Moda y Belleza

Lo de Karl Lagerfeld y Falabella lo hubiera querido hasta su abuela

¿Por qué condenar a gente que quiere piezas que solo el 1% de la población puede comprar?

Comencemos por algo básico: ¿Cuántos colombianos y chilenos promedio saben quién es Karl Lagerfeld? y ¿cuántos podrían comprar algo suyo, sea de su propia marca o de Chanel?. Ya sabiendo que el legendario director creativo de la firma francesa ha creado una colección para Falabella, y todos los países de la región donde está presente la firma de retail, no es nada condenable -y sí más bien una práctica que no tiene nada de novedoso- en usar alguna de sus prendas.

De hecho, Lagerfeld ya lo había hecho para H&M años atrás y las mismas firmas de lujo han visto en el sistema de colecciones cápsula en grandes superficies una gran forma de vender su relato de marca. Añadido a esto, bienvenidos a la realidad: esos maravillosos tweeds y vestidos de alta costura en pasarelas alucinantes que hacen Lagerfeld, YSL y otras marcas no son las que las sostienen económicamente, sino los productos accesibles que han creado para un consumo más amplio. Bolsos, perfumes, cosméticos (más que todo), accesorios, gafas y líneas de alta gama (como las que hacen Calvin Klein y Carolina Herrera), más licencias (como lo que hizo Halston y también Kenzo). Como bien decía alguien sobre el sistema y la industria de moda actual: “Las casas de moda solo presionan y cambian a diseñadores para seguir vendiendo perfumes”.  Porque esa pieza extraordinaria que vale el PIB anual de un país africano solo se la pueden poner Carla Bruni y María Clemencia de Santos.

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kenzo
Kenzo en pasarela vs. Kenzo y H&M

 

Ahora, quienes sueñan con ese imaginario (y que es lo que hace que Lagerfeld pueda tener el brazo económico para ponerle complementos de plástico a sus tweeds si le viene en gana), el de la “elegancia”, el del “glamour”, lo que conlleva la moda, pueden también tener una parte de esto a través de una colección cápsula. ¿Aspiracional? Sí, mucho, pero lo aspiracional existe desde el capitalismo e incluso antes. ¿Ridículo? ¿Y por qué? Si sus abuelas morían por su radio Philips, como el famoso refrán dice. Morían por tener el peinado de Veronica Lake y los labios de Marlene Dietrich en esas fascinantes publicidades de Max Factor en los años 40. Entonces,  ¿por qué alguien no puede tener algo que represente su ideal de estátus o que se acerque a la estética que quiere proyectar?  Y adivinen qué: ese modelo que hacía Gabrielle Chanel y que popularizaba alguna famosa su abuela lo conseguía del judío polaco que llegaba con su maleta y le vendía una pieza que se le parecía o tenía su estilo.

A mucha gente le asusta la moda, tal y como se ve en las pasarelas. Lo que hacen las colecciones cápsula es tomar los rasgos creativos de un gran diseñador y usarlos en prendas accesibles, hechas para más gente con menos poder adquisitivo y menos riesgos sartoriales en su día a día. 

Por eso es un despropósito el hecho de que digan que “eso no es lo real de Karl Lagerfeld”. Una colección cápsula NUNCA será lo que hace el diseñador originalmente. Solo tiene rasgos de su visión artística. No le pueden pedir a Olivier Rousteing, diseñador de Balmain, que les venda un traje igualito  que se pone Kim Kardashian y que vale más de 3 mil dólares por todo el trabajo que implica. Para eso está el que hizo con H&M. Y el objetivo es el mismo: hacer accesible la moda porque a muchos les sigue asustando. No es lo mismo ver un full look de Gucci a que se pongan una de las blusitas con bordado oriental que captan la esencia y que llegan a un público que no quiere arriesgarse tanto estilísticamente.

Por eso, la colección de Lagerfeld y Falabella no es algo condenable ni mucho menos una práctica nueva, de alguna manera. Pero sí muestra cómo satisface a un público más ávido de moda y cómo funciona un sistema y una industria que hace que ustedes usen lo que usen al salir a la calle desde hace mucho tiempo.

 

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