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Bastián, Damián y Maira: el clan Bodenhöfer en la intimidad

En un bellísimo día soleado, fuimos a visitar a los Bodenhöfer. Disfrutamos del café preparado por Bastián y nos asombramos de su fuerte herencia, como persona y actor, en Maira y Damián. Hizo un buen trabajo: sus hijos se sienten orgullosos y agradecidos de su legado de profesionalismo, libertad y amor por la naturaleza.

 

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Por Angélica Salas. Fotografías: Gonzalo Muñoz.

Maira y Damián son hijos de Bastián Bodenhöfer con la también actriz Consuelo Holzapfel. Y con semejantes progenitores, era difícil que los genes histriónicos no brotaran. Es así como Maira estudió teatro y Damián, educación física, pero igualmente se preparó, actoralmente hablando, para seguir los pasos de su padre. Con los perros de la casa, Gladys y Víctor, dando vueltas, conversamos sobre la experiencia de ser padre…

Bastián, ¿qué fue lo mejor de ser papá joven? A los 24 años…
Hoy en día, se es padre más viejo. Pero antes, no era tan llamativo ser papá joven. Me sentía preparado y quería. Era una época en la que tenía harta pega, porque era el comienzo de toda la gran boga de las teleseries en los ’80.
Damián: ¡Lo acompañábamos harto al set!.
Maira: ¡Sí! Era más fácil pasarse después del colegio, que quedaba cerca.
Bastián: Ellos eran muy buenos niños. Lo que más me acuerdo, es que hacíamos hartas películas, porque eran los tiempos en que empezaron a llegar las primeras cámaras. De hecho, yo compré la primera VHS que llegó, que era un maletín inmenso, lleno de cables. Pasábamos haciendo películas de aventura. Éramos de ir a la playa, a las montañas, a escalar.

¿Qué recuerdos tienen de ese lugar especial para ustedes que es Horcón?
Bastián: ¡Todos! Paseos, aventuras. Yo voy desde que nací. Mi papá se hizo una casa y después heredé la del cuidador, que la arreglamos. Ahí eran las vacaciones familiares.
Maira: Cada vez que nos podíamos arrancar, lo hacíamos. Pasamos la mitad de nuestra vida en la playa.
Damián: Éramos de disfrutar con cosas simples y con los regalos sencillos que nos hacían. Para nada andar pidiendo la última tecnología del momento. Me acuerdo que nos quedamos pegados con el primer videojuego que nos regalaron (Mario Bross, complementa Bastián) y la cuestión siguió evolucionando heavy, ¡ni nos enteramos! ¡Seguimos con ese juego no más!.
Maira: Es que hacíamos otras cosas: dibujábamos y, como en Horcón teníamos un Club, construíamos, teníamos mucha onda con ‘estar afuera’. Yo era la que se iba a buscar conchitas, piedritas… ¡Suena súper hippie! (ríe).

Bastián, ¿quisiste transmitirles algo especial?
Yo creo que el amor por la naturaleza, por la música, por las artes en general. Por la no violencia. No los eduqué en el sentido de la competitividad.
Maira: ¡Pero nos estimulaba mucho! De partida, yo tocaba piano y Damián, guitarra. Siempre había una motivación por crear, no sé, un avioncito, un dibujo… (Dirigiéndose a Bastián) Papá, a lo mejor no estaba en tu propósito, pero siempre nos estimulaste a crear, porque es parte de ti.

Uno tiene la idea preconcebida de que los descendientes de alemanes son más estructurados. Pero tu familia se sale de ese «molde»…
Bastián: Mi papá era arquitecto, mi mamá compositora. Mi abuela materna fue una gran cantante de ópera. Creo que la genética de ellos (Maira y Damián) va por el lado de ser súper rigurosos en lo que hacen, obsesivos, terminan lo que empiezan…

Chiquillos, ¿sintieron alguna vez que extrañaban a sus papás, porque no alcanzaban a verlos mucho por sus trabajos?
Damián: Jamás sentí una carencia. Si bien tenían funciones por las noches, esos tiempos se compensaban con creces cuando compartían con nosotros. Nunca fueron ausentes. De repente, creo que los papás que tienen horario de oficina ven menos a sus hijos de lo que nosotros los veíamos a ellos. Estaban harto con nosotros. No siento que los haya perdido durante la niñez.

¿Cómo vivieron cuando chicos ser hijos de actores tan famosos y queridos?
Maira: Siempre hubo un orgullo de saber quiénes eran mis padres. Y más aún, por la relación que teníamos. Por una parte vivimos el ‘¡Ese es mi papito!’ y. por otra, una medio violenta a veces, cuando la gente se le tiraba encima o era irrespetuosa o invasiva. Y nosotros, chiquititos, veíamos cómo mi papá las frenaba…
Damián: Me sumo a lo que dice la Maira. Me acuerdo de que si veía que mi papá se empezaba a poner incómodo, yo también me sentía mal. Pero cuando fuimos creciendo, entendimos más cómo era todo.
Maira: Ellos nunca fueron faranduleros.
Bastián: Deben existir dos o tres publicaciones en las que aparecemos en fotos con los niños, porque pecamos de ingenuos con la Consuelo. Cosa que hoy yo no haría. Por ejemplo, con mi hijo menor, Ian (de 13 años, fruto de su relación con Aline Kuppenheim), no. Tampoco soy de subir fotos a Facebook.

¿Bastián era un papá relajado en la adolescencia, o de dar consejos?
Maira: No recibí muchas advertencias de parte de mi papá (ríe). Nosotros fuimos criados con mucha libertad y desarrollamos autodisciplina, somos responsables. Más que recibir un consejo ‘desde arriba’, había complicidad. Yo a mi papá le contaba todo: si me gustaba alguien, mi primer beso, todo. Obvio que me decía: Mijita, cuídese.
Bastián: Desde temprana edad, me preocupé, porque se empezaban a saber las noticias del Sida. El pánico era generalizado, y yo pensé: pucha, los niños crecen tan rápido, que uno nunca va a tener el control de cuándo van a tener su primera relación sexual, así que a temprana edad les dije: Ya chiquillos, esto es un condón y se pone así. ¡Y eran chicos!
Maira: Y nos hizo un dibujo sobre la sexualidad.
Damián: No me acuerdo del dibujo, pero sí del condón… y quedé un poco shockeado… (ríen todos). Siempre sentí a mi papá muy cuidadoso de ponernos en alerta de los peligros de allá afuera, de la vida.

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