Pasarelas

Cuando la belleza canta por la naturaleza: Samantha Quenedit deslumbra con su iguana rosada y un poderoso llamado ambiental

Con elegancia, decisión y una propuesta singular, Samantha Quenedit representó a Ecuador en el desfile de traje típico del Miss Grand 2025 con un diseño inspirado en la iguana rosada de Galápagos, enviando un mensaje de conciencia ambiental que tocó los corazones.

Samantha Quenedit presentó a la iguana rosada como su traje típico en el Miss Grand International 2025.
Captura de video Miss Grand International Samantha Quenedit presentó a la iguana rosada como su traje típico en el Miss Grand International 2025.

Bajo los reflectores del Miss Grand International 2025, el desfile de trajes típicos se convirtió en algo más que una simple exhibición de ornamentos y brillo. Para Ecuador, representado por Samantha Quenedit, la pasarela fue un escenario para gritar en colores, texturas y estructura que la naturaleza está viva y merece ser defendida.

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Cuando ella emergió con ese traje inspirado en la iguana rosada de Galápagos, el efecto fue inmediato: sorpresa, admiración, emoción. Un diseño rosado con rayas negras, una impresionante cabeza de reptil como adorno dorsal, y una cola que le daba dramatismo escénico. Pero más allá de lo visual, lo que realmente resonó fue el mensaje: un llamado para que el mundo observe, valore y proteja esa especie única.

Inspiración y simbolismo

La iguana rosada (Conolophus marthae) es una joya de biodiversidad exclusiva de Galápagos — un tesoro natural que se encuentra en peligro crítico. Que Ecuador lleve esa historia al escenario internacional no es solo una apuesta estética, sino una decisión con sentido: transformar un traje de gala en un mensajero de conservación.

El traje fue obra del diseñador tailandés Akarach Phusanaphong, bajo la dirección del Concurso Nacional de Belleza Ecuador (CNB) y la idea creativa de Mariella Bustamante.


Se menciona que parte de la estrategia fue que el traje “se ciña al cuerpo de Samantha” para que no parezca un disfraz, sino una extensión de su ser, una simbiosis entre mujer y naturaleza.

Ella no solo usó ese traje, sino que lo “habló”: con su caminar, su actitud, su presencia. No parecía competir con la pieza, sino fusionarse con ella.

Entre brillo y latidos ecológicos

En el momento de su desfile, el presentador del certamen hizo mención explícita del mensaje detrás del diseño: “En el corazón de las Islas Galápagos vive un reptil maravilloso, la iguana rosada … especie en peligro de extinción … Con este traje, Samantha nos invita a preservar y proteger a las especies endémicas de las islas encantadas”.

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Ese discurso público, combinado con la carga estética, produjo un eco entre la audiencia. En redes sociales varios internautas ecuatorianos exaltaron no solo la valentía del concepto, sino también el corazón puesto en hacerlo bien: “Nos dio traje, pasarela, cuerpo y rostro”; “No podemos estar más orgullosos”; “Ecuador se ve así: audaz, consciente”.

Claro que no faltaron voces críticas: algunos opinaron que el traje se acercaba más a una “botarga” que al típico elegante. Pero ese tipo de reacciones también forma parte del efecto: algo que genera debate tiene vida propia.

Conectar con el público, más allá de la pasarela

La magia no se quedó en el escenario. Mientras Samantha desfilaba, parte del público, especialmente el ecuatoriano en redes, hizo suyo el momento. Fue un triunfo de identidad compartida: ver a alguien vestir algo tan audaz con valor simbólico. Fue ver que la belleza puede asumir un rol de vocera de la conciencia.

Para muchos, aquel traje fue la prueba de que no hace falta recurrir a clichés folclóricos para representar un país: basta una idea, un mensaje, una conexión emocional. Esa audacia es lo que abre espacios para que las nuevas generaciones — niñas, jóvenes, adultos — también vean que los concursos pueden ser plataforma de cambio, no solo pasarela.

¿Por qué esto marca la diferencia?

  • Integra belleza y propósito. No fue un accesorio decorativo: el traje llevaba una historia.
  • Visibiliza lo urgente. Colocar en un escenario internacional una especie en peligro despierta consciencia.
  • Redefine identidad. Fue la reafirmación de un Ecuador moderno que mira hacia su biodiversidad.
  • Invita a la acción. Es un mensaje que va más allá del aplauso: pide cuidar lo que otrora parecíamos dar por sentado.

Samantha, al encargarse de interpretar esa pieza con gracia y entrega, completó el combo: no basta con tener un buen traje; tienes que hacerlo tuyo y transmitirlo desde el corazón.

Lo que queda (y lo que sigue)

Terminado el desfile, la atención gira también hacia lo que viene: votaciones, etapas finales, reacciones. Pero el legado del traje ya está sembrado: hablar de biodiversidad en medio de un certamen de belleza no es común y ese gesto tendrá resonancias en medios, en redes, quizá en quienes hoy dudan de la fuerza simbólica de la moda.

Si Samantha avanza en el certamen, lo hará no solo con belleza, sino con un mensaje que acompañará cada paso. Si no, su participación ya habrá hecho algo más grande: demostrar que en las pasarelas puede caminar un reclamo verde y que el aplauso se puede dar con conciencia.

Porque al final del día, la verdadera corona no es la que te ponen encima, sino la que te levantan por lo que representas.

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