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La peligrosa moda de las fajas para tener el cuerpo perfecto

El uso de la faja o las llamadas “camisetas reductoras” sólo logran aumentar los problemas y acarrear nuevas enfermedades. Conoce aquí las consecuencias del uso permanente de esta prenda.

La faja es uno de los artilugios de la moda femenina más antiguos que se conocen y que aún existen en el mercado para múltiples propósitos.

Desde sus comienzos, estas prendas elaboradas con metales o hasta huesos de ballena, tenían la finalidad de acentuar la cintura y crear una figura de reloj de arena, lo que causaba diversas consecuencias como la deformación de los órganos internos hasta desvanecimientos y desmayos por la compresión de los pulmones.

Con el paso de los años, las fajas se han ido adaptando a las necesidades de las mujeres, aunque su finalidad de “estilizar” el cuerpo femenino aún permanece, de igual manera que sus perjudiciales efectos para la salud si se utilizan por mucho tiempo.

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Dentro de este aspecto, aparecen las llamadas “fajas reductoras” que prometen un cambio radical de la figura en sólo minutos, sin que se haga ningún sacrificio.

Más aún, hay algunas marcas que afirman que sólo usando esa “cómoda prenda” se puede reducir y hasta perder kilos, lo cual no es efectivo. Siempre se debe tener en cuenta que las promesas de solución inmediata en este tipo de problema no son reales, ni efectivas.

Las consecuencias irreversibles del uso de faja

La directora del centro Mediser, Dra. Angélica Orjuela, sostiene que el uso de estas fajas provoca graves consecuencias en el cuerpo de las mujeres, que son muy difíciles revertir.

Una de ellas es la estructura muscular, una “segunda columna” que mantiene la postura y estabiliza los patrones respiratorios. Con el uso permanente de faja, se pierde el tono y el volumen muscular, se debilita la columna, se forma flacidez, dolor de espalda y se altera el patrón respiratorio.

Además, al perder el tono del músculo abdominal, se puede sufrir de trastornos digestivos como el estreñimiento, pues no se genera el mecanismo de bombeo externo.

Sumado a esto, aparecen otras consecuencias internas como el reflujo, acidez y hasta dolor pélvico crónico, por la posición anómala de los órganos internos en donde la grasa hace un efecto mecánico de deformidad.

La formación de celulitis también se agrava con el uso de la faja, pues aumenta la flacidez. Además, si el agua que tenemos en nuestro cuerpo no se mueve producto de esta prenda, se deposita e inflama las células de grasa que están ubicadas entre la piel y el músculo, lo que forma depósitos de grasa en sitios no deseados, como el pliegue de la axila, en la espalda o en las marcas que deja la faja.

Por otra parte, el abdomen no solo alberga órganos. También es una bomba que genera presión negativa y trae el agua de las piernas. Si ese proceso no se realiza, las piernas se hinchan, se deforman y aumenta la celulitis.

Además, causa dolor y fatiga, pero con el grave riesgo de generar un trombo, es decir, un coágulo de sangre.

Pero, ¿qué se puede hacer? La especialista recomienda tener un criterio claro y conocer la realidad acerca de quien quiera hacer una oferta milagrosa en este aspecto, pues no existe nada real que pueda hacer reducir más tallas de forma mágica. Y menos apretando partes importantes del cuerpo.

Si se desea bajar de peso, lo único recomendable es establecer hábitos alimenticios saludables y deporte, ya que es la única forma de reducir tallas. También se recomienda consultar a un especialista si se desea bajar de peso y tiene otras enfermedades de cuidado, como la diabetes.

En síntesis, el uso regular de fajas como también las famosas camisetas reductoras, sólo lograrán aumentar los problemas y acarrear nuevas enfermedades.

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