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Ignacio Garmendia cuenta en qué se parece a “Felipe” de “Pituca sin Lucas”

Tuvo que estudiar RR.PP antes de Teatro, porque sus papás le pidieron una carrera “más seria”. Después de 5 años asumiendo roles destacados y diversos en pantalla, siente que está cumpliendo su gran sueño. “Que traten de torcer tu camino es un error, porque interrumpen tu proceso de vida. Uno se da una vuelta más larga, pero al final se impone lo verdadero”.

 

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Por Jessica Celis Aburto.

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Desde el 2009 Ignacio Garmendia ha sido una figura recurrente en televisión. Debutó en la juvenil «Corazón rebelde», y luego de 5 años en Canal 13 llegó al elenco de la exitosa «Pituca sin Lucas», de Mega. «Durante los 5 años en Canal 13 crecí, pero este cambio ha sido súper bueno, porque en el último tiempo de ‘Soltera otra vez’ me sentí un poco limitado. Ahora me siento como una planta que cambiaron de macetero y las raíces empezaron a expandirse», explica.

Laboralmente hablando, han sido 5 años muy intensos, ¿qué piensas al respecto?
Partí sin términos medios. Debuté con un protagónico y fue algo positivo, porque me ayudó a asumir la responsabilidad de lo que eso significaba y me obligó a ponerme a tono altiro. En ese sentido fue bueno. Pasar de una teleserie juvenil-infantil a una adulta es una transición que ayuda a diversificar tu carrera también. Estoy satisfecho y agradecido.

Trabajo, buena facha y suerte. ¿Cuánto influye cada factor en este resultado?
Es difícil descifrar eso, pero la suerte sin disciplina, rigurosidad, mucho trabajo y responsabilidad, es un recurso que se agota rápidamente, sobre todo en medio en que la apariencia puede ser un buen trampolín, pero eso debe tener sustentabilidad.

¿Eres muy autoexigente?
Sí, tanto en lo laboral como en lo personal. Por ejemplo, reviso mi trabajo y si veo que hay algo débil, me ocupo de mejorarlo.

¿Haces ese ejercicio?
Sí, me sirve verme, y también pido opiniones y le pregunto a los directores cómo me han visto. Creo que siempre hay cosas por mejorar, sobre todo en esta profesión donde trabajas con las emociones: uno va cambiando en la vida y por lo tanto eso se refleja en los personajes.

¿Era la televisión una meta?
Cuando estudié teatro estaba abierto a todo: a probar en cine, teatro, televisión. Nunca tuve prejuicios frente a alguna área. Yo quería actuar y mi sueño era dedicarme a eso y vivir de eso. Siempre quise estudiar teatro, pero vengo de una familia que me pidió estudiar algo un poco más «serio» (risas).

¿Cómo convenciste a tus papás?
Tuve que estudiar Relaciones Públicas antes (risas). También estudié Publicidad. Finalmente cuando uno sabe lo que quiere hay que luchar por eso. Si te das cuenta que eso por lo que tanto luchaste no era lo que esperabas, siempre tienes la posibilidad de darte la vuelta y buscar otra cosa. Que traten de torcer tu camino es un error, porque interrumpen tu proceso de vida. Uno se da una vuelta más larga, pero al final se impone lo verdadero.

¿Nunca ejerciste como RRPP?
Nunca. Al terminar la carrera me metí a un taller de Teatro de Bastián Bodenhofer en el Centro Mori, y luego de eso entré a Actuación al Duoc-UC.

¿Tus papás te ayudaron económicamente?
No. Tengo una madrina que es un sol y que es como una mamá. Ella me dijo «si tú quieres eso, adelante». Fue de una generosidad tremenda. Tenemos una relación muy bonita. Ella me dio la posibilidad de dedicarme a mi sueño sin tener que preocuparme de financiar la carrera. Igual trabajaba y estudiaba, pero es difícil por los ensayos y todo el tiempo que inviertes, entonces ella me dio esa tranquilidad.

 

El músico y el dibujante
La música llegó a su vida de la mano de su rol en «Corazón rebelde». «Tenía que cantar, y sabiendo que era medianamente afinado y aunque no tenía la técnica del canto, lo hice. En la audición canté ‘La quiero a morir’, que sabía que era como mi caballito de batalla (risas). Herval Abreu me dijo que sí, que con un buen coach podría salir bien. Luego con el grupo que se formó por la teleserie hicimos conciertos».

