María Cristina Andrade Real —o “Titi”, como la llaman desde niña— tiene 24 años, es abogada y lleva poco más de un año ejerciendo su profesión. La suya es una historia que mezcla sueños infantiles, convicción social y una vida muy quiteña con memoria familiar y amor por la ciudad. Cuando habla, lo hace con una sonrisa luminosa que deja entrever esa chispa que, desde los seis años, le dijo que un día estaría aquí: como candidata a Reina San Francisco de Quito 2025-2026.
Titi representa a esa generación de jóvenes que entienden que un certamen de belleza es, sobre todo, una plataforma: para servir, inspirar y construir. Su voz tiene la calidez de quien vive agradecida de su historia y la fuerza de quien sabe que sus metas requieren más trabajo que aplausos. “Siempre ha sido mi sueño”, dice sin dudar. Y no es una frase hecha: existe una foto que lo prueba.

Tenía seis años cuando conoció a la Reina de Quito de ese entonces, también llamada María Cristina y también conocida como “Titi”. Aquel encuentro, capturado en una instantánea que guarda con cariño, marcó su vida. “Desde ahí supe que quería ser eso”, recuerda con una emoción suave pero firme. Aquella niña de La Carolina, esa que veía a la Reina con una mezcla de magia y admiración, volvió a despertarse ahora que ella misma camina rumbo al Teatro Bolívar, donde la elección se celebrará este 27 de noviembre, en pleno inicio de las fiestas de Quito.
Un proyecto que nace del amor propio y la empatía
Como abogada, María Cristina sabe que las leyes pueden transformar realidades; pero como mujer joven que ha caminado por colegios, ha escuchado historias de sus amigas y ha sido testigo del impacto emocional que deja el acoso escolar, entiende que hay cambios que no nacen en los códigos jurídicos, sino en el corazón.

Su proyecto social, “Somos Valiosos”, está pensado para la prevención del bullying y el acoso escolar en niños de 9 a 12 años. “La base es que cada niño entienda que es valioso; que lo que hace es importante”, explica. Desde esa convicción, propone trabajar en tres pilares: autoestima, empatía y reconocimiento del otro. Porque, como dice Titi, “cuando uno entiende que es valioso, también reconoce que su compañero lo es”.
El proyecto busca beneficiar, en una primera fase, a 2.000 estudiantes de 80 colegios quiteños. Pero ella admite que ese número es solo el inicio: la meta real es que “Somos Valiosos” crezca tanto como Quito lo permita. La metodología no se limita a charlas: incluye actividades colectivas y la creación de murales escolares que se conviertan en recordatorios artísticos de lo que significa convivir sin violencia. Murales pintados por los propios niños, desde su interpretación de la empatía y el respeto.

Y aquí llega la parte más innovadora: los mejores murales escolares serán recreados en distintos puntos de la ciudad —con permisos y aliados estratégicos— para que Quito se vista de colores, mensajes y arte contra el bullying. La idea es que caminar por la ciudad sea también un recordatorio de que la bondad, el respeto y el amor propio se pueden enseñar desde la infancia.
Quito en su corazón: la ciudad donde aprendió a soñar
Hablar con María Cristina sobre Quito es escuchar a alguien cuya memoria emocional está anclada a las calles, a los parques y al olor a lluvia que cae en las tardes. Vive en el sector de La Carolina y su familia le enseñó, desde siempre, el valor de ser buenos vecinos. “Mis papás nos inculcaron muchísimo el respeto. Salimos a caminar al parque, conversamos, compartimos. La Carolina es mi lugar favorito de Quito”.

Sus ojos se iluminan especialmente al hablar de su abuela. Caminar con ella por el parque es uno de los recuerdos que más atesora. Su abuelita falleció hace casi un año, y aunque no está físicamente, Titi siente que la acompaña en cada paso. “Creo que estaría muy orgullosa de mí”, dice con una ternura que conmueve.
Para ella, La Carolina no es solo un parque: es un mapa emocional. Es familia, es niñez, es unión… y es también el lugar donde la vida le mostró, por primera vez, que podía convertirse en Reina de Quito.
No es casualidad que la famosa foto con la Reina del 2007 haya sido tomada en el mismo parque. Ese espacio urbano es el escenario donde se cruzan su historia, sus sueños y su motivación. Por eso, cuando le preguntan qué lugar la inspira, no duda un segundo. No elige el Panecillo, ni el Centro Histórico —aunque reconoce que ambos son preciosos—. Elige su refugio: ese pedazo de ciudad lleno de árboles, perros, vendedores de choclo y familias enteras disfrutando del fin de semana.
“Creo que los quiteños representamos la familia”, afirma. “Y eso quiero transmitir”.
El sabor de Quito: un locro que abraza
La cocina también cuenta historias. Si tuviera que recomendar un plato que represente a la capital, ella elige sin dudar el locro quiteño. Lo dice con convicción y con hambre: “Me encanta. Es perfecto para el clima de Quito. Ahorita que llueve, imagínate un locro”. Lo describe como un plato que abriga, que reúne a la familia y que cualquier persona puede preparar en casa.
Es un detalle pequeño, sí, pero en él se revela la manera en la que Titi mira la vida: con sencillez, cercanía y un profundo cariño por lo cotidiano. Para ella, Quito no solo se vive en sus grandes monumentos, sino en sus calles, sus historias y sus sabores.
La niña del sueño y la mujer del propósito
Cuando recuerda la foto de su infancia, María Cristina se ve a sí misma como una niña llena de sueños. Y es justo esa imagen la que la inspiró a lanzarse oficialmente al certamen. “Si un día tú lo sueñas, lo puedes lograr”, dice con absoluta certeza. Cree en el trabajo duro, cree en la disciplina y cree, sobre todo, en la idea de que Dios pone a las personas en el lugar correcto, en el momento perfecto.
Estas fiestas de Quito llegan para ella en un año especial, de crecimiento, desafíos y metas. Y la gran noche del 27 de noviembre en el Teatro Bolívar será una oportunidad para demostrar quién es, qué sueña y por qué quiere servir a la ciudad que marcó su historia.
El sueño de Titi no es individual; es colectivo. Ella quiere inspirar a otras niñas, así como una reina la inspiró a los seis años. Quiere que esos niños de los 80 colegios entiendan que valen. Quiere una ciudad pintada de respeto y empatía. Y quiere, sobre todo, que Quito sea un lugar más amable para las nuevas generaciones.
María Cristina Andrade no busca una corona para que la vean: busca una corona para que la escuchen.

