El aristócrata británico de 79 años Sir Benjamin Slade ha reavivado una polémica búsqueda: quiere encontrar una mujer joven que acepte casarse con él para concebir un hijo varón heredero de su enorme patrimonio —una mansión histórica, una finca de 1 300 acres en Somerset y una fortuna que promete atraer candidatos. Su propuesta ha generado un debate internacional sobre ética, género, poder y herencia.
¿Qué ofrece Slade a su “pareja ideal”?
Slade ofrece un paquete tentador: un salario anual de unas 50 000 libras esterlinas, vivienda incluida, así como coche, manutención, vacaciones y otros privilegios para la mujer que acepte su propuesta. Además, el candidato debe aceptar una serie de requisitos poco comunes: tener licencia de armas, conducir, idealmente pilotear un helicóptero, gestionar sus propiedades (dos castillos y una extensa finca), y estar dispuesta a tener al menos dos hijos varones como herederos.
¿Qué perfil exige para la candidata?
Según sus declaraciones en los medios, Slade no quiere mujeres mayores, ni personas de ciertos grupos nacionales o con características específicas: ha excluido explícitamente a mujeres de Escocia, a personas de países que empiezan con la letra “I” con bandera verde, y ha marcado preferencia por “europeas del norte, estadounidenses, canadienses o alemanas”.
La mujer debe ser al menos 20 años más joven que él, idealmente entre 30 y 40 años, y cumplir con exigencias físicas y de estilo de vida poco convencionales.
¿Por qué Slade insiste en conseguir un heredero varón?
El aristócrata ha explicado que su obsesión responde tanto a una tradición de linaje familiar —descendiente del rey Carlos II de Inglaterra— como a cuestiones fiscales: pretende evitar impuestos sobre herencias transfiriendo sus bienes a una esposa joven, para luego pasar la fortuna a sus parientes como “herederos seguros”. Además, afirma no estar dispuesto a adoptar debido a su edad y quiere garantizar continuidad genética.
¿Qué tan polémica es esta búsqueda?
La historia ha generado rechazo y críticas en medios británicos e internacionales, calificándola como una visión retrógrada del matrimonio y la descendencia, donde la mujer es tratada como “proveedora de herederos”.
A pesar de vivir rodeado de lujos, Slade se enfrenta a lo que sus críticos llaman «una oferta mercantilista de matrimonio», con criterios que muchos consideran discriminatorios y anticuados.