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¿Qué &%$# comemos?: Cómo empezar a comer sano con tanta información

Tuvimos que aprender prácticamente un diccionario nuevo para entender las decenas de conceptos y lograr pronunciar alimentos que ni conocíamos. Desde la quínoa, la chía y el maqui hasta los antioxidantes, probióticos y prebióticos, ¡nunca en la historia fue más difícil hacer la compra del mes ni comer sano!

Por: Marita Barías y Karen Uribarri

Antes la cocina chilena era bastante más simple que la de hoy. En los últimos 10 años nos quitaron la simpleza del menú tradicional y nos han bombardeado con decenas de términos nuevos, de patologías asociadas a consumo de alimentos, y nos obligaron a aprender a leer las etiquetas de los embolsados. No contentos con eso, nos subdividieron los alimentos, satanizaron otros cuantos y hasta nos dijeron que era mejor cambiar el salvador arroz por la quínoa y la carne por soya. Los envases se llenaron de stickers negros, y creció la letra chica de los ingredientes.

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Ergo, pasearse hoy por el supermercado es agotador. Pasillos tras pasillos de alimentos especializados: el 5B es de los sin gluten, el 6 de los sin azúcar, el 8C para los productos sin lactosa, más allá los edulcorantes y al lado sólo aquellos con fructosa. ¡Y para qué hablar del pasillo de los cereales! Perturbante.

¿Se han acostado repasando qué alimentos ingirieron o cuántas calorías sumaron a ese cuerpecito que tanto cuidan? Es la historia de muchas mujeres. Varias. Casi todas. Ir a nutricionistas que te dicen «coma de todo, pero poco»; que la dieta de la proteína, la noventera «de la sopa», la ochentera «dieta de Nasa» y así, suma y sigue con una serie de mandamientos dirigidos casi un 100% a nosotras.

Lo divertido es que ahora lo «cool» es comer orgánico que, la verdad sea dicha, es lo mismo que veíamos en todas las casas de Chile en plenos 80 y 90: cazuelas, carbonadas, caldillo de congrio, porotos con riendas, arroz con choritos, pantrucas, asado al horno con papas, pollo arverjado… ¿Alguna tenía tantas alergias alimentarias como los niños de hoy? Pocazo se sabía del tema, o a lo más había que saber vivir con la hinchazón.

Hoy estamos comiendo como pájaros, osos, leones, o cualquier cosa. Porque la dieta del genotipo nos dividió en profesor, cazador, guerrero y recolector; nos hemos dedicado a comer chía, salvado, semillas de maravilla, mijo y quínoa. Ya no endulzamos con azúcar NI endulzantes, ahora está la stevia natural, la panela o la tagatosa. El chocolate es cacao, los huevos deben tener Omega3 o ser de gallina feliz, y el gluten es la causa de todos nuestros males. ¿Qué hemos hecho de la comida?

Y para ser bella, no basta con comprar la mejor crema del mercado…. ¡Nooo! Además debes consumir maqui, granada, jugos prensados, suplementos alimenticios para integrar a la dieta los famosos antioxidantes, y lo último son los shots de colágeno. Porque viejas arrugadas no queremos ser, claro está.

Hay más. Nuestros amigos y conocidos son una amalgama de diferentes tendencias. Antes en los casinos de los colegios o empresas habían dos opciones: menú normal o menú hipocalórico. Hoy están los vegetarianos, veganos, celiacos hipster (que aunque no lo haya diagnosticado un doctor no consumen gluten), crudiveganos y los «detox», que andan con jugos de lo que sea en esas botellas con tapa y bombilla. Si cuando chica mezclábamos espinaca con el alpiste de las catitas de la casa, y la mamá nos decía «deja de jugar con la comida», ¡hoy eso es la base de un jugo detox!

¡Hasta elegir un simple yogurt es una hazaña! Griego, sin lactosa, con lactosa, light, liviano, de búfala, con probióticos, casero…, en fin. Adiós a ese clásico y simple yogurt bien espeso de vainilla. Hoy lideran los yogures artesanales que no poseen colorantes ni preservantes, salvo bacterias lácticas que dan vida al producto. Macarena Stuardo, bióloga y creadora de Goxo Yogurt, asegura que la elección es clave en el cuidado de la salud, sobre todo en los niños, y que por esta razón muchos hoy la eligen. «No es que los colorantes y preservantes y todos los aditivos sean malos per sé. Pero si por opción quieres comer alimentos como eran en la antigüedad, con esos sabores y esas formas de hacer los alimentos, este yogurt sería la opción».

La ciencia de los jugos
Cuando éramos niñas el desayuno iba acompañado –en casos excepcionales– del típico juguito de naranja recién exprimido. Hoy lo que debemos tomar es el famoso jugo détox, antioxidante y preparado en una súper-mega-máquina de jugo que muele la fruta (porque se descubrió que licuarla elimina algunas vitaminas) y separa cuidadosamente y con palabras cariñosas la pulpa del verdadero jugo. Jugos verdes, diuréticos, adelgazantes, vigorizantes y hasta potenciadores sexuales. Manuales completos de recetas sólo de jugos y batidos.

