Cuando la vi por primera vez en esa película de la princesa la encontré feíta sin encanto, pero sabía que la iba a seguir viendo. Después de un “enchulado” sutil que se hizo antes de pasar a la juventud misma, y aun en su adolescencia, encontré que Anne ahora seguía siendo feíta pero con gracia. A nosotras, las que no nos encontramos la octava maravilla y valoramos ese “aporte” personal, nos gustan estas mujeres imperfectas y exitosas porque nos aclanamos al grupo y apoyamos el “team”, digamos las cosas como son.
En “El Diablo se viste a la Moda”, Anne Hathaway fue así como “oh, ídola”. No es literal, pero me impresionaba el “upgrade” que uno podía demostrar al menos frente a las cámaras. Sí, sé que el merito no es de ella precisamente sino del estilista que está detrás (como no saberlo yo), sin embargo a la que se le lucía era a ella y sí que se le lucía el cambio que paso a paso iba metamorfoseando mi visión de ella.
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Hoy, muchos kilos lejos del pasado, con la serenidad del joven adulto, del éxito y los logros, sumado a una sonrisa y ojos preciosos y normales, Anne Hathway me encanta. La encuentro elegante, distinguida, pero cercana y ahí…con los pies aquí donde mismo lo tenemos todas.
Si no se pueden comprar las carteras de Tod´s, entonces sí les recomiendo que vean su última película ONE DAY. Juro, que no se van a arrepentir.