Moda y Belleza

Mujeres y pantalones ¿Desde cuando los usamos?

Desde la guerra hasta el mundo de la política, los pantalones han ido evolucionando a la par de los cambios sociales que ha experimentado la mujer.

Desde la antigüedad que los pantalones no han sido de uso exclusivo de los hombres. Debido a su simpleza y comodidad, las mujeres han optado por esta prenda que las ha ayudado a vestir desde la guerra hasta las labores físicas más arduas.

De acuerdo a Heródoto, cuando los soldados griegos se reunieron con los escitas en batalla, se sorprendieron al ver a las mujeres dispuestas a luchar con sus caballos y usando pantalones junto a una decorada armadura. Cuando regresaron a Grecia, aquellas mujeres escitas fueron inmortalizadas para la posteridad como las “amazonas”, tanto en el arte como en la poesía.

Así fue el nacimiento de esta versátil prenda de vestir que fue utilizada en distintas batallas por mujeres, muchas de éstas bajo el más absoluto anonimato. De acuerdo a lo que detalla el medio The Toast, desde hace siglos que las mujeres tenían prohibido el uso de “ropa de hombres”.

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Sin embargo, desde sus inicios se arriesgaron para escapar de una vida de reclusión y monotonía. De hecho, muchas huyeron para unirse a las fuerzas armadas, tal como lo representaba la película de Disney “Mulán”.

Si una mujer no tenía familia o esposo para apoyarla, a veces la única opción era la prostitución o el hambre, por lo que la elección de usar pantalones era a menudo, una cuestión de vida o muerte.

Vestidas como hombres, servían al lado de sus maridos, hermanos, o tomaron sus lugares en secreto. Algunas sólo fueron descubiertas después de muertas.

Muchas de estas mujeres continuaron vistiéndose y viviendo como los hombres por el resto de sus vidas, prefiriendo la libertad que los pantalones les habían entregado.

Pantalones para trabajar

Las mujeres en el oeste de Estados Unidos llevaban los pantalones como una necesidad práctica. En esta época, la “moda” eran las faldas largas que se ensuciaban fácilmente con el barro o eran un obstáculo mientras se hacía trabajo físico.

En plena “fiebre del oro” de San Francisco se han encontrado registros de Juntas de Concejales donde las mujeres exigían el derecho a usar pantalones. En ese entonces, el trabajo en la minería era muy arduo pero dejaba grandes ganancias. Un ejemplo de ello fue Ferminia Sarras, quien vino de Nicaragua con su familia a trabajar en el rubro y se convirtió en la “Reina del cobre de Nevada”.

Además, se han encontrado viejas fotos de la época que muestran a las mujeres con estas prendas para trabajar también en los campos de explotación forestal y el manejo de maquinaria pesada. Vestidas con la ropa de trabajo de los hombres, las mujeres rodeaban el ganado, criaban familias y también tenían empresas.

La esclavitud del corsé

Mientras tanto, en las ciudades se planteaba una campaña para promover el uso de pantalones en las mujeres como una alternativa más saludable a la moda victoriana.

Los diseñadores afirmaban que los incómodos corsés y las faldas pesadas habían hecho a las mujeres prisioneras virtuales de sus ropas, con el argumento de que este tipo de vestuario era “antihigiénico”, debido a que las faldas largas arrastraban la tierra.

Por otra parte, los grupos conservadores “pro corsé” argumentaban que era una prenda respetable y era simplemente el deber de una “señora decente”. Cualquier otra prenda significaba que estaba evadiendo su obligación “de esposa”.

En ese entonces apareció Amelia Bloomer, quien presionó en su periódico para que las mujeres usaran un vestido más corto para hacer ejercicios. La prenda sugerida por Amelia se  llamó “bloomer pants” – algo parecido a los bombachos- para ofrecer más comodidad a las féminas.

La idea de inmediato sacó ronchas en la sociedad, se tildó de “radical” y la mayoría de los médicos se manifestó en contra de esta iniciativa, argumentando que afectaría la fertilidad de la mujer.  Incluso la pro corsé Arabella Kenealy, consideró que la idea de que las mujeres hicieran deporte y ejercicio era un disparate ya que “si necesitan hacer ejercicio, entonces todo lo que necesitan hacer son las tareas del hogar común”.

Un pantalón = lucha por la igualdad

Después vino la lucha feminista y el derecho del voto femenino, donde muchas se pronunciaron a favor de esta prenda de vestir, mientras que otras consideraban que era un tema superficial. Por otra parte, grupos religiosos temían que las mujeres que usaban pantalones se convirtieran en “seres salvajes”. Ya no serían tranquilas, modestas, nadie querría casarse con ellas, y por ende, la familia estaría en peligro.

A partir de estos argumentos, los grupos más conservadores temían que los hombres se volvieran “débiles y afeminados”, e incluso escribieron decenas de editoriales donde se detallaba el caos social y moral que causaría el uso masivo de pantalones en la población femenina.

Finalmente, a medida que las mujeres obtuvieron mayores libertades, se aceptaron modas más populares y de estilo andrógino típico de los años veinte.

Los diseñadores Paul Poiret y Coco Chanel fueron los responsables de masificar el uso de los pantalones en las mujeres, quienes mostraban una amplia colección para el entretenimiento, el tenis, montar a caballo, y otros deportes. Las actrices de Hollywood y la alta sociedad comenzaron a usar esta prenda que pasó de ser un elemento para trabajar a un objeto moderno y vanguardista.

La política también se sumó lentamente a esta tendencia. No fue hasta la década de los noventa cuando Hillary Clinton hizo historia al ser la primera dama en llevar pantalones en su retrato oficial.

En 2012, después de una intensa presión de los ciudadanos canadienses, la Policía Montada Real de Canadá, anunció el cambio de su política sobre las mujeres, en donde se “permitiría” el uso de pantalones en ocasiones de gala.

Sin duda, esta prenda de vestir ha dado cuenta de varios cambios no sólo en torno a la moda y al estilo, sino también que su evolución ha ido de la mano de drásticos cambios sociales. Muchos grupos religiosos aún prohíben los pantalones en mujeres, por lo queda mucho por avanzar en términos de igualdad, y también, por el derecho de usar la ropa que se le plazca.

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