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Asbjorn Gerlach, el genio cervecero, nos cuenta su historia y las claves para disfrutar de la cerveza

Asbjorn Gerlach es el genio tras el éxito de la cerveza Kross, la más premiada del país, y se siente hoy como un chileno más. Su actual éxito es producto de mucho esfuerzo, y del amor incondicional a su mujer y a nuestro país.

 

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Por Angélica Salas. Fotografías: Gonzalo Muñoz.

Hijo único. Pudo haber sido un mimado en su Berlín natal, Alemania, pero no. A los 18 años sus papás se fueron a vivir a Arabia Saudita, y no quiso ir con ellos porque quería aprender a hacer cerveza. Ellos partieron por 4 años la primera vez, y se veían sólo una vez al año.

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«Siempre fui desordenado, y viviendo en el departamento de mis papás, ¡fue pura fiesta! Después viví con amigos, un caos. Ojalá ellos nunca se enteren de todo lo que pasó!», comenta divertido en un perfecto español, hoy con 45 años.

«Después mi papá me dijo que ‘se acabó la fiesta’, que estudiara o trabajara, pero que hiciera algo útil. No tenía idea qué me interesaba, sólo la cerveza. Y un día, viendo el diario, salía un anuncio que decía ‘se busca aprendiz de cervecero’. Dije ‘¡esto puede ser una profesión!’. Mandé mi currículum, me aceptaron, y nunca más me desvié de este camino. ¡Sólo mandé mi currículum una vez en la vida!».

Y verás cómo quieren en Chile

Asbjorn quería experimentar, crecer en su rubro, así que creó una nanocervecería con un par de amigos. Justo al lado había una pyme que estaba siempre en contacto con organismos que veían el tema de los créditos, y hacía el link entre Chile y Alemania. Y un día que llegó una gran delegación chilena para conocer diferentes empresas pyme de Berlín, visitaron su local. En esa delegación iba una mujer que le resultó atractiva al instante.

«Ahí nos flechamos con Alejandra. Yo no hablaba español, ella no hablaba alemán, nos entendíamos un poco en inglés. Pensé ‘qué linda la niña’. Al día siguiente encontré una postal que decía ‘soy la niña de ayer, ojalá que no pienses que soy muy fresca, pero me encantaría tomar un café contigo antes de irme. Estoy en tal hotel, llámame’. Lo pensé 30 segundos y la llamé.

Cerré mi local y partí. Caminamos y tratamos de comunicarnos como podíamos, volvimos al hotel, y ahí besitos y pasión, y fue un flechazo completo. Nos preguntamos si estábamos pololeando y los dos dijimos ‘noooo’, pero era mentira.

Ella se fue ese mismo día. Comenzamos a escribirnos, nunca en mi vida había sentido algo tan intenso. Desde luego había tenido otras relaciones, pero ella era distinta.

Lo que más me enamoró de Alejandra fue su sonrisa, su alegría. Los alemanes nos guardamos los enojos por mucho tiempo y explotamos en el momento menos adecuado por cosas del pasado. Entonces me pareció que era muy bueno que ella me enseñara a enojarse, despejar el aire y luego seguir bien. Ella es muy independiente y fuerte. Su madre murió joven y ella prácticamente se hizo cargo de sus 5 hermanos. Tenemos varias cosas en común, como el gusto por emprender y por la vida en el campo.

Me invitó a Chile, vine por dos semanas. Luego ella fue a Alemania, y después de un año y medio dijimos ‘o cortamos la tontera y terminamos, o alguien tiene que cambiarse de lugar'».

En ese tiempo en Alemania, Asbjorn ya estaba saturado con la doble moral de los grandes cerveceros. Él tenía la cervecería más chica de Alemania y había cometido el «grave error» de experimentar con otros sabores. Las 30 empresas más grandes del rubro lo demandaron para que no hiciera más cervezas con ingredientes que estuvieran «fuera de la ley», como con miel, pues allá es casi un crimen hacer variedades de esta bebida. Por eso decidió partir.

Una morena debilidad

Vio que en Chile había un mercado virgen. En 1998 había muy pocas marcas, y el consumo eran 27 litros por persona, mientras que en Alemania eran 140. Creyó que era una tremenda oportunidad de negocio.

«Aprendí español con Alejandra, formamos un proyecto de vida en conjunto, y nos lanzamos. Mientras estuvimos ahorrando para comprarnos nuestra parcela, vivimos con sus padres y hermanos. Trabajé haciendo clases de alemán, y en paralelo conocí a una persona que tenía una cervecería en la calle Suecia y la fabricaba en Buin. Lo llamé mil veces para que me dejara hacerle la cerveza. Me dijo mil veces que no. Hasta que un día lo pillé de buen genio y me dijo ‘ya, déjate de lesear y vente’.

Comencé a hacer cerveza sin nombre y a distribuirla en la comunidad alemana, en asados y eventos. Así fue como conocí a mi socio, José Tomás Infante. Él probó la cerveza Stout (una negra exquisita) que hacía para un pub, y le gustó. Nos conocimos y empezamos.

Pasaron dos años y tuvimos a nuestro primer gran inversionista: TransOceánica, de la familia Schiess. Christoph Schiess apostó por nosotros y así pudimos instalar la planta en Curacaví. Y el 2011 Concha y Toro compró el 40% de Kross, una empresa que tiene oficinas en 130 países del mundo. No será fácil posicionar una cerveza chilena en el mercado internacional, pero es un gran desafío.

Se llama Kross, por la derivación de la palabra en inglés «cross» de cruzar, para ir más allá, ¡vamos con toda la fuerza del mundo a romperla!».

Un pedacito de Alemania en Curacaví

Ahora este emprendedor incansable está pensando en una chocolatería, para que ojalá su señora pueda desarrollar esa área.

«Hoy ella viaja todos los días a Santiago a su trabajo, llega tarde, tenemos poco tiempo para estar juntos, ¡y no nos fuimos a vivir al campo para estar así! Siempre he vivido en ciudades grandes: Berlín, Hamburgo, Santiago. Como que ya tenía mi cuota de vida urbana y soñaba con irme al campo, especialmente cuando nació mi primer hijo. Estoy agradecido de Chile. He recibido ayuda de gente que no me conocía. Si bien los primeros 5 años fueron muy difíciles, en ningún momento pensé en volver a Alemania ni en tirar la toalla. Ya soy un chileno más… De hecho, no soy muy puntual, ¡ja!

Hace tres años mis padres decidieron venirse también a vivir a Chile y están en la parcela del lado. Nos saludamos cada mañana y cada uno tiene su espacio. Lo bueno es que están cerca de sus nietos: Matías, de 10, Antonia de 7, y Martina 3 y medio. La más chica, habla alemán porque ha estado con mis papás desde el principio; a los otros les hablo en alemán, ¡y me responden en español!».

Consejos de un maestro

* Si tomas una buena cerveza, esa que se le da una maduración adecuada, no tiene por qué haber resaca, aunque tomes mucha. Tal vez mareada y con dolor de guata, pero sin hachazo.

* Mi padre ya había respondido a la pregunta sobre cuál es la mejor cerveza del mundo: es aquella que mientras te estás tomando la primera, antes de terminarla, estás pidiendo la segunda y pensando en la tercera.

* Mi cerveza favorita dependerá de con quién estoy, dónde estoy, qué estoy comiendo. Siempre trato de tomar la más fresca y local.

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