 

Los conciertos masivos no son un escenario habitual para un actor. ¿Cómo los enfrentaste?
Fue tremendamente estresante, porque además de cantar, había que bailar, actuar, aprender coreografías, dar un concierto. Fue muy demandante, y como soy exigente conmigo no quería subir a un escenario a hacer el loco, entonces ensayaba el doble. Dar un concierto es otra cosa, porque el público, su actitud y la energía es distinta a la que hay en un teatro. Esto era música full adolescente, las niñas estaban eufóricas, entonces terminaba muy arriba, con la adrenalina en las nubes. Lo recuerdo como una experiencia que me sumó mucho, un bonito recuerdo. Haber tenido un grupo de música no es menor.

 

¿Te mareaste alguna vez con la fama?
No siento que me haya pasado eso, pero sí creo que en algún momento tuve la ansiedad por hacerlo todo, por querer estar en todas. Me decían vamos a una entrevista, iba; vamos a un concierto, iba. Uno entra en un ritmo que te pone ansioso porque quieres hacer todo bien. Ahora no. No pretendo abarcar tanto, lo disfruto más. La ansiedad es fatal, y es uno de los rasgos que trato de manejar porque te bloquea y te impide disfrutar.

¿Retomarías esa faceta musical?
(Piensa) Me acuerdo de lo estresante que fue eso y no lo creo por ahora, pero si se diera la oportunidad de hacer algo tranquilamente, lo pensaría.

Otra faceta artística, menos conocida, es su pasión por el dibujo. «Desde chico tuve facilidad por lo artístico, y en el colegio gané varios concursos. De grande sigo dibujando, pero más irregular por mi trabajo, aunque nunca lo suelto. He visto como mi estilo ha ido cambiando, y eso es bonito», dice.

¿Cómo es tu estilo ahora?
Partí bien abstracto y ahora lo mantengo, pero tiendo a lo más figurativo. Me gustan mucho los detalles, me compro lápices de punta ultra fina; croqueras y papeles especiales, y tengo la intención de hacer una exposición si es que tengo un volumen importante de dibujos. Lo tengo muy presente.

 

La delgada línea de la (in)fidelidad
Tu personaje en «Pituca sin Lucas» tenía un pololeo eterno y se quería casar con su novia, cuando aparece una chica que le mueve el piso.

 

¿Te ha pasado?
(Piensa) En mis relaciones importantes no me ha pasado, sí alguna vez cuando tuve un romance sin importancia y no me quedó resuelto algo con alguien del pasado. Fue algo súper puntual.

¿Compartes la idea de que si estás «enamorado realmente», es imposible que se te mueva el piso, y por lo tanto no puedes ser infiel?
En temas de pareja siempre hay que relativizar. No existen los siempre ni los nunca, porque tu experiencia con la mía son universos totalmente distintos y cada pareja es un mundo aparte. Creo que uno podría decir que si estás enamorado es menos probable que seas infiel, pero la posibilidad de que eso pase siempre está.

¿Perdonarías una infidelidad?
(Piensa) Creo que hace un tiempo atrás te habría dicho que no. Hoy, y tiene que ver con lo que te dije anteriormente, de relativizar, lo pensaría. Si llevo una relación sostenida en el tiempo, me es infiel –que hasta dónde sé no me ha pasado– en una oportunidad puntual y me lo dijeron a tiempo, creo que podría conversarlo y hacer el intento de solucionarlo y ver de qué manera me hago cargo de lo que nos pasó. Y a la vez vería cómo el otro hace lo mismo, cómo actúa para recuperar mi confianza, cómo me devuelve la seguridad y hace el esfuerzo para que lo perdone. Creo que la conversación y el hacerse cargo de la responsabilidad de cada uno es fundamental.

¿Estás pololeando?
Sí.

¿Eres de pololeos largos o no?
Sí, como que tiendo a los largos (risas).

Haciendo un paralelo con Felipe. ¿El matrimonio es una meta?
No, pero para Felipe sí. Es cómo un check más en su vida, porque es muy cuadrado.

Y tú, ¿tienes tu lista de checks?
Antes sí tendía harto al check list, pero me he ido desestructurando, en el buen sentido. Lo mantengo en algunas cosas porque creo que en la vida es bueno tener metas, pero también es muy bueno irse acomodando a ella con espontaneidad.

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