En todo el mundo existen restaurantes y bares emblemáticos que guardan grandes anécdotas o simplemente se ganaron el respeto del mundo por tener una carta maravillosa, un trago o plato especial. Esta reseña es la primera de muchas que pretenden repasar algunos establecimientos que sirvieron de inspiración para muchos muchos. Y me voy a tomar un lujo: voy a comenzar por uno de mis favoritos.
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Cuba puede proyectar una imagen buena o mala al exterior, según desde dónde se le mire. Pero lo que no puede negarse es que encanta a todo el que vaya a pasar un par de días a la isla al sur de Miami. La Habana es una ciudad que produce sensaciones encontradas. Y en general, el país es reconocido por la calidad de su ron y de sus cócteles en base al destilado de caña. Uno de ellos es el daiquirí, cuya cuna se encuentra en el centro histórico de la capital.

En pleno corazón de La Habana, en la esquina de la famosa calle Obispo y Avenida Bélgica, se encuentra Floridita, uno de los atractivos turísticos más importantes. El bar abrió sus puertas en 1817 bajo el nombre de “La Piña de Plata”, para luego llamarse como hoy lo conocemos. La particularidad del lugar es sus decoraciones al estilo antiguo –en realidad es la tónica que impera en La Habana- y que representa al típico bar del siglo XIX. Un tanto pequeño pero realmente bonito, y lo mejor de todo: precios totalmente accesibles.
Gracias a su antigüedad, Floridita se ha convertido en una parada obligada para los turistas, casi como no visitar el Arc del Triomphe de l’Étoile, en Paris. Entre las características que hacen a este bar único en el mundo, elegí dos que a mi parecer son fundamentales.
“¿Por quién doblan las campanas?”
El bar ha recibido a lo largo de su historia a un sinfín de celebridades de todo el mundo. Políticos, actores y hasta deportistas han pasado a tomar ron y degustar mariscos locales. Pero su “parroquiano” más reconocido por excelencia fue el escritor norteamericano Ernest Hemingway.
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Floridita fue uno de los bares favoritos -si es que no el más- del Premio Nobel de Literatura. En honor a él, y probablemente a sus incontables y embriagadoras visitas, es que el bar está lleno de homenajes hacia su persona. La más importante es la escultura metálica de él a escala real, en un rincón de la barra principal, donde acostumbraba a sentarse y compartir con los comensales locales.
Cuentan los que trabajan en el bar que a veces pasaba horas escribiendo lo que sería el borrador de una de sus obras más importantes: Por quién doblan las campanas. El escritor llegaba y pedía siempre que iba –que era muy seguido- su trago favorito. Y aquí quiero mencionar el segundo aspecto importante que prometí.
Ron y frutas

Un vaso de ron blanco con jugo de limón, azúcar de caña y quizás qué otro secreto de la casa dieron vida al daiquirí, uno de los cócteles más famosos del mundo, que tuvo su nacimiento en Floridita. Es inconcebible no tomar un daiquirí en Floridita, y ojalá acompañado de un buen habano, al estilo Hemingway. De hecho, gracias a este delicioso invento, el local recibió el premio Best of the Best Five Star Diamond Award de la Academia Norteamericana de Ciencias Gastronómicas como “el Rey del Daiquirí”. El precio del trago, por lo menos hace unos dos años, era de 6 ó 7 dólares, aprox. Un lujo a muy buen precio.
Y si esto aun no te convence, el bar cuenta con un grupo de músicos que amenizan tu estancia con un poco de son cubano, boleros, salsa y toda clase de ritmos criollos.
Ahora que en unos meses más comienza la temporada baja, no estaría mal una vista a Cuba. Y de hacerlo, Floridita no puede estar fuera de tu itinerario.