El gran valor de un clásico es que, pase lo que pase, venga la tendencia que sea, siempre caerá con gracia en quienes entienden el sentido de lo tradicional en el vestir.
Si esta prenda le parece una soberana lata, pasada de moda, o bien le trae recuerdos de su niñez, su papá o abuelos, francamente tiene un sentido agudo y detectó correctamente el mensaje de este modelito.
Los privilegios de la polera de piqué –como esta de Calvin Klein– es que, lo seamos o no, nos aporta una pseuda seriedad ante el resto, ya que por excelencia habla de sellos conservadores. Un acierto a la hora de ir a conocer a la suegra.
La clave de esta clase de prendas es que se pueden reinterpretar y poner cara a cara con las tendencias de hoy, y salir airoso. Para quienes la usan de forma habitual, esto podría ser una buena idea para refrescar el look.
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En mi caso escogí esta vez un look monocromático combinado de blanco y negro con unos pantalones de cuadros. El acento de color fue este par de zapatos de Marita Prust. Y desde luego aportar con texturas que quitan ese sabor tan clásico de esta prenda.
Si por el contrario tu complemento más habitual es un clásico pantalón de gabardina beige, experimenta con el color y enfrenta tu polera de piqué con pantalones en colores rojos, verdes o azules. ¿Aún te parece mucho? Entonces sólo juega con tus mocasines o alpargatas. La gama de colores hoy es extensa para dar vida.
Y si todo te pareció muy poco, ¡arremete con los pitillos más skinny que tengas, un pañuelo al cuello y zapatillas blancas!
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