La mayoría de las mujeres que conozco – incluyéndome- tiene mucha ropa. Y la mayoría de los hombres que conozco, se queja de que sus parejas tengan mucha ropa. No del hecho en sí, sino de que cada vez que vamos a salir – o casi todos los días- deben enfrentarse a la temida “No sé qué ponerme”.
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Porque aunque muchas hayamos caído en la tentación de decir “No tengo que ponerme” sabemos que eso no es cierto y nos autocorregimos de forma inmediata.
Y es que nos gusta la ropa a nosotras las mujeres; plata que tenemos nos compramos ropa, para el cumpleaños, la Navidad, el santo y el día de cualquier cosa nos regalan ropa; o tarjetas de regalo que canjeamos por ropa, o platita con la que compramos, adivinen qué. Ropa. En las casas comerciales, de oferta, en cuotas, en Patronato, en la calle, en la ropa usada, en Bandera, en la feria… no hay límites para el dónde adquirimos nuestras prendas amadas.
Además, las que tenemos hermanas o vivimos con nuestras madres, vemos potenciada nuestra variedad de prendas incluso aunque no compartamos la talla. En mi caso, además, tengo la suerte de ser la receptora de donaciones de mi hermana, cuñada, tías y primas de prendas que ya no les quedan, que sienten que ya pasaron la edad para usarlas o que de frentón ya no les gustan. Yo acepto todo feliz. También tengo la suerte de que mi mamá es una excelente costurera, que repara, arregla, acondiciona, rehace y elabora todo.
Aunque tengamos nuestra tenida regalona, nunca falta que a la hora de elegir una tenida para una ocasión especial o cualquier día en realidad, los factores a considerar son demasiados. Es que el estado de ánimo puede influir tanto como el estado del tiempo en el momento de enfrentarnos al clóset. También influye el dónde vamos, si es exterior o interior, si llueve o si no llueve, si vamos a estar sentadas o de pie, con quiénes nos juntaremos, si va la típica persona que saca muchas fotos y las sube todas a facebook. Y cuando ya pudimos decidir eso; viene la parte complicada. Que esas prendas estén lavadas y secas; algunas incluso planchadas. Que las medias no tengan hoyos y que los zapatos no sufran de destapillado o parlanchinismo (cuando se abren por delante)
La solución parecería ser comprar más ropa; pero no, eso sólo aumentaría el problema.
¿Qué hacer entonces?
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Cada temporada, sacrificar una tarde de fin de semana, sacar toda la ropa del clóset, revisar que no esté arrugada,sucia, manchada, rota, descosida o en el caso de los chalecos “con pelotitas”. Probarse todo para cachar más o menos cómo estamos con la temporada anterior. Decidir que cosas de frentón no nos gustan. Lavar, planchar, coser, arreglar, desmotar y cambiar tapilla a las ropa que está en mal estado.
¿Qué hacen ustedes cuando no saben qué ponerse?