La animadora del programa «Mi Lado Dulce» de Canal 13 Cable y figura influyente en temas de alimentación sana, Connie Achurra, es una consumidora habitual de estos jugos. «A mí me encantan, generalmente hago ayunos de jugos y batidos verdes por 3 a 5 días; me hacen sentirme liviana, lúcida y llena de energía. Los hago habitualmente y sobre todo cuando paso por periodos de mucha pega en que me desordeno con los horarios de las comidas y ando muy cansada. De alguna manera me ordenan, además me ayudan con la digestión y a controlar el hambre y la ansiedad», afirma. «Me parece que son una súper manera de incorporar frutas y vegetales a la dieta, sobre todo para personas que no comen la cantidad necesaria de estos alimentos en su dieta diaria. Además, son fáciles, ricos y económicos, esta época es una maravilla con la cantidad y los precios de las frutas y verduras de verano». Como Connie, miles de mujeres han optado por incluir en sus dietas estos jugos, y parece que les dan resultado. O al menos se sienten mejor, lo que ya es un beneficio. Bien por ellas, aunque también nos sentíamos súper con el juguito de naranja…

¡Qué difícil es alimentarse hoy!
Bienvenida a la era del mapeo del genoma, de la investigación celular y de nutrigenómica (el estudio de cómo los alimentos se comunican con nuestros genes). Bienvenida a la era de la multivariedad de alimentos…, pero curiosamente también al de las pandemias.
No queremos asustar, pero es así; Chile sí sufre de enfermedades epidémicas pese a este boom de superalimentos. De acuerdo al Censo del año 2000, el 6,5% de los chilenos tenía diabetes. Apenas 10 años después, la Encuesta Nacional de Salud (ENS 2010) arrojó que esta cifra había aumentado hasta un 9,7% de la población adulta (casi 1 de cada 10 personas).

Además, nos encontramos en el 6° lugar mundial en obesidad infantil, y en el primer puesto en América Latina. Así lo demostró un estudio publicado en la revista del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA), en el que advierte que en Chile el 70% de los niños será obeso en el corto plazo. Y no sólo eso; somos el segundo país más obeso adulto después de México en América Latina.

Lo queramos o no, los tiempos han cambiado y hay que adaptarse. La ciencia ha avanzado hacia el cuidado de nuestra salud y de cómo permanecer saludables por más tiempo y vivir más y con mejor calidad. En eso debemos enfocarnos. Y en bajar esas cifras terribles de obesidad. Entonces, más allá de ponernos nostálgicas, mejor unirnos a la «moda» en la medida que nos haga sentido, y que ese cambio de hábitos nos convenza de que nos traerá múltiples beneficios.

Jillian Michaels, la entrenadora del popular programa de televisión «The Biggest Loser» y autora de «Making the cut», bestseller del New York Times, escribió en su libro «Optimiza tu metabolismo» unos tips de compras para la casa. Esta lista debe comenzar con los grupos de «nutrientes poderosos», y para eso debes tener en consideración algunos consejos como premisas:

* Preferir alimentos orgánicos. Duran menos, sí, por lo que hay que comerlos inmediatamente cuando están frescos.

* Comer menos carne y más legumbres.

* No comprar bebidas «pegajosas».

* Crea tu propio huerto. Verduras sin químicos y de libre disposición.

Alimentarse o nutrirse
He ahí toda la diferencia, y por qué hoy comemos distinto. Y aunque no hay un consenso universal, lo claro es que estamos en un proceso de transición en términos de alimentación y de estilo de vida. Grupos que ante el aumento de diabetes y obesidad en nuestro país (entre otras patologías) han decidido seguir caminos alternativos para mejorar su salud y bienestar a largo plazo. Desde los vegetarianos extremos que no consumen nada de origen animal (veganos), o los fundamentalistas que no consumen alimentos cocidos (crudivoristas), todos buscan simplemente ser más sanos.

Sin duda alguna, la oferta de métodos nutricionales es demasiado amplia y no existe aprobación general en cuál es la correcta para todos. Por eso la importancia de entender que una cosa es alimentarse, y otra distinta es nutrirse.

Para nutrirnos bien necesitamos elegir los alimentos de acuerdo a su valor nutricional, a sus macronutrientes (hidratos de carbono, proteínas y grasas), micronutrientes (vitaminas y minerales) y a sus calorías, las que se metabolizan en el organismo y entregan buena salud. En ese sentido, es clave alimentarse de manera suficiente, completa, equilibrada y variada.

Nutrirse es, entonces, el proceso biológico por el cual nuestro organismo obtiene los nutrientes necesarios para su correcto funcionamiento de los alimentos y líquidos ingeridos. De allí que se considere que la actual generación está bien alimentada pero mal nutrida. La razón es que la gran mayoría sigue eligiendo alimentos poco nutritivos, los combina mal y no come la suficiente variedad de acuerdo a su peso, talla y edad. Y no eliminan los llamados carbohidratos vacíos (las hamburguesas de tiendas de comida rápida, por ejemplo, productos altos en macronutrientes, pero realmente pobres en micronutrientes.
Entonces, ¿cómo vivimos más y en mejores condiciones? Manteniendo el equilibrio en toda su dimensión y recordando que todos los extremos son malos. Consejo de abuelita, pero que aún funciona.

 

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