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Mujeres que patearon traseros en la Primera Guerra Mundial (Parte II)

Los altos mandos británicos, impresionados por los talentos de Louise de Bettignies, la apodaron “la Reina de los Espías”; Rosa Luxemburgo se oponía a la guerra imperialista que sacrificaba las vidas de soldados de clase trabajadora para satisfacer las ambiciones de las élites dominantes.

Por Miguel Civeira

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¡Hola! Sigamos conociendo a mujeres ilustres que se destacaron de una forma u otra en el conflicto global que costó 11 millones de vidas y dio lugar al mundo que conocemos. (Si no leyeron la primera parte, ¿qué esperan?)

 

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Louise de Bettignies (1880-1918)

Louise tenía 34 años de edad cuando los alemanes atacaron su ciudad natal, Lille (Francia), en octubre de 1914. Para entonces ya se había graduado de la Facultad de Letras de la Universidad de Lille, viajado por media Europa, tratado con la nobleza del continente y acumulado muchas vivencias.

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Mientras la ciudad era bombardeada por la artillería alemana, Luoise, que hablaba cuatro idiomas (francés, inglés, alemán e italiano) y tenía una gran capacidad de organización, aseguró redes de abastecimiento de víveres y municiones para las tropas que resistían el asedio. Incluso se ocupó de sus propios enemigos y tomó dictado de cartas que soldados alemanes agonizantes querían dirigir a sus familias.

Cuando los alemanes tomaron Lille, ella se las arregló para escapar. Regresó de incógnito poco después, disfrazada de monja y con el pseudónimo de Alice Dubois. Su nuevo objetivo era servir como espía para los Aliados. Desde un convento dirigió una enorme red de espionaje con más de 100 agentes a través del norte de Francia, Bélgica y Holanda. Sus medios de comunicación eran una radio que le había sido contrabandeada por partes y, sobre todo, palomas mensajeras.

Louise ayudó a varios hombres a huir del continente hacia Inglaterra y su información salvó miles de vidas de soldados aliados; los altos mandos británicos, impresionados por sus talentos, la apodaron «la Reina de los Espías».

Por desgracia, muchos oficiales la miraban con desdén y no consideraban fidedignos los reportes de esta mujer. Cuando ella avisó a los franceses de la gigantesca ofensiva que los alemanes planeaban contra la fortaleza de Verdún, el alto mando se negó a creerle y no preparó una defensa. Más de un millón de soldados murieron durante los meses que duró la batalla de Verdún.

Loise fue finalmente descubierta y hecha prisionera por los alemanes en 1915, y condenada a trabajos forzados de por vida. Murió cumpliendo su condena, por causa de un absceso pleural mal operado en 1918, a menos de dos meses que terminara la guerra. Recibió póstumamente muchos reconocimientos por parte de los ejércitos británico y francés, y tiene un monumento en su honor en su natal Lille.

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Rosa Luxemburgo (1871-1919)

Ella no necesita presentación: filósofa y revolucionaria marxista, con sus ideas ha influido en diversos movimientos de izquierda a lo largo de los últimos 100 años.

Nació de una familia judía en Polonia, entonces parte del Imperio Ruso. Desde muy joven participó en el activismo político en su tierra natal y en 1889 se vio obligada a exiliarse a Suiza. Allí continuó sus estudios y se doctoró en la Universidad de Zurich.

Quería mudarse a Alemania, que en ese entonces era el país con los movimientos socialistas más fuertes de Europa. Se casó con un alemán sólo para obtener la ciudadanía; nunca vivieron juntos. En el país teutón, en lo que se pensaba que sería el centro de la próxima gran revolución, continuó con sus actividades políticas.

Cuando inició la Primera Guerra Mundial, el Partido Socialdemócrata (el mismo fundado por Marx) apoyó la causa bélica del Imperio Alemán, lo que decepcionó a Rosa y muchos otros socialistas. Abandonaron el partido y fundaron la Liga Espartaco, que dirigió diversas actividades antibélicas. Rosa se oponía a aquella guerra imperialista que sacrificaba las vidas de soldados de clase trabajadora para satisfacer las ambiciones de las élites dominantes. Por sus acciones y textos contra la guerra, fue encarcelada en 1916. Durante su tiempo en prisión siguió escribiendo contra la guerra artículos que sus amigos publicaban clandestinamente.

En 1918 estalló la Revolución Alemana que obligó al Káiser a dimitir y huir del país; Alemania se rindió y la Primera Guerra Mundial llegó a su fin. Rosa fue liberada de prisión y participó en la reorganización de la Liga Espartaco para establecer una República Socialista. Ella abiertamente repudiaba las acciones de los bolcheviques y advertía que el gobierno de Lenin iba en camino a convertirse en una dictadura. Se revolución, dijo, sería muy diferente.

