Maternidad

Una mamá perfecta “rehabilitada” nos cuenta: “Antes de ser mamá yo fui una mamá perfecta”

Las redes sociales nos bombardean de mamás impecables con hijos, maridos y vidas perfectas. Y aunque sabemos que esa no es la realidad, nos desesperamos por “calzar” en ese mundo ideal. No sufras, el lado B de la maternidad también existe, y es bastante más real.

“Antes de ser mamá yo fui una mamá perfecta. Gozaba dando opiniones y consejos a quien era mamá. Me creía experta en el tema. Criticaba a mi hermana, ‘¡cómo les das nuggets a las niñas, qué horror, están viendo mucha tele!’. Y así me lo pasaba dando cátedra de algo que yo jamás había vivido… Lo cierto es que cuando fui mamá me di cuenta que la madre perfecta sólo existe en la imaginación de quien jamás lo ha sido”. Así parte nuestra conversación con Constanza Díaz, mamá, periodista y autora del blog “Perfectamente imperfectas, el lado B de la maternidad”.

Para Constanza es súper típico crear una situación perfecta desde la teoría, y plantear situaciones como que mi hijo nunca va a hacer una pataleta, jamás le voy a pasar un teléfono celular ni una tablet, sólo le daré comida orgánica hecha por mí, no va a ver tele antes de los dos años, no va a comer nada de azúcar. “Y resulta que tu hijo es el primero que se abalanza sobre los dulces y se llega a atorar comiéndolos, en éxtasis. Juras que nunca ocuparás la tele como niñera, pero cuando lo tienes le pones el Baby TV 5 minutos para poder ir al baño en paz. Aseguras que tu hijo va a dormir toda la noche y en su cuna, pero nace la guagua, despierta 18 veces en la noche, y como medida de desesperación lo metes a tu cama para ver si duerme mejor; o te prometes hacer manualidades con los niños para practicar su motricidad fina, y resulta que cuando llegan a pedirte que hagas un avión de papel tienes que buscar un tutorial en YouTube y hasta sientes que deberías de hacer un curso en el MIT”. 

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Todas queremos que nuestros hijos tengan una infancia feliz, que la recuerden siempre con cariño. No queremos en su memoria a una mamá histérica y gritona. No se lo merecen. Pero tampoco estás locas si…

1.- El orden en casa no funciona como quisieras. “Ya no me estreso si veo el living con juguetes y calcetines en el suelo. No. Es algo que tiene solución, y en la escala de las importancias, para mí no tiene ninguna. Cuando eres mamá de niños pequeños los juguetes son parte del inventario y están en todos lados. En el auto, en el baño y hasta dentro del refrigerador”.

2.- Juegan con agua. “Antes gritaba cada vez que jugaban con agua. Hoy los dejo e intento proteger áreas y objetos para que no se mojen. En el baño lanzan agua en la tina como si fueran una ballena feliz. Y no me importa. A los niños les encanta el agua, y luego el suelo se seca”.

3.- Si no quieren hacer deporte un día. “Mis niños hacen karate y tenis. Soy muy rigurosa en llevarlos. Pero si un día me piden no ir porque están cansados o porque afuera llueve mucho, los dejo en casa. Eso sí, con el colegio no transo”.

4.- Los dientes. “Muchos dirán que soy una mala madre, pero si una noche el cansancio los vence y no quieren ir al baño para cepillarse los dientes, los dejo. Los dejo y les digo que por una noche no se los laven. Soy muy preocupada de su higiene dental, pero si una vez se duermen sin lavarse los dientes no me pongo a gritar en la puerta del baño para que corran a hacerlo”.

Finalmente, Constanza nos asegura que cansarnos de la maternidad también es normal. “La madre perfecta no existe, aunque en las redes sociales estemos bombardeadas de las más impecables, con hijos perfectos, matrimonios perfectos, vidas perfectas. Pero la realidad no es así. Eso es una estafa de Facebook y de Instagram. En la vida real la mamá se cansa, se agota de la maternidad. Quiere dormir y NO puede. Eso es terrible. Se encierra en el baño para tener un rato de paz. Los niños hacen pataleta, los hermanos pelean. La casa es un desastre. Al marido, a veces, lo quisieras asesinar. Te entierras un Lego en el pie. Gritas de dolor. Te sientes gorda y no tienes tiempo para ti. Pero pese a todo, damos lo mejor de nosotras por nuestros hijos. Desde nuestro caos diario. Desde nuestra imperfección. Somos perfectas para nuestros hijos porque criamos desde el amor, y al final del día eso es lo que realmente importa”. 

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