Por Luz Lancheros, MWN
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Para muchos es el infierno: soportar a niños llorando y molestando, con padres que muchas veces no saben qué hacer o que simplemente dejan a la criatura «expresarse». Pero estos pobres dolientes ya no son incomprendidos, porque hay espacios –en alza– que son libres de niños. Sí, los «Childfree» no son solo una comunidad cada vez más aceptada, sino un nicho de mercado que hasta ahora comienza a ser explorado.
Antes de que Jennifer Aniston o Audrey Tautou dijeran que no iban a tener hijos y fueran celebradas, ya existían varias corrientes de consumo desde 1980, como los «dinkies» (double income-no kids o sueldo doble sin hijos), con altos ingresos y sin hijos para seguir disfrutando de su comodidad y carrera. Esta corriente de marketing está en consonancia con los «Kidults» o «Adultescentes», hijos y nietos de los «baby boomers», que vieron en el consumo una forma de expresión y que, gracias a las crisis económicas de los 80 y 90, sus metas cambiaron. Ya no querían hijos, casa y perro. Otros, con las crisis de empleo que hubo a final de siglo y a comienzos del nuevo, se quedaron viviendo en casa de sus padres o tardaron más para salir de allí, como se narra en el libro de Christopher Noxon en 2006, «Rejuvenile».
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Estas nuevas generaciones prefirieron centrarse en viajar y en tener cosas que los definieran. Años después, el término «NoMo» apareció. La asociación británica Gateway Women fue responsable de popularizarlo. Libros como «Rocking the life unexpected» para cambiar ese estigma de «vida sin esperanza» al que sometían a las mujeres que no tenían hijos.
«Esta generación lo hace por no perder su zona de confort. Criar a un hijo bien requiere de mucho esfuerzo. Las nuevas generaciones son malcriadas y son autocentradas. Son niños que no quieren ser adultos, pero por lo menos tienen la madurez para saber que si no pueden con ellos mismos, menos con un niño. Eso es sano.», explica la psicóloga Annie de Acevedo.
No se admiten niños
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Hay de todo. En cuestión de transporte, los trenes españoles Ranfe tienen «vagones silenciosos» en los que los menores de catorce no pueden entrar. En India, la aerolínea IndieGo tiene zonas específicas donde no se permiten menores de doce años. Scoot, de Singapur y Malaysia Airlines, la pionera, ofrecen desde 2013 y 2012, respectivamente, zonas libres de niños. Por supuesto, en la última aerolínea, todo es en primera clase.
Ahora, si se habla de hoteles, hay lugares como el Ojai Resort, en California, que prohíbe la entrada de menores y otros la permiten a cierta hora, como el Miramonti en Rota d’Imagna, Italia. Y en TripAdvisor y otros sitios de planes y viajes ya hay categorías donde la gente da review a lugares «Childfree» y recomienda otros.
¿Discriminación?
Generalmente, se habla de exclusión ante esta tendencia. «Y no es cierto, porque los padres también tienen zonas y ayudas especiales en los sitios», sostiene Annie de Acevedo. Y eso pensó también Lyam Flynn, restaurantero de Australia, que convirtió su restaurante en un lugar libre de niños a pesar de las críticas. Todo lo hizo por pedido de sus clientes, que no soportaban sus gritos. Y no le fue mal, por lo que posteó. A los que siguieron su idea en el otro lado del mundo tampoco: el 59% de los padres británicos consideraban aburridos los restaurantes infantiles.
No, no están solos si no soportan a los niños. No son la malvada directora «Trunchbull» de «Matilda». Ahora, en estos tiempos donde muchos priorizan otras cosas en vez de los hijos, alejarse de la «alegría de la maternidad» es lo mejor que les ha pasado a muchos. Y el mercado y el mundo, claro, los respaldan.