Por Alessia Di Bari/Sexóloga
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¿Alguna vez has entrado en conflicto con tus fantasías sexuales? A muchas de nosotras, en alguna ocasión, nos ha sucedido. Tal vez porque me descubro fantaseando con alguien que ‘no debo’ o con una situación que, ante los ojos de los demás, no es ‘correcta’.
Fantasear es un proceso, mental y emocional, que nos ayuda a evitar el desbordamiento emocional. Es un gran recurso que todas tenemos a nuestro alcance, nos abre las puertas a la creatividad, la inteligencia y el equilibrio cotidiano. Es una vía de adaptación, una forma de procesar nuestro día a día. Según Fina Sanz, fundadora de la Sociedad de Sexología, las fantasías son una «forma de expresar la insatisfacción en cualquier terreno de nuestra vida»; es decir, se convierten en una especie de compensación cuando la realidad nos genera cierta frustración.
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Puesto que son parte del imaginario, en las fantasías, no existen las perversiones. No hay fantasías buenas o malas, simplemente revelan aspectos de nosotras mismas, son expresiones de nuestro deseo sexual y no dicen más que eso. Son una expresión de nuestros sentimientos, estados de ánimo y demás sensaciones y emociones.
Mi invitación, en esta ocasión, es que puedas ver a tus fantasías como aliadas en tu búsqueda del placer. Hacen lo inimaginable, posible y además son un gran antídoto contra la rutina y el aburrimiento.
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La próxima vez que te notes teniendo una fantasía, primero analiza cómo te sientes y qué tan dispuesta estás en llevarla a la práctica. No todas las fantasías las tenemos que ejecutar, hay fantasías que funcionan bien como fantasías y nada más. Así que, no te azotes si sueñas y/o fantaseas con algo alocado; solo estás explorando tu erotismo.
Si la fantasía se vuelve recurrente y es algo que te sientes lista para llevar al terreno de lo práctico, ve de menos a más, no lo hagas precipitadamente, cuídate. Mi afán no es desanimarte, simplemente aterrizarte y que tu experiencia sea lo más placentera posible. Así que adelante y da un paso a la vez.