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Especialista: “el autismo sí es recuperable”

En 10 años el autismo ha aumentado en un 78% en el mundo. El trastorno es considerado mayoritariamente como una enfermedad genética, pero visiones como el protocolo de Andreas Kalcker lo instala en otra vereda, y lo entiende como una parasitosis combinada con una intoxicación de metales pesados como consecuencia del mundo en que vivimos. Y apuesta por su sanación. El 27 de septiembre su creador dará una conferencia en Chile. Carolina Ortiz, directora de la Fundación Luz Dorada, promotora del tratamiento en el país, explica sus alcances.

 

 

Por Jessica Celis
Hay muchos doctores que plantean que el autismo es una enfermedad genética, pero en 10 años ha aumentado en un 78%, entonces no hay genética que aguante. La genética no cambia en 10 años, menos con esos números: es un caso en cada 50 niños. Es una pandemia. Se estima que de aquí a 10 años sería uno de cada nueve. Contrariamente a esto, el protocolo de Andreas Kalcker es un tratamiento que entiende el autismo como una parasitosis combinada con una intoxicación de metales pesados como consecuencia del mundo en que vivimos y cree que es recuperable», explica Carolina Ortiz, directora de la Fundación Luz Dorada, organización que busca instalar esta postura y tratamiento en nuestro país, promoviendo la ayuda a las familias. «Queremos demostrar que el autismo es recuperable, necesitamos remecer este país», agrega.

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La factor alimentos
La experta cifra la teoría de que el autismo es tratable y curable en investigaciones. «Consumimos leche que se guarda en envases de aluminio, carne con antibióticos, verduras con pesticidas, hormonas en alimentos, desodorante con aluminio, agua con flúor. Eso, más el nivel de contaminación ambiental son una bomba de tóxicos con los que convivimos. Cuando uno toma antibióticos el cuerpo altiro se resiente, imagínate lo que es ingerirlos constantemente a través de lo que comemos ¿entonces cómo vamos a tener una flora intestinal equilibrada? El niño nace y recibe altiro una primera vacuna oral que es tóxica. Después, si tiene suerte, toma leche materna, pero también empieza el consumo de los suplementos que tienen una fórmula complejísima. Luego vienen los colados, que ya no son como antes. Si se hacen en la casa son con verduras llenas de pesticidas y si se compran envasados, vienen llenos de preservantes y colorantes que no sabemos que son. Para mí los niños autistas son consecuencia de todo eso, niños con un intestino enfermo», enfatiza.

El llegar a esta afirmación no es tan «alocado» como algunos pueden pensar. Y tiene que ver basicamente con la especialidad médica que en la actualidad ve el autismo. «Uno de los grandes problemas es que el autismo lo ve el neurólogo, pero él es un profesional que ve la cabeza. Si tú vas a un parasitólogo y le expones los mismos síntomas que le diste al neurólogo –que el niño no duerme, rechina los dientes, que le pica la nariz, que se rasca mucho el trasero, etc.- te va decir que son parásitos y el tratamiento debe ser antiparasitante», detalla.

 

El protocolo de Andreas Kalcker
Andreas Kalcker viene a Chile con un objetivo: separar al niño autista de antaño –que es el prototipo del niño genial, tal como lo vimos en la película «Ray Ma»– del niño con conductas autistas. Él dice que estamos frente a niños con conductas autistas porque los parásitos se vuelven mucho más agresivos con los metales pesados. «Cuando un cuerpo recibe una vacuna, el parásito se escapa e invade todo el cuerpo. Los parásitos botan muchas toxinas y tiran mucha morfina, amorfinando el intestino y la boca de los niños. Por eso los autistas no mastican y defecan por rebalse, no controlan su esfínter. Al estar amorfinados pierden el flujo intestinal. Hay muchos niños que incluso, pueden comer sus propios excrementos. Los niños autistas son obsesivos por comer cierto tipo de alimentos. Todo eso es por los parásitos. El parásito es la especie más antigua del planeta, entonces, aunque quieran mostrar que Chile es un país libre de ellos, es ridículo pensar que no hay. De hecho, acá y en varios países, ya no existe la especialidad de parasitología porque se cree que no existen. No hay estudios tampoco de enfermedades asociadas a parásitos, como el autismo, la fibromialgia, algunos tipos de cáncer, Parkinson , Alzheimer. Todas esas patologías tienen el mismo tipo de flora intestinal».

Este tratamiento es un protocolo de desintoxicación tanto de parásitos como de metales que debe ser muy lento y que consta de 3 etapas.

