. A sus 31 años, ha publicado 4 discos, en los que se destacan sus habilidades de cantautora, productora y músico. No llama la atención, entonces, que el sitio español Cromosoma X la señalara como «lo mejor que ha dado Chile desde Violeta Parra y el pan con palta», mientras que el diario El Clarín la denominó «Amazona del pop global».

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Hace pocos meses lazó su cuarta producción discográfica, «Otra Era», donde muestra un look diferente. Carlos Diez Diez la hizo retomar la chasquilla característica de sus primeros años de carrera, un estilo medio animé, pero más maduro.

¿En qué contexto nace «Otra Era»?
Nació entre viajes, entre España, México y Chile. Tengo recuerdos de haber compuesto arriba de una van, pasando por campos en el país Vasco, o en el sur de Chile, en Santiago, en Madrid o en un avión desde Estados Unidos a México.

¿Fluyó naturalmente o fue un proceso pensado?
Natural. «Mena» –disco anterior– ya tenía un tiempo. Nunca dejé de componer. Compongo en cualquier momento y cuando ya entro en el estudio, me encierro.

El amor sigue siendo el leitmotiv en tus letras.
Sí (risas). En los tres discos me ha nacido hablar de amor, de ese amor más serio, apasionado. Me parece que es una temática súper fuerte y que lo es también para todas las personas. Me sigue llamando la atención el que pueda ocupar tanto tiempo en la mente de la gente.

¿Y es también el de tu vida?
Yo creo que sí. Soy una persona que se deja llevar mucho por la sensación de buscar un amor, y compartiendo con mis amigos me doy cuenta que es algo muy natural. Hay gente a la que le da vergüenza el tema. Un amigo una vez me dijo que le gustaba –que hablara de amor– y que se sentía cursi. Es como que está un poco mal visto, pero es algo súper humano y genuino. Y yo me siento 100% identificada con eso.

Nunca he vivido una industria de la música deslumbrante, algo que sí ha vivido otra gente y que se molestó cuando salieron los sitios de streaming porque sí vivieron un apogeo de la venta de discos. Yo nací musicalmente alrededor del 2005, cuando se estaba reformulando todo, y sabía que tarde o temprano la cosa iba a ir por este lugar. La piratería explotó y todo el mundo descargaba los discos. Ahora se está regularizando cada vez más. Yo estoy totalmente a favor de Spotify o Deezer, porque son elementos de difusión. Y mi música, en el lugar donde estoy en Chile, por dónde vengo y me muevo, necesita mucha difusión, al contrario de artistas como Taylor Swift, que tiene demasiada. Spotify a ella no le sirve.

Y en el corto y mediano plazo, ¿seguirás pasando temporadas entre Chile, México y España?
Creo que todos los músicos somos un poco gitanos, porque hay que moverse. Decidí tener una carrera internacional, entonces, quedarme en Chile, moviéndome sólo de Arica a Punta Arenas, no me funcionaría. Me tocó así, pero en algún momento igual tendré que tener mi casa y ahí decidiré en qué lugar quedarme.

¿Cómo ves la escena musical chilena?
La veo bien nutrida y también que muchos tenemos que salir afuera, movernos. Siento que cada día la gente se identifica más con la música chilena, algo que no pasaba hace 5 años. Veo a un público nuevo de adolescentes, que apoya mucho a los músicos nacionales. Lo veo en mis conciertos y en los de mis pares: chicos entre 15 y 20 años. Está muy bonito ver que hay nuevas generaciones apoyando. Eso es muy bueno, porque hace que esto se mueva y siga latiendo la música.

Tu nombre ha traspasado las fronteras chilenas, ¿Cómo te va con el ego?
Somos muchos los que formamos el equipo que trabaja conmigo. Siento que no tengo el clásico ego de un músico o artista, porque soy de una familia que se ha esforzado mucho, entonces he vivido ese lado. Mi familia es de científicos y siempre he visto a la música como una ciencia más, no como una cosa divina o que uno está tocado por Dios por hacer música. Uno simplemente mezcla elementos que dan algo precioso que es la música, que entra al alma de las personas. En ese sentido, me veo dentro de un gran grupo de gente que hace cosas que le hacen bien a la gente. Puede ser música, la cocina o lo que hace mi hermano, que crea fórmulas para emparentarse con la medicina. Tengo un ego como todo ser humano al que le gusta que lo reconozcan, pero no me siento alguien intocable o superior.