Sin embargo, en ausencia del Káiser la derecha alemana se había reorganizado y aliado con los socialdemócratas; ordenaron al ejército reprimir la insurrección espartaquista. En la represión Rosa fue capturada. En prisión la torturaron brutalmente antes de asesinarla. Su cuerpo fue arrojado a un canal berlinés.

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Maria Bochkareva (1889-1920)

Maria nació en una familia campesina y desde su juventud errática se notaba que no tendría una vida ordinaria. Se casó a los 15 años con un hombre que resultó ser un patán abusivo. Abandonó a su marido sólo para caer en las manos de una proxeneta que la obligó a trabajar en un burdel; después tuvo una relación con un carnicero judío, a quien siguió fielmente al destierro en Siberia, pero al que finalmente abandonó cuando aquél se convirtió en un borracho violento.

Iniciada la guerra, Maria se unió al Ejército Imperial Ruso. Al principio sus compañeros varones la ridiculizaban o acosaban sexualmente, hasta que ella demostró su valor en combate. Fue herida en dos ocasiones, condecorada tres veces por su valor, y se sabe que apuñaló con su bayoneta a un soldado alemán hasta matarlo.

Tras la Revolución de Febrero en 1917, el gobierno provisional tomó la inconmesurablemente mala idea de continuar con los esfuerzos de la guerra contra Alemania. El mismo Alexander Kerensky comisionó a Maria la creación de un cuerpo militar exclusivamente formado por mujeres: el primer Batallón de la Muerte.

Después de un intensivo entrenamiento, Maria y sus combatientes marcharon hacia el frente y tuvieron una brillante participación en la Batalla de Smarhon. No obstante, la mayoría de los soldados rusos ya estaban hartos del combate y el objetivo principal del batallón femenino —elevar la moral de las tropas— fracasó.

Luego tuvo lugar la Revolución de Octubre encabezada por los bolcheviques. Mientras Maria se recuperaba de unas heridas de combate, su Batallón de la Muerte se desintegró ante la creciente hostilidad de las tropas masculinas en el frente. Maria, por su parte, fue arrestada por sus conexiones con el gobierno provisional y condenada a la ejecución. Pero un soldado que había servido bajo sus órdenes en tiempos del Ejército Imperial intercedió por ella. Finalmente la dejaron exiliarse.

Estuvo en los Estados Unidos y en Gran Bretaña abogando por la intervención de los Aliados contra los comunistas en la Guerra Civil Rusa. Desesperada, regresó a Rusia poco después, con la intención de luchar en el Ejército Blanco. Para su mala fortuna, fue capturada por los bolcheviques una vez más y fusilada en 1920.

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Flora Sandes (1879-1956)

Hija de un eclesiástico irlandés, desde muy joven Flora mostró una inclinación hacia las actividades «varoniles». Sabía montar a caballo y tirar con armas de fuego; le gustaban los automóviles y ella misma manejaba un coche de carreras.

Cuando inició la guerra se ofreció como enfermera voluntaria, pero la rechazaron por su falta de experiencia. Logró colarse en una organización estadounidense, con la cual llegó a Serbia. Se unió a la Cruz Roja y condujo a una ambulancia, pero cuando Serbia cayó ante el avance de las tropas austriacas y alemanas, se vio separada de su unidad.

Así fue como se unió al ejército serbio. Demostró una gran habilidad en combate y rápidamente llegó a tener el rango de cabo. Luchando cuerpo a cuerpo, un enemigo le arrojó una granada, que la hirió seriamente. Después de esto le fue otorgada la máxima condecoración del ejército serbio: la Orden de la Estrella de Karađorđe, además del rango de sargento primero.

Imposibilitada para la lucha, Flora se dedicó a hacer campaña para reunir fondos y ayudar a las fuerzas serbias; para ello contó con la colaboración de la notoria sufragista Evelina Haverfield. Pasó el resto de la guerra administrando un hospital y cuando terminó el conflicto se retiró con el grado de capitán.

En el periodo de paz se casó con el oficial ruso exiliado Yuri Yudenitch y se dedicó a viajar por el mundo dando conferencias en las que hablaba de su experiencia de guerra y durante las cuales siempre vestía su uniforme del ejército serbio.

Cuando los nazis invadieron Yugoslavia, Flora viajó a la región con el objetivo de volver a enlistarse, pero la Blitzkrieg acabó con la resistencia antes de que ella pudiera unirse a la lucha. Fue capturada por el enemigo, pero puesta en libertad bajo promesa de no combatir a los invasores. Fue durante la ocupación nazi que su esposo Yuri murió y Flora, sin nada que la atara a la Serbia por la que tanto había luchado, huyó a Inglaterra, donde vivió tranquilamente el resto de su vida.

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¡Esto no ha sido todo! No se pierdan la tercera y última parte.

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