Maternidad

Mamás de terror

Como en el cine.

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No sé en qué momento dejé de ser hija y me convertí en madre. Bueno, lo sé, lo tengo marcado en la cicatriz de mi cesárea, pero a veces las marcas sólo ganan significado en una pieza a oscuras.

No hay mejor reminder existencial que el cine. Vas al cine pensando que debes comprarle los útiles escolares a tu hijo y sales con ganas de suicidarte, tomar un auto con una amiga e irte a México, hacer un llamado que lleva años pendiente o escribir un libro. Exagero. Pero no tanto. Lo que quiero decir es que el cine –el buen cine- nos esgrime de nuestras responsabilidades terrenales y nos eleva a los dilemas más mentales. ¿Qué importa la compra de un U-HU frente a otras necesidades, no precisamente “escolares”?

Tal como decía Orson Wells, en el artificio del cine se asoma el bosque de la vida.

Últimamente dos películas en cartelera me han dejado pasmada en el asiento, pensando en esto de ser madre: El cisne negro y El Luchador. Por primera vez no he sido hija en la pantalla, no me he identificado con ese hijo o hija de la historia, sino con esa mamá que está a su lado, a veces hasta el agobio máximo, como ocurre con la gran Barbara Hershey, la cuasi terrorífica madre de Natalie Portman o Melissa Leo, la intensa y masculina jefa del clan de los hermanos boxeadores interpretados por Mark Wahlberg y Christian Bale. Fijar tu atención –y corazón –en personajes que son padres, es una señal que ninguna crema antiarrugas puede borrar.

Tomemos El cisne negro. Desde la mamá loca de Carrie, que una mamá no me daba tanto miedo en el cine. Miedo porque – a pesar de no tener hijas mujeres-podía sentir en carne propia lo fácil que es convertirse en una madre que lo da todo, incluso su cordura, por su hija; una mamá fan que forra la pieza con retratos y dibujos de su cría; una mamá controladora sobreprotectora que convierte su casa en un útero materno del cual es imposible salir; una mamá que se vuelve sicótica con sólo botar una torta a la basura. ¿Resultado? Nina nunca ha dejado de ser niña por culpa de su madre. Nina es frígida, se masturba, y ve o cree ver a su mamá en la pieza. Nina no sale, no tiene amigas, ni menos aún novios: cuando suena su celular solo se aficha el mismo nombre: MUM.

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La peligrosa idolatría filial lleva a Melissa Leo a ser manager de Mark Wahlberg en el ring y fuera de éste. El exceso de amor hacia sus “boys” la ha convertido en una asfixiante mezcla de esposa, manager, jefa familiar y eterna consejera. Cuando no le gusta una polola, la va a buscar hasta su casa junto a sus 6 0 7 hijas mujeres. La mujer quiere tanto a su primogénito Christian Bale que es incapaz de retarlo porque fuma crack.

El cine está plagado de mamás Bonella, para el cual ser madre es echarle mantequilla al pan de tus hijos con una sonrisa dibujada en la cara. Viendo en pantalla a estas otras madres –imperfectas, ambiguas y delirantes-supe qué papel no quiero interpretar en mi propia película, lo cual no es poco.

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