El color es por excelencia la nota que da sentido a una estación. Una alianza estratégica, la perfecta colaboración de disímiles en pos de un fin difícilmente alcanzable de manera individual. Eso ha sido la fusión de nude y flúor, buen gusto y frescura absoluta.
Si bien ambas paletas de colores están arraigadas a tendencias y connotaciones poco compatibles, la sobriedad del nude y su carácter a veces romántico se ha visto vigorizado por la extravagancia de lo fluorescente.
La clave para que estos tonos vibrantes sean contenidos por nude, crudos y marrones está en escoger modelos clásicos y sofisticados que eliminen todo vestigio de vulgaridad, habitualmente asociado a los tonos neón.