¿Recuerdas cuándo comenzó tu pasión por la música?
Desde que tengo uso de razón creo que le daba una atención superior a los sonidos más que a otras cosas. Era el sentido que más me atraía. Desde que escuchaba sonar los tacos de mi abuela y encontraba que ahí había un ritmo. También me iba donde mi abuelo, que era melómano, tenía muchos cassettes y vinilos, y fue uno de los primeros en tener CDs. Tenía una gran colección de música, que compilaba, y yo me iba a su casa y escuchaba sus discos de Queen, de música clásica. Los ponía muy, muy fuerte, era muy envolvente para mí. Igual fui muy, pero muy fanática de Mazapán. Me pegaron bastante. Me parecía súper sicodélica su música, que me llevaba a otros estados, porque era música como extemporánea, con xilófono, las voces que hacían cánones. Mazapán fue la primera banda de la que fui fan y me dio algo súper importante. De más grande escuché a Ace of Base, que fueron mis primeros encuentros con la música electrónica. Luego me puse a escuchar The Prodigy y Chemical Brothers. Cuando tuve internet empecé a bajar todos los grupos. Conocí muchos, como My Bloody Valantine o Stereolab, del cual también fui fanática. La música que se escuchaba en mi casa también me gustaba, como Quilapayún y la Cantata Santa María. De chica fui muy obsesiva con la música y del estilo que fuera.

¿Quién te ha golpeado últimamente? ¿Qué estás ecuchando?
Kaytranada, un chico de Canadá; Djs Pareja, que son argentinos; Arca, que es un productor venezolano que ha trabajado con Björk, y el último disco de ella me encantó. Siempre escucho música de comienzo del siglo 20 y ambient, como Brian Eno. Como siempre estoy arriba componiendo, me gusta bajar los beats escuchando ese tipo de música (risas).

Además del yoga, la meditación y el running, ¿qué encontramos en tu lado B?
(Piensa) Todo eso que dijiste nomás (risas). El running lo he dejado de lado y espero retomar ahora. También me gusta mucho leer y cocinar, aunque no hago cosas muy elaboradas. Me gusta ver series; esta semana terminé «Breaking Bad» y «Game of Thrones». Me meto mucho en ellas y son una gran inspiración. Mi último disco tiene mucho de GOT, esa cosa medieval…

 

PUERTAS ADENTRO
El papá de Javiera es constructor civil y su mamá, parvularia, dedicada al comercio de libros de medicina. Es la mayor de dos hermanos: Gonzalo (27) y Manuel (7). «Mi hermano mayor es matemático y el científico de mi familia directa, lo que es muy importante para mí, porque siempre tengo conversaciones con él. Me ha introducido al lado de las ciencias, que tienen que ver demasiado con el arte, aunque digan que son opuestos. En ambos narras la experiencia, tratas de describir el mundo. Él siempre me recomienda buenas lecturas y escritores. Por ejemplo, leyendo a Francisco Varela fue que llegamos a la meditación», cuenta.

Hablas mucho de tu hermano Gonzalo. ¿Qué lugar ocupa en tu vida?
Somos súper cercanos. Toda mi infancia fue con él. Claramente nos peleábamos y nos pegábamos combos (risas), pero cuando crecimos empezamos a tener muchas cosas en común. A los matemáticos yo los considero superiores (ríe).

Siempre hablas de tu familia. ¿Tratas de pasar tiempo con ellos?
Sí, es muy importante para mí. Mi familia es súper alegre. Es gente que aunque le pase alguna desgracia, siempre ven el lado del humor. Han querido darnos a nosotros lo mejor; me incentivaron a que fuera músico, aunque en un comienzo lo vieron como algo que sólo sería carrete. Después, cuando se dieron cuenta de que era serio, me apoyaron un montón. Si no hubiese sido por ellos, no podría haberme dedicado a la música en un país como Chile. Sólo puedo decirles que muchas, muchas gracias. Además, me llevo muy bien con ellos, son personas abiertas. También han permitido que como hijos les enseñemos.

Siempre has dicho que en el tema de tu homosexualidad también te han apoyado.
Para ellos mi sexualidad es un tema secundario. Obviamente, tampoco eran ultra liberales y en algún momento les chocó, pero me apoyaron 100%. Nunca lo vieron como un problema. Si tenían conflictos conmigo era por otras cosas, no por mi sexualidad. Jamás sentí un rechazo. La gente que no habla de homosexualidad es porque tiene una familia que no quiere aceptarlo. Mi rol y aporte al hablar sobre esto, tiene que ver con eso.

¿Estás pololeando?
Sí, después de dos años y medio.

¿Hace cuánto?
7 meses.

¿Es chilena?
Española.

¿Te gustaría casarte?
No lo tengo muy claro. Por ahora no, aunque no sé… (risas).

¿Y tener hijos?
(Piensa) Eso sí que no sé. Todavía no siento el llamado (risas). Adoptar de repente sí, porque creo que es una experiencia muy buena, aunque sea difícil. Creo que es un aporte. Hay muchos niños que no tienen familia y me encantaría que adoptar fuera más fácil para todo el mundo.

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