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En estos paises irás a la cárcel tan solo por ir a la moda

En algunos contextos, la moda sigue siendo sinónimo de libertad.

Por: Luz Lancheros /MWN

En 1998, Tala Raassi pasó cinco días en prisión en Irán y recibió 40 latigazos por vestir minifalda a sus 16. Se mudó a Estados Unidos, escribió un libro llamado «Moda es Libertad» y también creó su propia marca de bikinis. Aún así, las cosas no cambiaron mucho desde entonces.

Porque en 2015, dos mujeres marroquíes fueron a juicio solo por usar vestidos. Tan solo usarlas enardeció a una multitud en un mercado de víveres en Agadir. El caso generó tal estupor, que incluso se creó una petición a nivel mundial para mostrar que ponerse un vestido no es un crimen. Parece predecible si se habla de las restricciones del Islam hacia las mujeres, pero sorpresa: en Occidente existe la misma represión. Porque la pueden criminalizar, como a la mujer musulmana que debió pagar 11 euros de multa por usar hijab en una playa francesa el año pasado. Y también estigmatizarla al hacerla blanco de agresiones de todo tipo.

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En 2011, en Toronto, esto lo hizo el policía Michael Sanguinetti, quien habló de que las mujeres debían dejar de vestirse como «zorras» para no ser agredidas. Esto dio para que se creara el movimiento activista «Slutwalk» y también «La Marcha de las Putas» en su versión latinoamericana.

 

Asimismo, la modelo y ex de Kanye West Amber Rose, que también suele ser criticada por sus atuendos en la alfombra roja, se unió al grupo para dejar en claro que es una activista contra el «slutshaming». Incluso Jeremy Scott, director creativo de Moschino, le diseñó un vestido que mostraba todas las palabras con las que trataban de insultarla en redes sociales.

La letra escarlata

La película «Easy A» (2010) –en la que Emma Stone se convertía en la «zorra» de la escuela y actuaba según su «papel»– se veían dos fenómenos claros ante una mujer que actuaba y se vestía de manera sensual: el odio intrínseco que tenían las otras mujeres hacia ella y por supuesto, la estigmatización escolar por parte de compañeros y directivas.

En Estados Unidos son célebres los casos de jóvenes suspendidas o devueltas a sus casas simplemente por usar ropa «demasiado provocativa». En Illinois, en 2014, las jóvenes de la secundaria Haven de Evanston decidieron protestar ante la prohibición por el uso de estas prendas. La escuela decía que usar esto «distraía a los muchachos». Un año antes, en Nueva Jersey, una escuela suspendió a varias niñas por usar vestidos strappless en sus esta de graduación y en Minnesota ocurrió el mismo caso de Evanston. Entre otros muchos ejemplos.

Ahora bien, se suele pensar que prohibir ciertas prendas y la cultura del «slut-shaming» viene por parte de los hombres solamente. Ni de cerca: un estudio de 2014 hecho por las sociólogas de la Universidad de Michigan Elizabeth Armstrong y Laura Hamilton mostraba que sobre todo las mujeres de clase alta eran las que más usaban esta práctica contra otras mujeres para mantener su dominio en la estructura social. Y esto no solo hablaba de la conducta sexual ajena, sino de su manera tácita de comunicarse. Por supuesto, el vestido.

La carrera de Janet Jackson se truncó luego de ser censurada por lo que le pasó hace más de 10 años. 

Desde Janet Jackson en el Super Bowl de 2004 hasta Kim Kardashian y Emily Ratajkowski (famosas ambas por desnudarse y por escribir ensayos en los que defendían su derecho a hacerlo), el cuerpo desnudo, semi-desnudo o con prendas «reveladoras» ha sido condenado en alfombras rojas y también consumido inmensamente en ese doble estándar: un estudio de la Universidad de Georgia de 2012 mostró que durante 30 años, el sexo había sido la fórmula principal de éxito en publicidad. Se halló contenido sexual en el 20% de las páginas.

Eso puede explicar por qué el «porn-chic» (concepto publicitario explícito y sexual creado por el diseñador Tom Ford en 1997) haya tenido tanto éxito y que, a pesar de las protestas, todo lo que haya tocado este término se haya convertido en oro, comenzando por el perfume del diseñador. Sin contar todo lo que siguió después, claro.

Y por qué, curiosamente, a pesar de las restricciones religiosas y sociales de ambos lados del hemisferio, las mujeres sigan siendo alentadas a consumir su perfume o cualquier otra cosa, mientras claro, se les criminaliza o condena por vestirse y hacer todo lo demás.

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