Moda y Belleza

El placer de ser objeto del deseo

Es exquisito sentir las miradas hambrientas, no me vengan con que no.

Ayer encontré la motivación perfecta para bajar de peso y tratar de recuperar aquella figura perdida hace décadas  Quien sabe, si tengo éxito podré ponerme mis skinny jeans que compré el mismo día que el test de embarazo hace 15 años.

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El destino me la regaló casi de casualidad.  Mi teléfono suena y el pasado habla suave.  Que cómo he estado… qué dónde voy… que si estoy soltera…  Y yo como que nada, una vez más haciéndome la interesante porque la gracia de este pasado en particular es que nunca tuvimos nada, al principio porque no coincidimos pero luego como un experimento de cuánto puede durar la insistencia de un pretendiente si nunca dices que sí y a la vez, nunca dices que no.  El estudio lleva 5 años.

Cada cierto tiempo regresa, total no invierte mucho más que una llamada.  A veces una visita.  Pero ayer quería juntarse.  Debo reconocer que era bastante convincente: el tipo es guapo, entretenido, “habla de corrido” y le gusta pasarlo bien.  Pero no es eso lo que me atrae de él… noooo, lo que me gusta es cómo juega con mi ego.

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El ego es mi talón de Aquiles, si lo engatuzan, veneran y cuidan obtendrán muchos  favores.  Si  piensan que pueden atacarlo y lo insultan creyendo que pueden disminuirlo, entonces es guerra y bien puedo esperar hasta el momento preciso y aniquilar.  No hay zonas grises.

Entonces, adoro cómo usa palabras como tributos a mi soberbia, cómo me otorga no sólo el poder sino el gusto de ejercerlo.  Me dejo llevar por la sensación de ser un mero objeto del deseo.  Un anhelo sexual tan motivador que alguien persiste por años en su tarea de conseguirlo.  Y me habla… y me dice… y me deja levitando.

“Y es tan grande la casualidad y el mundo es tan chico” que al terminar la llamada me encuentro con un ex.  Soltero empedernido y fresco como es, insiste que es el destino el que nos junta y no podemos dejar pasar la oportunidad de “ponernos al día”.

Egomaníaca que estoy, lo dejo hablar un rato.  Lo observo y reconozco las señales.  Y sonrío.  Sonrío porque a veces con la vida, las cosas domésticas, la pega, la niña, los conflictos propios de las relaciones largas y el sobrepeso, a una se le olvida que es mujer y bien puede (y merece) ser deseada.

No digo que ser objeto del deseo es mejor que una relación, eso es cosa de cada uno.  No hablo que cambiaría cualquiera de esos hombres por el que tengo. No hablo de ser infiel ni pensarlo.  Hablo del ego, del placer de provocar deseo no sólo en tu hombre, sino en algunos más.  De recuperar la satisfacción de poder usar minis como cinturón y verse tan guapa que no sólo los obreros de la construcción te gritan cosas sino que el cajero del metro te sonríe como si fueras Angelina Jolie.

Hablo del superego.  Del que produce adrenalina a mil cada vez que un tipo se da vuelta a mirarte.  Hablo de volver a sentirse poderosamente guapa.  Hablo de recuperar la femineidad y la autoestima perdida entre las tareas escolares y los platos sucios.  Hablo de volver a maquillarse porque sí, por una.

Con esa emoción veo mi sobrepeso como burdo descuido y recuerdo lo que aprendí de adolescente, cuando supe que nunca iba a ser flaca como las modelos de las revistas, aprendí que TODAS las mujeres podemos ser objetos de deseo si tenemos la correcta actitud.

En mi experiencia, los hombres no sólo se atraen hacia mujeres del estereotipo modelo, es más, muchos las encuentran bonitos gomeros, pero nada más.  Si quieres ser atractiva basta que te sientas así, que te arregles a tu manera y camines por la calle con la actitud de la más linda de todas.  A ellos les gustan las “mujeres que se arreglan”, que son entretenidas, que saben pasarlo bien, que conversan de todo, que les ponen atención a lo que dicen y que sonríen.  Sonríen porque son felices con quienes son.

Es que ser objeto del deseo tiene directo impacto en la habilidad de querer ser mejor, más guapa, más simpática y más inteligente. Más feliz. Por una misma.

Hoy empiezo la dieta y me busco un gimnasio.

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