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Mahani Teave, la joven concertista y su cruzada por la cultura: “Intentan fusionarnos a todos”

La joven concertista de piano lucha para sacar adelante su proyecto emblemático: una Escuela de Música en Isla de Pascua. Como representante cultural de su pueblo en la última Cumbre Global de Arte y Cultura que se efectuó en Santiago, habló con voz clara sobre la deuda y los problemas para sacar adelante proyectos sociales como los que lidera.

 

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Por Pilar Huilcaleo Mateluna. Fotografías: Andrea Speer.

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El Toki fue la herramienta de la Isla de Pascua con que se esculpió originalmente todo: se tallaron los clásicos moais, los escritos en piedra, ¡todo! De ahí que la ONG que la pianista Mahani Teave (30) formó junto a un grupo de profesionales jóvenes originarios de la Isla de Pascua se llama así. Todo partió el 2011, con la idea fija de la concertista de hacer una Escuela de Música en el territorio insular. Recibió la donación de dos pianos y 15 violines, y se lanzó a concretarla. El año recién pasado tenían ya 74 niños en clases gratuitas de piano, violín, violoncelo y ukelele.

Y es más. Como comenzaron al revés –es decir, primero con las clases y después con la implementación– en marzo de este año por fin lograrán construir la escuela, que por mientras funciona en espacios prestados. Pero no cualquier construcción; será autosustentable y hecha por el mismísimo Michael Reynolds, arquitecto americano especialista en construcciones autosustentables. «Está hecha de botellas y envases, ¡todo reciclado!», dice Mahani contenta.

Y es que a esta talentosísima pianista su proyecto la llena de orgullo, y tiene toda su pasión puesta en ello. Vibra al hablar de él, se emociona y emociona. Porque desde que salió de su Isla a los 9 años para ir a radicarse al sur de Chile a estudiar música, aconsejada y apadrinada por el gran pianista Roberto Bravo, sabía que era una privilegiada; muchos otros niños quedan atrás. Hija de madre norteamericana y padre isleño, toda su familia apostó por Mahani. Cuenta que cuando ella, su hermana y su madre se cambiaron a Valdivia, durante mucho tiempo sólo tuvo un piano como todo mueble. El esfuerzo familiar era enorme.

Reconoce que varios «ángeles» le ayudaron en el camino; fue así como logró ir a estudiar primero a Estados Unidos y luego a Alemania. Ha dado conciertos por todos lados, y todo el mundo reconoce su inmenso talento y pasión. Pero hace algunos años está combinando su labor como concertista con el de gestora cultural. Esta es su cruzada.

¿Qué pasa con el financiamiento de Toki?
No contamos con financiamiento estable del Gobierno ni de privados. Funcionamos con donaciones pequeñas que gente –y ocasionalmente empresarios– nos dan. El 2013 teníamos el apoyo del Ministerio de Cultura, pero este año no ganamos el Fondart porque en la línea en la que postulamos, que fue «Educación Formativa y Profesionalización de la Música», consideraron que nosotros no calzábamos. Me da una pena enorme, porque yo tuve que irme a los 9 años precisamente para profesionalizarme en la música.

¡¿Y por qué no ‘calzan’?!
Para mí la profesionalización no va en un taller de dos semanas a los 20 años; la profesionalización es el trabajo que se hace con el profesor todas las semanas, desde que somos muy chicos. Pero bueno, esa es mi forma de ver el tema, pero no fue la misma de los jurados. Si nos hubiéramos ganado el Fondart tendríamos garantizado, en cuanto a salarios, casi 6 meses de clases. Ahora estamos en graves problemas, porque tenemos salario para 2 meses nada más. Estamos en reuniones y buscando posibles auspiciadores.

