Todos tenemos días malos, días en los que nos sentimos derrotados y sin rumbo por la vida. Días en los que sentimos que todos están en nuestra contra y que el mundo se nos viene encima. Pero cuando las cosas parecen ir mal y el corazón duele, hay un remedio infalible que sanará tus heridas.
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Es muy fácil olvidarse de las cosas buenas cuando atravesamos un momento de oscuridad pero a veces, es un abrazo sincero lo único que necesitamos para levantarnos.
¿Recuerdas lo reconfortante que era que mamá o papá te abrazaran cuando tenías miedo de la oscuridad? Ese abrazo cálido cuando te caíste de la bicicleta y te raspaste la rodilla. Ese abrazo cuando tuviste tu primer día de clases o cuando sólo querías sentirte segura.
Los abrazos son claramente algo que los humanos usamos naturalmente como una forma de decir «te amo», «todo estará bien» y «no te preocupes».
Un abrazo de alguien que nos ama libera oxitocina, una sustancia química que se ha relacionado con la felicidad y la satisfacción; además de que promueve los sentimientos de confianza y devoción.
Es como si este abrazo te recordara lo increíble que eres.
Tenemos la mala costumbre de ignorar las pequeñas cosas que nos hacen bienA veces la vida adulta hace que nos olvidemos de la importancia de los abrazos. Cada vez buscamos menos contacto físico con otros y haceos todo para evitar vernos vulnerables.
Pero cuando peor te sientes y más quieres que el sentimiento se vaya, más parece que se te pega a la piel. Tu brillo se opaca, tu sonrisa se borra y nada te ilusiona, como si estuvieses en una especie de «modo avión» que no puedes apagar. La vida siempre estará llena de constantes vaivenes de penas, tristezas y un sin fin de situaciones complicadas.
A veces un abrazo es un instinto natural. Ocurrirá en medio de una conversación o cuando dos personas estén esperando para cruzar la calle o mientras miren algo visualmente magnífico.
En ocasiones te sentirás hecha pedazos pero un abrazo te ayudará a entender que todo mal es algo pasajero.