• Lo primero es darle al niño una dieta para dejar de alimentar a los parásitos y nutrir al cuerpo. La dieta implica quitarles la leche, todo lo que tenga conservantes, azúcar, soya, etc. «La nutrición, para mí, parte esencialmente por darles caldos de pollo, carne o verduras hervidos, no fritos ni asados. La palta es un muy buen alimento también y en la medida que empiezan a nutrirse se ven sus mejorías, ya que empiezan sus respuestas inmunológicas y los parásitos empiezan a morir. Ahí empiezan las primeras respuestas parasitarias y es donde ves, por ejemplo, a los niños con síndromes de abstinencia –igual que los drogadictos– porque quieren ciertos tipos de alimentos que el parásito demanda. Las primeras dos semanas son las más difíciles y la complejidad depende de la edad y de cuán adicto a un alimento es el niño. Cuando ya superan esa etapa, sabemos de recuperaciones en que el niño ya comienza a hacer altiro contacto visual, una clara muestra de su recuperación. Recién después de un mes se puede pasar a la etapa dos», explica Ortiz.

• Aplicación del clorito de sodio, que funciona por oxidación. «El Ph de un cuerpo sano es 7. Cualquier Ph inferior es un estado muy grave. La mayoría de los niños autistas tiene un Ph que ronda en el 6.8, porque su acidez intestinal es inmensa, producto de la carga patógena (que incluye virus y bacterias). Lo que hace el clorito de sodio es que actúa como un gas que busca la zona ácida y oxida cualquier patógeno que vibre en un Ph menor a 7. Esa es su gracia. Lo que hay que cuidar es que la dosis aplicada debe ser aplicada en un proceso gradual, que vaya de acuerdo a cada cuerpo, que no lo vaya a reventar. Los cuerpor de los niños autistas son cuerpos muy desgastados y no todos necesitan la misma dosis. El pero del clorito es que no mata cuerpos grandes de parásitos que están muy viejos y ahí viene la tercera etapa», agrega.

• Luego de un mes de aplicar el clorito de sodio –y a dos meses del comienzo del tratamiento y cuando se ha llegado a la dosis recomendada por peso del niño– se aplica el protocolo propiamente tal, que trabaja con antiparasitantes no sistémicos, cuya característica es que funcionan exclusivamente a nivel intestinal y tienen muy poca absorción, lo que impide que trabajen el hígado y los riñones, los principales órganos responsables de la desintoxicación de un cuerpo. «Hay que entender el autismo como una intoxicación general, por lo que hay que ir muy paulatinamente ayudando al cuerpo del niño intoxicado, para que recupere su capacidad de defensa, hasta que llegue el punto de que se defienda ante cualquier carga tóxica. Estamos frente a una medicina que no entiende el cuerpo como un organismo, donde el boom de la vacuna ha hecho que ahora haya virus que son resistentes. Hay estudios que demuestran que niños vacunados contra el sarampión lo han padecido y otros que no han sido vacunados no. Entonces, también estamos siendo tiranizados por una empresa farmacológica de la vacuna que no entiende la respuesta inmunológica del cuerpo, que lo enferma. El cuerpo tiene todo para defenderse. Si primero que todo estamos bien emocionalmente, sin estrés, lo que es la principal fuente de salud, nuestra respuesta inmunológica será alta. Una persona emocionalmente sana va a tener un cuerpo con respuesta inmunológica y si a eso le sumamos una alimentación sana, sin conservantes, sin antibióticos, no es necesario vacunarse», sentencia.

A falta de médicos que los apoyen, las familias pertenecientes a Luz Dorada, trabajan en la búsqueda de parásitos en los excrementos de los niños para probar su tesis y contribuir con el tratamiento.

 

RECUPERACIONES CON PROTOCOLO DE KALCKER

Los avances con este tratamiento ya ven buenos resultados internacionalmente: 144 casos de niños recuperados en 10 años.

 

SÍNTOMAS PARA RECONOCER UN POSIBLE CASO DE AUTISMO EN UN NIÑO:
– Empiezan a andar en puntas de pies.
– Son obsesivos con cosas que dan vuelta.
– Aletean.
– No responden a su nombre.
– No hacen contacto visual.
– Si es que tienen lenguaje es muy poco.
– Tienen pataletas extrañas.
– Son obsesivos con ciertos alimentos y no comen de todo.
– Su caca es pastosa y diarreica o sufren estitiquez.
– Pueden sufrir dolores de cabeza o musculares.

 

TERAPIA TRADICIONAL VS PROTOCOLO DE KALCKER
Una terapia tradicional óptima para un niño autista puede llegar a costar $800.000 mensuales. El protocolo de Kalcker alcanza un valor promedio de $50.000 mensuales, transformándose en una esperanza para las familias de escasos recursos.

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