Por Alejandra Vélez
No recuerdo exactamente cuál fue el primer libro que leí, la primera foto que tomé, la primera mala calificación que obtuve en el colegio, pero si recuerdo con exactitud la primera vez que un chico me gustó.
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Antes de entrar en detalles de ese joven (que hoy ya tiene 40 años) alto, delgado, de cabello rizado y ojos achinados color miel; debo contarles que desde que estaba en el jardín de infantes, conocido por muchos como el kínder, era la cupido de mis amigas con los niños más bonitos. Siempre las ayudaba a estar cerca del niño que les gustaba.
Con el pasar del tiempo, ya en la escuela y luego en los primeros años de colegio la historia era similar, todas mis amigas ya sabían lo que era besar, ya habían jugado a tener un enamorado o novio; ¿y yo? ¡No! La gordita simpática era la cupido perfecta y la amiga más alcahueta para el amor.
Pero llegó el día que todo se revolvió, el momento en que sentí nauseas de la emoción (eran las famosas mariposas en la panza). Y vaya que ese día sí lo recuerdo; yo llegaba del colegio con mi papá en su auto y él (el chico alto de ojos achinados) iba caminando, con su uniforme ya desaliñado, cansado, con la mochila tirada en un solo hombro y jorobado…
Wow, era lo mejor de estar en casa en nueva, mi vecino era ese chico… Gracias papis por traerme a este nuevo hogar, quiero todos los días ya salir volando del colegio para verlo llegar a su casa. Sí, eso ya era lo único en lo que pensaba.
Ya no prestaba mayor atención a las historias de mis amigas y sus enamorados, ya no me interesaba si salía bien o mal en los exámenes; solo quería llegar a casa y verlo. Luego inventé todas las formas posibles para saber algo de él: ir a la tienda, pasar horas en la ventana, salir a caminar, hacerme amiga de su hermana menor, regar las plantas, pasear al perro, todo era válido.
Entre cada idea para tratar de hacerme amiga de él (lo cual parecía misión imposible) se me ocurrió contarle a mi prima que Fido Dido me gustaba… Fido Dido le decía yo a él, obvio por lo flaco y alto; ¿Recuerdan ustedes a este personaje? Si ya lo olvidaron deben googlearlo para que me entiendan mejor.
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Mi prima en ese entonces era mi confidente, mi alcahueta y la única que podía saber, porque a las mujeres no se nos celebraba tanto como a los chicos el estar enamorados o que alguien te guste, molestosa desigualdad.
Pero, resulta que a veces confiar te sale mal. Luego de varios meses de buscar los más ingenuos métodos para tropezar con Fido llega a sus oídos lo más temido por mi: “Ale está enamorada de ti” lo cual era cierto, era mi primer amor, mi primera ilusión… ¿Cómo se enteró? Fácil, mi prima se lo contó al hermano mayor de Fido que era su amigo; calma que no lo hizo por mala, fueron sus ganas de acolitar.
Yo confíe, ella quiso ayudar (sin que yo se lo pida)… explotó la bomba. Fido dejó de mirarme cuando coincidíamos fuera de casa, caminaba más rápido al volver del colegio y llegado su momento dijo: «Yo no voy a ser su enamorado porque ella es gorda” Y sí señor@s era y soy gorda.
El dolor que sentí es inexplicable. A todas mis amigas que ayudé desde muy pequeñas a estar con los niños que les gustaban eran felices, y yo por gorda no? Qué le pasa el mundo, las gordas no podemos tener pareja?… Estúpida sociedad, absurda delgadez, torpe estigma… Todo comencé a odiar, todo y todos me estorbaban, solo quería pasar encerrada… era lógico, enciérrate para ocultar tu gordura.
Mi primer amor llego tarde en relación a mis amigas, Fido me gustó cuando yo tenía 13 años y a esa edad ya tenía roto -por primera vez- el corazón. Estaba fracturada por un amor no correspondido.
Consciente que no quería saber nada de mi por mi peso comencé a comer más, era la forma más sencilla de ahogar la pena “embutiéndome golosinas”.
Pasaron algunos meses de ese terrible dolor, de ese golpe directo al alma, de llenarme de comida… Hasta que por arte de magia mis papás deciden que nos vamos a cambiar de casa, fue la mejor noticia del mundo mundial.
Con el cambio de casa llegó el cambio de mentalidad, decidí regresar a mis amigas, jugar voley y empezar mi primera dieta (he hecho miles y sigo gorda)… Logré bajar algunas libras y llegué a mi metro setenta y uno de estatura.
Era otra Ale, la bomba que había explotado y dejado sus cenizas en mí me ayudaron a generar un cambio… Cambio emocional, de amor propio y al fin comencé a conocer la autoestima.
Un poco más de un año, Fido va a la kermese de mi colegio, nos encontramos y el decide días después que SÍ quiere ser mi enamorado.
¿Tú hubieras estado feliz con esa decisión? Pues sorprendentemente yo no!
El orgullo femenino me sirvió para mandar a decirle (tal como él lo hizo conmigo) que yo no quería nada con él, juego de adolescentes… (Ahora si no quiero algo lo digo de frente!) Y al instante mismo de haber dicho eso, me sentí libre del dolor que seguía muy al fondo, recordé porque todos me querían en mi casa y en el colegio, y no era por gorda, sino por ser la alegría chispeante que suelo tener en todo momento.
Así pase del golpe del primer amor al salto del amor propio.
Dolió, pero aprendí: “Mi peso no debe ser impedimento para el amor”… Muéstrale al mundo que las decepciones del amor deberían ser tomadas como un fracaso temporal; que el amor no sabe de color, religión o tallas; que el dolor te puede hacer mas fuerte, más sabio que con amor propio puedes conquistar a quien quieras… puedes conquistar al mundo mismo.
La lección
Ahora recuerdo a Fido como una gran lección en mi vida, y espero que como ya es papá le enseñe a su hija a amarse, a prepararse, y no dejarse llevar por los estigmas de la sociedad si en realidad la quiere ver feliz y volar.
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Que nada te quite la alegría…. la actitud lo transforma todo ??♂️?. . ? @crisgiova_mena