Moda y Belleza

Cómo sobrevivir a la primera arruga

Siempre creí que no me importaría envejecer, y de hecho, me encanta celebrar un cumpleaños y saberme un poco más vieja, más curtida. Lo que no me esperé jamás, fue que me impactara ver el paso del tiempo en mi piel.

Quizás no lo creas, pero a todos nos llega la hora. Tarde o temprano, tu piel empieza a perder elasticidad y ¡BAM! Aparece la primera arruga. No hace mucho estaba lavándome los dientes y como siempre, hacia alguna mueca en el espejo-sí,hago muecas mientras me lavo los dientes porque me aburro- me enjuagué la boca y decidí acercarme un poco más al espejo cuando la vi.

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Pequeña, disimulada y con cara de “yo no fui”, estaba ahí. Feliz y campante. La escudriñé con la mirada -eso significa mirar fatal- tratando de descifrar qué era. Sí, al principio, tan convencida me eché el cuento de que era una “marca natural de mi sonrisa”. Sonreía y estiraba la trompa como tratando de encontrarle su función y entender cuándo aparecía y cuándo no.

¿El resultado? El horror. Me cayó como un balde de agua fría todos los años que he vivido. ¿En qué momento pasó? Nunca he sido una persona que entienda mucho el tiempo, pero vamos, ¿arrugas, yo? Con la realización de la primera arruga me cayó encima todo el arrepentimiento al no haberle hecho caso a todas las mujeres de mi familia. Es bien crítica la obsesión por las cremas y las arrugas en mi genética. Tanta cantaleta e insistencia “¡quítate el maquillaje!”, “¡lávate la cara antes de dormir!”, “¿cómo que no usas bloqueador todos los días?” ahora me cae cual yunque en la cabeza.

Lo acepto, vivía convencida de que eso no existía y de que cuando me llegara no me iba a importar. Pero yo como que pensaba que era otra persona a la que nunca le ha importado la vanidad. Claramente no es el caso. Después de conocer a mi primera arruga, a la cual bauticé Lala, no hago sino untarme la cara de cremas. Que la humectante, que la aclarante, que la antiarrugas, que la desmaquillante con vitamina X, Y y Z. Donde se descuiden hasta me unto el Frisco.

Siempre creí que no me importaría envejecer, y de hecho, me encanta celebrar un cumpleaños y saberme un poco más vieja, más curtida. Lo que no me esperé jamás, fue que me impactara ver el paso del tiempo en mi piel. En realidad, no tiene nada que ver con saberme más vieja y que por ello crea que me veo más fea. No. El tema en realidad estaba en la diferencia de lo que siento en mi corazón como tiempo, y lo que el mundo exterior representa. Aún después del shock, creo que no usaría botox ni nada por el estilo. Sigo siendo una firme creyente de que envejecer con clase tiene su encanto. Igual no juzgo, por ahí dicen que para gustos los colores.

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