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Melendi: “Cuando no tenía nada era mucho más feliz”

“Cheque Al Portamor” y “Tu Jardín Con Enanitos” son las canciones que suenan actualmente en las radios nacionales. Pero este español cuenta con un diverso repertorio que sorprende. En diciembre realizó dos exitosos conciertos en Santiago, y en febrero llega como jurado al Festival de Viña del Mar para consagrarse en nuestro país. ¿Aún no lo conoces?

 

 

Por Carolina Palma F.

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«Me da miedo Viña, mucho miedo», nos dijo entre risas e informalmente durante su visita a Chile en diciembre pasado, cuando aún no se confirmaba que sería jurado del Festival de Viña del Mar. Al parecer se echó el miedo al hombro, como lo ha hecho toda su vida.

Ramón Melendi Espina, más conocido como Melendi, ha vendido más de 2 millones de discos en Europa y parte de Latinoamérica. Y comenzó su carrera hace más de 15 años en España, cantando rumbas con letras alegres, graciosas, que aún hacen bailar a un público cautivo. ¿Te suena «Con solo una sonrisa» o «Caminando por la vida»? Si no, búscalas en la web para que conozcas el cambio musical.

Este cantautor asturiano de voz profunda, cuyo estilo musical ahora transita entre el pop y el rock, se volvió más conocido en nuestro país con su sexto álbum llamado «Lágrimas desordenadas», del que se desprenden los singles «Cheque al portamor» o «Tu jardín con enanitos».

Esta transformación se debe en parte al cambio en su estilo de vida. Antes se le relacionaba con las drogas, el alcohol y las fiestas, pero el nacimiento de sus hijos logró que dejara sus adicciones, a las cuales incluso retrata en algunas canciones. «Si no llego a tener hijos hubiera sido un Peter Pan hasta los 50 años», ha declarado a la prensa.

El 2005 se convirtió en padre de Carlota, transformándose en una persona más serena, y luego conoció a su actual pareja, una corista llamada Damaris, madre de Marco, su segundo hijo. Incluso su look transmutó, pasando de rastas a un peinado y vestimenta impecable, aunque aún le gustan los jeans rotos y los tatuajes que cubren sus brazos.

Lo entrevistamos en diciembre pasado, y puedo confirmar que su más de metro 90 de estatura, contextura, rostro, mirada y simpatía dejan huella en cualquiera, cualquiera. Entre nos, se ve estupendo de cualquier forma, ya sea hippie o formal.

Su visita a Chile la podríamos definir como más que exitosa, porque agotó el primer show a los 4 días, así que se vio obligado a realizar otro. «¿Mucha ansiedad?», le preguntamos. «Un poco. Al principio, un país nuevo que no conoces bien su idiosincrasia y lo que les gusta. Entre canción y canción yo hablo, cuento anécdotas, ironías, y cada país la interpreta de forma distinta. Es como ir tocando teclas y viendo cuál funciona. Es una prueba. Estoy muy feliz de haber logrado esto después de mi promoción en Chile. Me he sacado la espina».

¿Resultado? Más de dos horas de conciertos, 28 canciones con temáticas como las drogas, los abusos, la pobreza y el amor, que miles de personas cantaron desde la primera a la última. Sin exagerar podemos decir que la energía, sencillez y honestidad que despliega Melendi en el escenario sedujo a un público tan transversal como su historia musical, y seguramente hará lo mismo con el llamado «monstruo» de la Quinta Vergara.

Te conocí el 2007 cantando rumba española, y descubriendo tus últimos temas veo que es algo completamente distinto, incluso en tu imagen. ¿Por qué se produjo ese cambio?

Bueno, cambió mucho mi vida, y cuando eso pasa cambia todo. Es el reflejo de una forma de vivir. En lo musical, sobre todo en lo que envuelve las canciones, la producción ha tenido que ver el punto de vista de cómo abordo los temas. Antes era desde un tono alegre y quitándole importancia a todo, y fiesta y fiesta…

Crítica también…
Sí, pero desde el pachotismo. Tratando temas complicados de una manera bastante frívola, que es normal por la edad. Ahora los abordo desde otro punto de vista, un poco más crítico social, sobre todo porque tengo dos hijos. Para el otro tipo de música era muy apropiada la rumba, pero para contar cosas desde otro punto de vista, ese estilo no pega.