¿De dónde nace tu inquietud de armar algo como la Escuela de Música?
Hay varios elementos que tuvieron algo que ver. Tuve que irme de la Isla a los 9 años para poder dedicarme a la música, y fue un choque muy grande. Me di cuenta que uno no podía desarrollarse en muchos ámbitos en la Isla. Luego me tocó ver primos con 14 o 13 años viviendo solos en Santiago para tener una Educación Media que fuera mejor. Amigos que han muerto en un hospital por un sistema pobre y malo. Así me fui dando cuenta que hay muchas cosas que hay que ir mejorando y arreglando en la Isla. Otro elemento que tuvo que ver con la formación de esta escuela es que el 2004, cuando hicimos con Roberto Bravo un concierto en la Isla, se me acercó una niña con una carta donde decía que ella quería irse al continente a estudiar flauta traversa, que estaba dispuesta a dejar todo: familia, amigos, ¡todo!, con tal de poder dedicarse a la música, que era su gran pasión. En ese momento yo estaba estudiando en Estados Unidos, estaba endeudada hasta el cuello, no tenía contactos ni mucho que hacer al respecto. Fue un golpe fuerte darme cuenta que a mí se me dieron todas las oportunidades, pero que muchos otros niños tanto o más talentosos que yo se estaban perdiendo simplemente por la falta de oportunidad y apoyo. Y eso es un elemento que me acompaña hasta el día de hoy, una de las motivaciones para darle la oportunidad a los niños en la Isla.

¿Qué es lo que más te ha llenado de este proyecto?
Ir viendo los avances que va teniendo, no desde la parte material, sino humana. Ver cómo niños problemáticos se convierten en niños con talento que ya no causan grandes conflictos en sus escuelas y sus familias, ver las familias reunidas otra vez. Todo el tiempo se me acercan niños y me dicen «tía, yo estoy en su escuela, estoy en el taller de ukelele, ¡muchas gracias!». Ellos están creciendo con la música, y por eso quiero entregarles lo mejor posible y de la mejor forma. Y ojalá enseñarles otras cosas también. Este año, por ejemplo, queremos hacer caminatas donde se pueda recoger la basura, o una tarde de cine y mostrarles coristas; sería un sueño hecho realidad hacer un encuentro de orquestas, que vengan los niños de la Orquesta de Corral, del sur de Chile, que son de una situación económica muy precaria y de muchos problemas sociales, y hacer un intercambio con nuestros niños. Eso sería algo hermoso, entre todos ir aprendiendo del otro.

¿Por qué es importante involucrarte y sacar adelante un proyecto cultural?
La importancia de unir otra vez a la comunidad. Porque ha llegado a la Isla mucho el individualismo y el materialismo, mucho el pensamiento ese de «yo hago esto por ti, pero qué me das tú a cambio». Y dentro de la cultura Rapa Nui, tal como se da en muchas de las culturas indígenas que están conectadas con la tierra y el trabajo en conjunto, se está consciente que todo repercute en todos. Entonces, nosotros necesitamos cuidarnos entre todos, trabajar en conjunto. Partimos con los niños porque ellos son el futuro. Nosotros empezamos al revés, generalmente se arma una organización, se construye un lugar y luego se empiezan las clases. Nosotros estamos funcionando con lugares prestados, con la buena voluntad de la gente: en un liceo, en la casa de un profesor, en el centro juvenil de la iglesia. Estamos con instrumentos en distintas casas porque no tenemos un espacio, pero tenemos la necesidad de enseñarle desde ya a los niños, porque de adultos –si bien no están perdidos– no se está tan abierto quizá a proyectarse en una sociedad mejor. Y lo que es interesante es que acá en la Isla mucha gente recuerda los tiempos en que se trabajaba en comunidad, y lo extrañan mucho. Ahora, como en todo el mundo, está funcionando este sistema donde todo se rige por el tema del dinero. Pero en la esencia más profunda, el ser humano no es eso lo que busca; busca estar feliz, y cuando una vida gira en torno al dinero no se puede estar feliz, porque siempre se está buscando más, para que al final llegue la felicidad. Y eso no va a pasar. Ahí va en parte el trabajo.

¿Chile tiene una identidad cultural, o hay varias dentro de un mismo país?
Definitivamente en Chile hay una variedad y una riqueza cultural tremenda. Y muchas veces se tiende a uniformar y a meter a todos en una misma olla. Creo que de todos modos aún no han despertado todos para darse cuenta de que la riqueza más grande de un país son sus variedades culturales. Lo digo como cosa única, porque cada lugar tiene un paisaje, una naturaleza propia, pero también puede parecerse a otro… El tema cultural son flores distintas en un jardín, y que hay que valorar una a una por su belleza y por lo única que es. Y creo que eso no está muy claro en muchos países, y en Chile particularmente.

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