¿Crees que este tipo de música, la balada, te abre más puertas en Latinoamérica, por ejemplo?
Sinceramente no pienso en las cosas por pegar o no pegar. Creo que es lo que te pide la canción. Hay algunas que son más comprometidas, como «La tortura» (que relata la historia del abuso a una menor), que no le veo más producción que la que tiene…

Dices que te da lo mismo vender discos, si tienes un concierto vacío.
Hay una frase de Joaquín Sabina que es muy buena, que la dice cuando se ganó un Grammy: «Yo creí que pasaba de los premios, pero eran los premios que pasaban de mí». A nosotros nos gusta, pero hay prioridades y planes. Para mí lo principal es que el concierto esté lleno y que la gente disfrute. Las ventas no son un termómetro de un disco, pero a todos nos gusta vender y los premios (ríe).

¿Qué debe tener un concierto de Melendi para que te llene completamente?
A mí me gusta que la gente conecte. Que cuando interpreto algo que es muy personal, vea esa sonrisa de complejidad en la primera fila; que no solo estén oyendo, sino escuchando. Esa conexión no se genera en todos los conciertos. Siempre se pasa bien, pero en algunos quizás uno está más metido. Somos como los futbolistas, a veces estamos más metidos en el concierto y otra menos.

¿Qué sientes al venir a Chile, agotar un primer concierto y agendar una fecha adicional?
Es una sensación bonita. Creo que el chileno entiende la propuesta y hablamos el mismo idioma de cómo entendemos la vida. Al fin y al cabo, un cantautor como yo sabe que no vende por la voz ni mucho menos, por lo que se trata de captar gente que ve la vida de la misma manera o entiende las cosas desde el mismo prisma. Solo así se llena un concierto, y eso me da pie a pensar que sí es verdad.

¿Esperabas que se agotaran las entradas?
La verdad no lo esperaba; uno trabaja con ilusión siempre, y hay un buen equipo detrás y se ha conseguido. Para nosotros es más importante el concierto que las ventas de los discos, aunque esté la compañía aquí y me mate… Me importa más.

Cuéntanos del programa «Generación Rock», donde eres un couch de 15 participantes, cuyas edades llegan hasta los 85 años. ¿Qué tal ha sido la experiencia?
Es una pasada, alucinante. Hay una participante que tiene 86 años, pero tiene una cabeza, recita poemas de 30 hojas. Es reconfortante saber que piensan exactamente lo mismo que nosotros, pero viven con más pasión que nosotros. A mí me han enseñado a colocar cada cosa en su plano, llevo 5 meses con ellos y ahora sé que es verdad que la vida es más sencilla y ordenada.

¿Qué queda del hombre rasta, súper, súper alegre?
El esqueleto (ríe). Queda mucho, lo que pasa es que el tiempo pasa. Empecé con 19 años y ahora tengo 35. Y han pasado cosas, pero muchas veces cuando llego a mi casa y cierro los ojos, me sigo sintiendo ese chaval. Es verdad que uno cuando va creciendo va generando sus armas, su particular escudo, y cada vez queda más enterrado el niño que eres. Pero de vez en cuando sale. Como dice mi madre, ¡la cabra tira al monte siempre!
Estás en pareja, tus dos hijos (8 y 3 años) están en España, y te has declarado un enamorado de tu familia.

 

 

¿Cómo lo haces?
Se extraña mucho. Además ha sido un año complicado con programa de televisión, 90 conciertos… Se pasa mal.

¿Viajas con ellos?
A veces, porque depende de los cursos escolares, y es muy complicado. Hay viajes muy duros, y eso tampoco es vida para un crío. En el verano prefiero que disfruten con sus primos a que estén conmigo en la carretera. ¡Pero se les echa de menos! Llegas al hotel, los miras por Skype, lloras un poco antes de acostarte y ya (ríe). A veces es duro porque vivo en una carretera y un hotel, y te mandan videos de los niños jugando… ¡Es una mierda! (ríe a carcajadas).

«Cheque al portamor» es el segundo single más escuchado. ¿Quién está detrás de ese cheque?
Es una metáfora, y yo la lleve al campo del amor. En realidad …, aunque no lo parezca, es una de las más autobiográficas. Trato de expresar algo que puede parecer un poco frívolo desde fuera, y es que cuando no tenía nada, era mucho más feliz (carcajada, y se ve más guapo). Prometo que cuando tenía 18 años y no tenía nada era mucho más feliz. Y me pasó eso. Como la fama y la pasta (dinero) me llegó tan joven, casi me destroza la vida. Luego con cosas súper sencillas era feliz. La metáfora la llevo al amor porque muchas veces pasa que se busca la seguridad por encima de otras cosas, y al final te das cuenta de que no es así. Que la vida son pequeños momentos y que el dinero, una vez tienes cubiertas tus necesidades, a mí no me da nada más. Yo con estos (toca sus jeans rotos) llevo 6 meses, no me los quito, y los lavo y los doy vuelta (ríe).

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